
La libertad de expresión, es uno de los derechos fundamentales que marcan la diferencia entre las sociedades democráticas y el autoritarismo en sus diversos grados. Pero, como cualquier derecho, tiene sus límites, determinados por el ejercicio de otros derechos.
Es justamente en esos límites, en esa sutil frontera, en la que es preciso delimitar hasta donde llega el legítimo ejercicio, donde comienza la actuación delictiva y en que franja indefinida se sitúa lo incorrecto, lo insensato y lo grotesco.
El exorcismo con muñeco convocado por los cachorrillos ultramontanos en las inmediaciones de Ferraz, hermanos de los que ayer convocaban el rezo del santo rosario con la misma finalidad, evidencia también la fácil confusión entre lo religioso y lo supersticioso. Nos movemos en ese filo de la reflexión, en el que una cierta nebulosa, nos lleva a territorios no racionales, pero que entrevemos preocupantes, por lo que constituyen de estímulo (no se si desahogo) de las mas bajas pasiones del ser humano.
Se percibe una lógica preocupación gubernamental, por la proliferación de este tipo de actos, con pretendida justificación y finalidad “política”, pero con marcada intencionalidad de generar odio y desafección hacia una persona, ideología o partido concreto, porque no conviene a los postulados que dicen defender.
Preocupación lógica y natural, porque las divergencias políticas deberían confrontarse con argumentos políticos y no con sortilegios, aquelarres o brujerías. Pero he aquí que la historia recurrente, trae a nuestra memoria aquel 2015 en el que D. Mariano Rajoy Brey, para protegerse de la presión del movimiento 15M promovió aquella infausta llamada Ley mordaza, todavía vigente, para librarse de escraches y otras disonancias. Un ejemplo paradigmático de ley ad hoc, que como todas las leyes ad hoc debería ser derogada, pero ahí sigue y lamentablemente resuelve poco.
No se si el pandemónium convocado por la cachorrería ultra, encaja o no en algún tipo delictivo; no me interesa demasiado, porque ese será finalmente un debate que se producirá en el único sitio en el que puede resolverse, que es en los juzgados. Lo que realmente creo que merece interés, es combatir la bárbara y salvaje manera de comportarse de la asilvestrada muchachada, que se compadece mal con la que debería suponerse su esmerada educación y sus maneras civilizadas de comportarse. Y eso, requiere redirigir la reflexión, hacia la argumentación persuasiva, hacia la educación como fundamento de la convivencia y hacia el respeto, como comportamiento natural.
Resultaría inquietante, que no solo no se produjera cuanto antes la derogación inaplazable de la Ley mordaza, sino que se abriese un nuevo debate sobre la criminalización o no de las asilvestradas y antiestéticas barahúndas en las que se desahogan estos energúmenos.
En un alarde de relativismo moral, decía el inolvidable Arzallus refiriéndose a ETA, que ellos muevan el árbol, que nosotros recogeremos las nueces. Algo así deben de estar pensando los jefazos de Génova, que no aplauden la montaraz audacia de los voxianos, pero aprovechan la coyuntura, para echar la culpa al muñeco aporreado.
Creo que hay que mantener el buen juicio, no dejarse arrastrar por la contumacia de la hechicería y hacer gala de buen hablar y mejor hacer.
Jesús Penedo Pallas