LA VOLUNTAD FEDERAL O «ESO» DE LO QUE NADIE HABLA…-José Ignacio Aymerich Muñoz (*)

…cuando se habla de federalismo. Aclaremos primero que es la voluntad federal, en esencia es la voluntad de la Federación en su conjunto. Aparentemente se diferencia poco de la voluntad general de cualquier Estado democrático. Pero solo aparentemente, porque no se debe olvidar que el término federal proviene del latín foedus, pacto, y no es una cuestión simplemente etimológica, tiene implicaciones más profundas.

El problema no es la voluntad federal en sí, sino como se llega a ella. Valga decir la formación de la voluntad federal. Este es el nudo gordiano de la cuestión, que hace que casi todos los implicados, en el debate sobre nuestro Estado, rehuyan hablar de la voluntad federal.

¿Cómo se forma la voluntad federal en los Estados dignos de tal nombre? En las Cámaras de representación territorial, con distintos nombres, estructuras, formas de elección y atribuciones. El más conocido es el Senado de EEUU, algo menos el Bundesrat (Consejo Federal) alemán. El primero tiene, entre otras competencias,  la última palabra en el nombramiento de muchos cargos federales y maneja el presupuesto federal, el segundo tiene la función, entre otras, de velar por el respeto de las competencias de los Länder, llegando incluso a vetar legislación federal, veto que lleva a una negociación entre ambas Cámaras. Como se puede ver intervienen, de una forma u otra en las decisiones del Gobierno federal, que en algunos casos es de distinto signo político.

Es una forma de contrapoder territorial, que busca que se cumpla, aunque sea parcialmente, aquel deseo de Pi i Margall de que nadie tenga el poder suficiente como para llegar a la tiranía.

Esta es una de las razones de que no se hable de la voluntad federal. El miedo de Madrid una vez más. La creación de un verdadero contrapoder territorial pone los pelos como escarpias a la gran mayoría del establishment madrileño. Pero no solo a los representantes más notorios del centralismo, sino también a aquellos que hablan de federalismo como “nuevo autonomismo”. Tal hizo Pedro Sánchez en una entrevista, realizada por Marta Nebot y publicada recientemente por el diario Público, que transcribo a continuación:

Para acabar: ¿Me cuenta qué es el federalismo del PSOE? ¿En qué consiste?

Es un nuevo autonomismo. Es ordenar las competencias de las comunidades autónomas, de los ayuntamientos, de la administración general del Estado.

Como se puede ver, en la entrevista completa está más desarrollado, solo habla de las competencias de unos y otros, incluso de los Ayuntamientos, pero nada en absoluto de la formación de la voluntad federal.

Esto es evidente y lógico hasta cierto punto. Como diría el Profesor X.M. Beiras “no es que sean ilógicos, es que tienen otra lógica”. Lo que, a primera vista, puede parecer más difícil de entender es la aversión de los nacionalismos periféricos a esa intervención en la formación de la voluntad federal.

Castelao lo explicó meridianamente, es posible que que algún intelectual vasco o catalán también lo haya hecho pero no tengo datos al respecto. Castelao decía que admiraba a P i Margall y su proyecto federal, pero que había olvidado el aspecto nacional. Y añadía, con total crudeza, que, en un Senado de todo el Estado, las naciones con idioma propio serían minoritarias y que eso representaba un peligro para sus culturas. Proponía, como solución, un sistema parecido al federalismo soviético (el único que reconoció el derecho de autodeterminación en su Constitución, dato que siempre se “olvida”). El sistema federal soviético estaba estructurado en varios niveles, las Repúblicas, unas 17, cada República podía subdividirse en Repúblicas autónomas, y éstas a su vez en Regiones autónomas. Castelao, basándose en este esquema, diseñó una República Federal de 4 naciones, Galiza, Euzkadi, Catalunya y España, esta última dividida a su vez en Regiones autónomas.

Otro interesante aporte soviético, la URSS cometió errores pero también “cometió” algunos aciertos, era la distinción entre ciudadanía y nacionalidad. Todos los ciudadanos de la URSS tenían la ciudadanía soviética, pero la nacionalidad era distinta (rusos, ucranianos, uzbekos, kazajos,…).

Hoy los nacionalistas periféricos no hablan, al menos públicamente, de un esquema semejante. Quizá porque si Madrid no quiere ni hablar de un federalismo tradicional, menos lo hará de otro tan heterodoxo.

Y así seguimos. En medio del fuego cruzado de los nacionalismos centrífugos y centrípeto. Insensibles a la interdependencia. A que Estados como el belga hayan recurrido, antes de llegar a la ruptura, a formulas tan profundamente federales como para que Valonia llegase, a través de la formación de la voluntad federal belga, a paralizar temporalmente la aprobación de un Tratado de Libre Comercio de la mismísima UE. O a que en el Reino Unido haya voces que planteen, para evitar la fuga de los escoceses principalmente, una reforma federal que comenzaría, paradojicamente, por la creación de un Parlamento de Inglaterra (el de Westminster es en realidad británico y quedaría, supongo, como Parlamento federal).

¿Qué queda por hacer? Pedagogía, no solo popular, para intentar hacer ver que solo mediante el pacto se puede llegar a una convivencia pacífica. Y que, aunque parezca más insegura por las continuas negociaciones, que supone la renovación permanente del pacto, a largo plazo es más estable y duradera.

(*) Licenciado en CC. Económicas (USC) y Derecho (UNED). Jubilado de NCG, Abogado ya no ejerciente y librepensador mientras el cerebro aguante.

 

 

 

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