CERRADA DE MUJERES
Sus ojos, lerdos,
arrastran babas de horas
en un desbarajuste de relojes
amontonados entre barro y piedrecillas
de nadas con mosquitos. Pisa,
zapatillas de nadie sabe cuándo, dónde
o ningún sitio. Y su sonrisa
se resbala del labio gordo y desbordado
y cae
desde otra sonrisa perdida por su aldea
a la que no regresará con veinte años.
Años que se dejó olvidados
en uno de los bancos del paseo.
La sonrisa
cómo se expande en el ser no siendo.
Picarona… aún vives,
aún oyes a los pájaros de entonces.
“Cerrada de mujeres“ se llamó a una sección del Manicomio de Oviedo. Las mujeres estaban recluidas, como bultos solitarios o en grupos, sin hacer nada, mirando a cualquier a parte o sin ver lo que quizá miraban. Cuerpos guardados de la vida real.. Ni dormidas ni despiertas. Esperando nada. Después de Oviedo las encontré en Conxo. Todavía se las puede ver, piedras en las puertas, asombros junto a un árbol solitario. (1915)