Resulta inevitable que los ecos de la campaña electoral, sigan retumbando en la hondonada de la vida “normal”. Los epítomes de los manuales de campaña, seguirán inspirando el argumentario de la postcampaña, ahora transmutada en estrategia para seducir a posibles apoyos parlamentarios para la investidura y para lidiar al cuerpo electoral, naturalmente interesado en conocer los entresijos de lo que se trama en los oscuros talleres donde se manufacturan los posibles pactos.

De cara a la galería, seguirán abundando los trampantojos, las imposturas y el fariseísmo. En la intimidad del obrador convivirán los artesanos del encaje y los ingenieros zapadores, con chantajistas de todo pelaje, mercenarios sin escrúpulos y algún despistado bienintencionado que pone el color de la ingenuidad en ese lugar nada inocente, donde se negocia el poder y se secuestra la transparencia.

¡Es la democracia amigos! El menos malo de los sistemas conocidos de gobernar a las sociedades humanas, en el que como en toda sociedad humana, se superponen los jardines, monumentos o ágoras a las ocultas catacumbas o a los albañales para el tránsito de la inmundicia. Estas últimas intransitables e inaccesibles, pero absolutamente necesarias para que la supervivencia en la superficie sea sana y placentera.

Seguiremos oyendo todo tipo de oscuros presagios y de nuevo la amenaza del apocalipsis sobrevolará intimidante nuestras agitadas cabezas.

El juego de la negociación, desplegará todas sus estrategias de seducción unas, de disuasión otras y de juegos de intereses todas.

Pero mas importante que lo que ocurre en el invisible y discreto taller en el que tratan de encajarse las piezas imposibles del revuelto puzle, lo será la película de realismo imposible con la que tratarán de administrarnos el resultado de la tarea.

No es una buena noticia, que la pieza clave del puzle esté secuestrada en Waterloo por un ventajista sin escrúpulos, que no dudará en usar de sus peores artes, para arrimar el ascua a la sardina de su interés.

¡Ah! Que nadie se emocione cuando nos vendan patriotismo a raudales. Será siempre la patria que mejor abrigue sus intereses, esa que no emociona, porque es demasiado visible y nada simbólica.

Estén alerta, pero no se agobien. Todo se arreglará, si los ciudadanos no nos dejamos seducir por las tientas con las que a menudo pretenderán sorprendernos.

Jesús Penedo.