
Las sociedades modernas formalmente democráticas, de régimen parlamentario constitucional, reúnen en su entramado legal, los atributos fundamentales del republicanismo normativo, al margen de cual sea el sistema de provisión de la jefatura del estado. Las monarquías parlamentarias que encarnan una jefatura del estado de carácter simbólico, tienen sus funciones tan tasadas y sometidas al refrendo del gobierno, que su equilibrio y permanencia, depende de su exquisito respeto a la ley, o de lo contrario, saben del severo riesgo que corren de desaparecer.
Ello quiere decir, que en un país regido por un sistema de monarquía parlamentaria, es posible la existencia de valores republicanos arraigados, que resulten intocables para el propio monarca y no solo eso, sino que a ellos está sometida la propia monarquía. La abdicación del monarca Juan Carlos I, es buena prueba de ello.
El predominio de la ciudadanía, la prevalencia del interés público, el respeto a la ley, son algunos de los valores del republicanismo normativo, que encarnan por ejemplo nuestra Constitución de 1978. Otra cosa es que en nuestro país y de modo interesado, no se produzca un debate sereno y riguroso sobre el republicanismo normativo, porque a los detractores de los valores republicanos, les resulte mucho mas fácil, reducir el debate de modo torticero al republicanismo histórico español. Cierto que las dos experiencias republicanas, fueron excepcionales poco duraderas y enfrentadas a una monarquía absoluta resistente a democratizarse.
Nuestra Constitución de 1978, inspirada en otras europeas, gozó de prestigio durante un periodo no despreciable y sirvió de base para un desarrollo legislativo de carácter social, para la ampliación de los derechos civiles y para la articulación de la convivencia razonable. Pero el paso del tiempo, los hechos sociales incluso los supranacionales, han ido generando frustraciones, desafecciones y disfunciones, que han contribuido a la creación de algunas imágenes llamativas. Entre ellas, la mas paradójica, es la reivindicación de la Constitución, de un modo parcial y sectario, por aquellos que entre su ideario, incluyen flagrantes vulneraciones de su espíritu y su letra.
Pero con ser esto preocupante, lo es mucho mas, el hecho de que de modo impúdico y escandalosamente descarado, los valores y modos de convivencia constitucionales, sean ignorados y despreciados por los mas altos representantes del ámbito político, representativo e institucional, empeñados en exhibir groseramente lo peor del género humano.
Cuando la ambición de poder no tiene límite y se constituye en argumento de autoridad, cuando la ambición de riqueza derriba las barreras de la delincuencia, cuando la falsedad se convierte en elemento de persuasión o cuando el odio es el combustible que mueve los sentimientos, resulta complejo configurar una visión minimamente esperanzadora de una convivencia armónica en una sociedad habitable.
Así, nuestra sociedad se envilece, cuando en un permanente arranque de exageración, deslegitimamos, desprestigiamos y deshumanizamos a los que no piensan como nosotros, cuando utilizamos los recursos democráticos (partidos políticos incluidos) de modo torticero y fraudulento, adulterando sus mecanismos de elección y control, cuando utilizamos las instituciones públicas para el beneficio personal, o para desviar su función originaria de modo fraudulento, rompiendo torticeramente los principios de cooperación y colaboración, para apuntalar los intereses sectarios o particulares etc.
Mas ciudadanía, mas virtud cívica, mayor apego por el bien común, menos codicia y mas humildad.
De algo si estoy seguro y es de que la persistencia de la tendencia actual solo conduce al desastre. Perdónenme los adeptos al espectáculo zafio a veces delirante y siempre envilecedor. Se que esto no va con ellos. Se bien que su lenguaje es otro y yo prefiero deliberadamente ignorarlo.
Soy consciente de que no es la moda, pero díganme si no merece la pena?
Jesús Penedo.