CUANDO LA POLÍTICA SE HACE ESPACIO ASFIXIANTE

Antonio Campos Romay *

Por vía de ejemplo cabria citar el separatismo catalán. Constreñido por un relato imbuido por una realidad paralela recreada en un pasado ilusorio. La historia cuando no se escribe de parte y es manejada con pulcritud, desmonta convicciones y creencias para muchos entrañables. Que a fuer de repetirlas convierten en dogmas. Creerse a pies juntillas que Cataluña fue otrora un antiguo estado, una nación, se compadece mal con el dictamen académico que la refiere como un territorio más de la Corona de Aragón. Su presunto albor de un modelo democrático en los siglos XVII y XVIII no asoma en el radar de ningún historiador solvente.

Deducir que la puja entre la podrida dinastía austriaca y lo corrupta borbónica, no fue una liza sangrienta ajena de extraños en pos de los despojos de una España decadente, sino acto bélico encaminado a la destrucción de las “libertades democráticas” y el “Estado de Cataluña” en la mitificada derrota de 1714, produce estupefacción desde el rigor histórico. Un incuestionable literato, Juan Marsé señala, “Cataluña es un país que añora un pasado propio que no existió nunca» En esa realidad onírica unos, sin ser los más, se arrogan la limpieza de sangre y el mandato absorbente de otras pluralidades. Mas que por urna, semeja por origen divino quizás revelado en la Abadía de Montserrat, que les hace sentir custodios de una tierra que es de todos. Suele pasar cuando la soberbia y la ceguera se centran en levantar barreras entre distintos y no sobre los riesgos que afectan al bien común. Es lo que afecta la credibilidad de una legitimidad democrática, el sentimiento separatista.

Juan Marsé en una entrevista en Diario Publico delimita otro espacio asfixiante de la política, Cuando le preguntan. ¿Qué opina de la Transición?, “No dudo que se hizo mal, pero probablemente era un mal necesario. Se pactó no pedirle cuentas a la derecha heredera del franquismo por su criminal actuación durante 40 años, y, decisión atinada o no, lo cierto es que la convivencia democrática del país se resiente de ello todavía hoy. La quiebra moral es evidente. Analizar esa quiebra nos llevaría horas, y yo estoy de nuestros políticos y su ineficiencia y burricie hasta el gorro. La única verdad es que, a día de hoy, España todavía no se ha enfrentado a los crímenes de Franco por temor a la derecha, con el PP y la Iglesia católica a la cabeza”.

Este espacio que señala se hace ya irrespirable con la procacidad de las mentiras, la impunidad de los bulos, la escalada ultramontana y totalitaria reclamando sin decoro la vuelta a actitudes y modos de los años más oscuro. Que se envalentona con el oscuro panorama en la U.E. y en USA. El acontecer nacional se sume en el ombligo centralizador y pernicioso de la llamada Villa y Corte, sus cenáculos obsoletos, tercamente ajenos a realidades plurales y horizontes en transformación. 

Juan Marsé es un barcelonés que estratifica su ciudad en los registros narrativos de una literatura a pie de calle que siente viva ese barrio, (en su caso Guinardó), que casi todos llevamos atrapado en la memoria con su mistificación y sus miserias. De él dice Cristina Fallarás, “Era de los serios- divertidos, son los mejores”. Se toparía Marsé otro espacio asfixiante en el PSUC al que se había aproximado de la mano de su amigo Carlos Barral, y le decepciona cuando esta organización rechaza la solicitud de ingreso a mediados de los 60 del siglo pasado de su amigo inseparable Gil de Biedma en un proceso nebuloso. Un comunismo todavía pacato y receloso, incapaz de entender al poeta burgués con corazón proletario y sobre todo su condición homosexual. El dirigente que lo vetó, “razonaba” “Los maricones, cuando son detenidos, cantan”. Tristemente cabe pensar que incluso en los espacios más nobles y respetables por su lucha social y conquista de derechos al llegar a la asignatura de género e identidad, la discriminación tenía pocas fronteras.

Discrepando amistosamente con Gil de Biedma, que pesimista decía que la nuestra “es una historia triste, que suele acabar siempre mal” (o quizás asumiéndolo), procede hacer hincapié en la necesidad de desterrar los espacios asfixiantes en la política.

Una cita para llenar los pulmones de aire de libertad es el Día del Orgullo. Sus derechos son nuestros derechos y su lucha es nuestra lucha. La libertad no se construye con espacios estancos. Es un día de Dignidad Cívica común frente a las ratas con tufo a sacristía que intentan roer los derechos civiles y humanos y la armonía social.

*Antonio Campos Romay ha sido Diputado en el Parlamento de Galicia.

Acerca de Contraposición

Un Foro de Estudios Políticos (FEP) que aspira a centrar el debate sobre los diversos temas que afectan a la sociedad desde la transversalidad, la tolerancia, la libertad de expresión y opinión. Desvinculado de corrientes políticas o ideologías organizadas, pero abierto a todas en general, desde su vocación de Librepensamiento, solo fija como límite de expresión, el respeto a las personas y a la convivencia democrática. El FEP se siente vinculado a los valores republicanos, laicos y civilistas como base de una sociedad de librepensadores sólidamente enraizada en los principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Esta entrada fue publicada en ARTÍCULOS DE OPINIÓN. Guarda el enlace permanente.