¿…UNA «PERSISTENCIA» DE LA MEMORIA…?  Dalia Koira Cornide*

 

“No hay tiempo que no llegue

Ni camino que no se ande.

Si la vida fue corta,

El sufrimiento fue largo”.

D.K.

 

¿Existe el tiempo o es solo una ‘persistencia’ de la memoria?

La Antigua Grecia encontraba la ‘solución’ a muchos de sus interrogantes a través de mitos y leyendas cuyos protagonistas eran dioses y héroes, a través de los cuales han intentado explicar los orígenes del mundo… y el origen de todo aquello que se escapaba a ‘su’ razón.

Chronos (cronoz/kronoz), la personificación del tiempo —del tiempo humano—, dios incorpóreo que envuelve el universo, conduciendo el eterno ‘paso del tiempo’, personificado en un entrañable anciano de largos cabellos y frondosa barba nevada…

¿El paso del tiempo? ¿De qué tiempo?

De un tiempo que no conoce de dioses ni de héroes sino de seres sensibles… reales… que desean aprehender lo intangible…

Más de dos mil quinientos años… y seguimos preguntándonos, ¿qué es el tiempo?

Tal vez… capítulos de nostalgia que estructuran la vida, parcelas oscuras que configuran una existencia en un nebuloso transcurrir de una secuencia… ¿de tiempo? Un tiempo efímero que se diluye ante nuestras inquietudes… metas que nunca se han alcanzado… amistades que no han perdurado… viajes soñados nunca realizados… tantos libros que han quedado por leer… conversaciones sin concluir… promesas sin cumplir… palabras nunca pronunciadas… sentimientos adormecidos…  silencios…

Una inexplicable aflicción brota del interior hacia una inmensa planicie para expandir toda la esencia contenida. La emoción se irradia por los sentidos como ardiente lava recién salida del cráter de un volcán.

Lágrimas — ¡lágrimas del hastío!—, brotan de  apenados ojos y descienden, cálidas —ardientes— por la envejecida piel hasta perderse entre labios sedientos —como arena del desierto— y quebrados —cuarteados como la tierra deshidratada— que, confundidos, perciben el amargo sabor de una existencia que avista horizontes imprecisos y de todo aquello que, en los albores del trayecto, pudo haber sido y se disolvió en el origen del camino… en el tiempo… ¡En su tiempo!

Sueños que de tanto ser soñados pierden el contorno… No habrá tiempo para alcanzar un cuerpo ni tiempo para unos labios besar ni tiempo habrá… para una sombra abrazar… pues la del ciprés es alargada, e infinita, esa de la que nadie se libra —y nos libera—,  pondrá el punto y final a nuestro tiempo.

En el origen del camino —o en su tiempo—,  se confundió la partitura que da forma a la vida…  de un proyecto formado por compases que se amalgaman en tiempos  conjugados en indefinido.

El rasguear de una campana propaga su destemplada cacofonía…  Su tañer es como un lamento que convierte en sombríos los arpegios de cualquier composición.

Yermas son las dichas desdibujadas  en el horizonte, plenas  de infortunios están las sendas, angostos los surcos abiertos en tierra baldía donde solo crece la incomunicación. ¿Se crea en esa atalaya un período tiempo?

¡Oh! ¡El tiempo! ¿Qué es el tiempo? ¿Un ciclo, una etapa… un instante?  Acaso… un concepto subjetivo y no una dimensión… o una forma de intuición que suministra la experiencia… Experiencia de un suceso y de una magnitud…

Comprender el tiempo… un debate sin final que comenzó con los pensadores griegos allá por el siglo V a.C., y la dificultad para definir en qué consiste continua en la actualidad.

La Ciencia —que desechó el mito y la leyenda-los dioses y los héroes—, nos habla de una magnitud física que mide los acontecimientos en un espacio… y lo  secuenciaron —una secuenciación menos compleja que la que intentaron los antiguos griegos— y por ello surgieron, se crearon  términos como pasado y futuro…una clasificación elemental, pero, qué pasa con el presente, dada su durabilidad de un instante que es y deja de serlo en un período de… un instante. Nunca aprehendemos el presente. Se diluye…en una efímera secuencia imperceptible. Sin embargo hablamos del tiempo en tres dimensiones o períodos…  un presente pasado (la memoria), un presente-presente (inestable) una línea tan fina como etérea  y un presente futuro (el devenir).

Medimos el tiempo en función de la duración de un proceso, de un suceso, de un evento…

Nos obsesiona: ganar tiempo, perder tiempo, ahorrar tiempo…

Ganar, perder, ahorrar… ¿cómo?

¿En qué medida lo podríamos   atesorar?

Desde siempre fue una constante preocupación para el ser humano… ¿Pasa el tiempo o pasamos por el tiempo?

Decimos que pasa de manera inexorable porque nos hemos atrevido a medirlo. Podríamos verlo desde el punto de vista de cada individuo—de una forma más vulgar—  aparcando toda influencia filosófica y científica y tomando al humano como sujeto… hacedor.  Hagámonos la pregunta: ¿No será el individuo el que va ‘haciendo su tiempo’ en el acontecer de su historia?

Nuestra mente —según unas teorías— es un pergamino en blanco y va recopilando información del medio…; para otros teóricos, todo está en el mundo de las ideas, nuestra mente solo hace recordar… Afloran en el espacio ‘mente’  y ‘crean un tiempo’, cada uno su propio tiempo, lo mismo que ‘se hace camino al andar’.

Hacemos un camino que se va cerrando al hollar, la invisibilidad que se cierra sobre la existencia de unos actos que son un instante y al siguiente han dejado de serlo: un movimiento en sí mismo. Todo cambia, nada permanece. En una décima de segundo sufre una mutación, una transformación que no percibimos en el instante y al instante… ya es pasado.

Lo misterioso del tiempo —un peregrinar no eterno—una ‘magnitud’  que no podemos aprehender, sella la  decadencia  menguando las facultades y de manera inexorable nos abraza la senectud… Somos  entes cambiantes en una unidad  llamada tiempo y después de veinticinco siglos, seguimos preguntando:

¿Qué es el tiempo?

…¿Una ‘persistencia’ de la memoria, una ilusión… que una vez agotada, fenece?

 

 

*Dalia Koira Cornide es Licenciada en Pedagogía

 

 

 

 

 

 

 

Acerca de Contraposición

Un Foro de Estudios Políticos (FEP) que aspira a centrar el debate sobre los diversos temas que afectan a la sociedad desde la transversalidad, la tolerancia, la libertad de expresión y opinión. Desvinculado de corrientes políticas o ideologías organizadas, pero abierto a todas en general, desde su vocación de Librepensamiento, solo fija como límite de expresión, el respeto a las personas y a la convivencia democrática. El FEP se siente vinculado a los valores republicanos, laicos y civilistas como base de una sociedad de librepensadores sólidamente enraizada en los principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
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