APRENDER … Y ENSEÑAR…María Purificación Nogueira Domínguez

Era un día frío, maquillado por una bruma que velaba aquel cielo azul asturiano, y pintaba tonos grises en las adoquinadas calles de Gijón. Ella tenía dieciocho años, y los conocimientos adquiridos a través de sus padres, de sus amigos, de los desconocidos, y de la vida que había visto en las calles de aquella España… moribunda de racionalidad, asesina de igualdad y psicótica de intelectualidad. Una España falta de solidaridad, de bienestar general, en donde unos pocos vivían bien… y unos muchos morían mal. Ella y sus padres estaban hospedados en la pensión del tío Víctor, para asistir a su entierro, el hermano de su padre que había vivido de okupa en el fascismo, simulando ser simpatizante del régimen, y que, en la clandestinidad de su pensión, escondía a aquellos intelectuales, artistas, anarquistas, a aquellos “rojos”, a quienes el oligarca, y sus esbirros, consideraba que extinguirlos era vital para crear nación. El tío Víctor en su “ papel” de sumiso hostelero, en unas habitaciones daba cobijo a los esbirros del dictador, consiguiendo información, para en las otras esconder a todos aquellos cuyos rojos nombres… estaban escritos en una lista de prioritaria aniquilación. El tío Víctor era un rojo, muy rojo, vestido de azul… Era un espía, sí, y un gran señor.
Era un día frío… un 20 de Noviembre de 1975. Y mientras todos lloraban y acompañaban al tío Víctor, que dormía para siempre en una caja sin cruz, vestido con traje negro y corbata roja, en la habitación contigua, ella y su padre miraban la pantalla del televisor, que, en tono dramático, comunicaba que había muerto el dictador. Había muerto en su cama, sin violencia, y seguro… que sin dolor. Madrid se vestía de luto… y ella sonrió, y preguntó a su padre: “¿Y ahora qué, papá?” Su padre la miró y le contestó: “Ahora hay que aprender a ser … Libres”. Y no sonrió, no.
Las calles de Gijón se engalanaron de sonrisas, de alegría, la gente iba de un abrazo al otro, de una esperanza a la otra. Era el delirio de una muerte muy deseada, de una ida muy esperada… de muchos años de sufrimiento, de mucha muerte y mucho dolor. Era el fin de una era de terror. Su padre se acercó a la cara del tío Víctor, lo besó y le susurró: “Se ha terminado Víctor, ha muerto Paco el Dictador”. Y todos vieron como una sonrisa se dibujaba en su rostro, una sonrisa que lo acompañó hasta que su cajita de sueño eterno se cerró.
Habían pasado cuarenta años desde la muerte del tío Víctor… y de El Dictador. Cuarenta años de esperanzas, de perfumarse de libertad sin ira, de cantar a la igualdad, de escribir cartas de amor a la fraternidad. Cuarenta años de Democracia… y ella caminaba por aquel cementerio, había vuelto a Gijón… para llevar flores al tío Víctor, y a su padre… que pocos meses después falleció. Caminaba a la sombra de las cruces porque hacía mucho calor. Las flores empezaban a bajar la cabeza, más en señal de duelo… que por exceso de sol. Allí estaban su padre y el tío Víctor… que no llegaron a disfrutar la Libertad y su olor. Ella se arrodilló entre ambas tumbas y muy bajito les dijo: “Hola, tío. Hola papá… tenías razón, teníamos que aprender y enseñar a ser libres, teníamos que haber mirado mejor en la tumba del dictador, porque, aunque su cadáver sigue ahí, él está en la mente y en el hacer de una democracia… que no es más que el sudario de una muerte que nunca ocurrió. Seguimos siendo esclavos, papá, seguimos siendo manipulados, seguimos sin poder distinguir la igualdad, la fraternidad, seguimos escuchando los latidos del dictador que, dicen, murió de insuficiencia cardíaca, pero lo hizo de insuficiencia de alma, dignidad y honor, igual que esta democracia insuficiente, maquillada de todos… y ningún color. Papá, no hemos aprendido… y no podemos enseñar. Disculpa si te he herido, querido progenitor, pero el grito de Libertad de William Wallace, todavía … todavía no se escuchó”.

 

Acerca de Contraposición

Un Foro de Estudios Políticos (FEP) que aspira a centrar el debate sobre los diversos temas que afectan a la sociedad desde la transversalidad, la tolerancia, la libertad de expresión y opinión. Desvinculado de corrientes políticas o ideologías organizadas, pero abierto a todas en general, desde su vocación de Librepensamiento, solo fija como límite de expresión, el respeto a las personas y a la convivencia democrática. El FEP se siente vinculado a los valores republicanos, laicos y civilistas como base de una sociedad de librepensadores sólidamente enraizada en los principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
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