El párroco de la iglesia de ‘El Salvador’ de Jumilla , D- Joaquín Hernández Latorre, con los mismos bríos derrochados en sus días de gloria y fuego por la Santa Inquisición, en la que él, a tenor de su rango estaría en las escalas menores, saltó oralmente con agilidad felina y con rotundidad de rayo emanado por Júpiter Tonante, exigiendo la dimisión inmediata del concejal de Fiestas del pueblo del PP. Da cierto escalofrió pensar en las reacciones si lo fuera del PSOE o de IU…A estas horas estarían crujiendo los cimientos de la Conferencia Episcopal y sus tramas mediáticas. Tal dimisión, innegociable para el páter de almas obedece a lo que calificó como “una irreverencia y una falta de respeto hacia la iglesia”, (la suya claro)». En posición de firmes y primer tiempo de apunten contra el herético, el sr. Obispo de Cartagena que se supone superior jerárquico del indignado abad, en nota oficial mostró su cólera y total apoyo al vehemente capellán. El delito horrible, que el susodicho concejal, D. Antonio Valero cometió, es haber salido caracterizado de Virgen María montada en un trono y con música propia de la Semana Santa, en la fiesta del sábado por la noche. Y por cierto, de forma muy cuidada.
Seguramente no fue el mayor de los aciertos de dicho concejal en su condición de tal, pero prontamente subsanado al pedir perdón a aquellos sectores ciudadanos con sensibilidad más próxima a los fundamentalistas islamistas en orden al tratamiento de la figura de Mahoma que a los espíritus distendidos y con sentido del humor que propicia D. Carnal. Incluso fue más allá poniendo su cargo a disposición del sr. Alcalde.
D, Joaquín, el párroco, que al parecer se mueve con soltura por las redes sociales descalabra en ellas al hereje (sin presunto siquiera) afirmando que «si somos católicos de forma consecuente, no creo que un alcalde honrado mantenga a un concejal que robe, o que no cumpla con su deber, entonces, ni un alcalde que respeta a sus gobernados tenga a un concejal que insulta a parte de ellos». Por ello «Exijo el cese del concejal por lo ocurrido, si no es así queda retratado el concejal y el alcalde». D. Joaquín (el iracundo párroco) remata la faena recurriendo a la épica… «Si el concejal no es destituido, no participará en ningún festejo del Ayuntamiento». Algo que seguramente tiene su importancia para D. Joaquín, pero quizás sea un alivio para muchos otros.
Sería interesante saber si el celo extremo de D. Joaquín y el de su jefe de filas en Cartagena se extiende a hacer respetar los derechos y la dignidad de gays, lesbianas, divorciados, mujeres con un embarazo no deseado, o a perseguir y facilitar su presentación ante los tribunales ordinarios de aquellos de sus colegas incursos en prácticas pederasticas, por vía de ejemplo. O si acaso, y también al igual que el Concejal popular ha pedido perdón, si ambos estarían dispuestos a hacerlo por las sucesivas ofensas y desafueros que el exceso de poder de su confesión, monopolística en muchos cientos de años de nuestra historia facilito contra el pueblo llano. O, simplemente por vía de ejemplo también, por el fervoroso paseo bajo palio durante 39 años al dictador más sangriento de la historia de España.
Cabe preguntarse si nos hallamos ante una muestra más de los tiempos que corren, de la ola de nacionalcatolicismo que barre impune el país (una ciclogenesisis), al amparo de Gallardones, Wertes y Jorges Fernández con el expreso beneplácito de D. Mariano Rajoy
Si no llegase con el enfermizo hurgar en las alcobas y el vientre de las mujeres del Sr. Gallardón –es de suponer que con escapulario al cuello-, si no llegase con el sometimiento a marginación de una parte importante de la juventud en el acceso a la formación, entregando su textura moral a los predicados del Sr. Rouco y sus colegas corporativos, el Sr. Fernández va medalla en mano condecorando a cada virgen que se encuentra en su camino, caso último, Nuestra Señora María Santísima del Amor y anterior la Virgen del Pilar. Y cuando no hay una virgen a mano bien vale un obispo como el de Palencia (provincia por la que fue elegido el Sr. Cosido Director General de la Policía) o un arzobispo como el Barcelona, o en un gesto democrático a un párroco como el de Algeciras…
Por ello en plenas carnestolendas no extraña que a Don Joaquín le tiente el disfraz de Torquemada, pero poco imbuido de la chanza de la fiesta, se tome en serio el papel ejerciendo como juez y censor en un dilema, irónico, estético, o de oportunidad, que afortunadamente para el sr. Concejal, -los caminos de la Obra del Señor son impredecibles-, puede acabar con la carrera del político, pero parece improbable, por los tiempos que corren, termine en otra pira que la mediática… Con la Iglesia hemos topado…nuevamente.
¿Debiera Don Joaquín (el clérigo) releer en la Biblia, a Mateo 7:1-5, en aquel párrafo que nos ilustra: “¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.”?…E ahí la cuestión.