Retumban los himnos en mis oídos
un viento helado airea las banderas
mientras ondea y suena, la sordera.
Con letras enfurecidas,
tractores, sin trigo ni avena,
en un otoño, sin cosecha.
Con cantos, de despedida,
se oscurece la tormenta,
la guadaña no es la herramienta
la siega ahonda más la herida,
de aquella nación partida,
que a catalanes enfrenta.
Se despierta la diagonal
abarrotada, y en soledad
calles y plazas anegadas
en otros tiempos, soleadas,
con llantos de su sociedad;
por los gritos que no convergen,
por las telas que la ensombrecen,
sus mástiles son ciudadanos
mecidos por vientos, huracanados.
La gota fría
anhela la sangre no vertida
la gota fría,
siega la cosecha más sombría.
Y el dinero, como las hojas, vuela,
se ríe
de esos renovados coros pueriles,
sonríe.
Los himnos enmascarados
con odios manipulados,
confundieron al amigo
con sus “medios” disfrazados
y le hicieron…enemigo.
Triste paseo triunfal,
hordas de nacionalismo
por una ciudad Condal,
hoces de independentismo
un eco, de lo “mas” feudal.
El verso de la “res pública”:
en sus gritos se hace impúdica;
cuándo se insulta y se brama
se abre el telón de otro drama;
cuándo se incendia la calle
para que él que piensa, calle;
cuando el odio todo inunda,
la cosecha se hace inmunda.
Cuando se desconfía del vecino
y el que insulta, resulta el ofendido,
el himno se ha pervertido;
cuándo la mente se estrecha,
se abren el surco y la brecha;
cuándo el grito se hace ritmo
hemos perdido el sentido.
Los himnos, recuerda, son poemas,
qué lloraron por todas las guerras.