LA CHARANGA Y LA  PANDERETA INGRESAN EN LA CÁRCEL.-Antonio Campos Romay*

Contemplar entrar en la carcel a alguien no es motivo de especial satisfacción. Es simplemente constatar que una sociedad enferma necesita terapia en la persona de uno  de sus actores. Lo que si indigna de forma especial, es que quien entra sea un individuo con alto nivel académico, que alcanzó reconocimiento en momentos de su periplo vital por parte de muchos compatriotas, gozó siempre de una posición acomodada y a quien la ciudadanía retribuyó su trabajo con altísima generosidad.

Un individuo que teniendo como estipendio varios cientos de veces el salario mínimo con el que se asfixia al trabajador por cuenta ajena, y teniéndolo con cargo a los presupuestos, nutridos en su mayor parte con el sacrificio y sudor de los que menos tienen, sea un vulgar ladron, un fullero, una rata codiciosa con desenfrenada afición por el dinero ajeno.

Alguien que con desvergüenza supina se reclama pomposamente como patriota español, Al que España envió con amplio respaldo del arco parlamentario a una institución económica internacional del máximo relieve, y que devino en vulgar delincuente, arrastrando por el fango el nombre de su país.

Un corrupto que siempre pretendió escudar su desvergüenza en insolencia chulesca, hasta que consideró oportuno a la puerta de la cárcel, con miserable cobardía, apelar a los sentimientos pidiendo perdón con hipocresía cínica, en busca de la empatía de la gente decente. Algo que el nunca mostró en su práctica de manilargo soberbio que se consideraba impune ante cualquier avatar.

Fue el Vicepresidente primero del Gobierno de España del que era Presidente un sujeto que en su delirio de soberbia realizó la boda de una hija en El Escorial en cutre parodia de fastos imperiales fronterizos al ridículo más absoluto, con lo que era simplemente Corte de los Milagros, Que en una gran mayoría terminó ante la justicia por saqueadores de lo público, incluyendo los que financiaban el bodorrio.

Quien ha entrado en la cárcel como lo que es, un delincuente y un ladrón, no es sino el icono que visualiza la razón de una sociedad desalentada. La muestra de mayor relieve de la pústula de la corrrupción que convirtió al Partido Popular en la primera organización política señalada por los jueces como organización articulada para delinquir. La única razón, -y no otras peregrinas y miserables-, para llevarse por delante el gobierno de un Presidente que a otro notorio delincuente le enviaba ánimos diciéndole “sé fuerte Luis”, se reconfortaba diciendo “viva el vino” y reconocía con su peculiar fluidez de ideas, “Todo lo que se refiere a mí y a los compañeros del partido no es cierto, salvo alguna cosa que han publicado los medios”. Alguien que al ser expulsado del gobierno por una amplia mayoría de la Cámara, el primero en democracia, dejaba tras de sí un daño en la línea de flotación de la credibilidad de esta, de difícil reparación.

Una organización que sistematizó que los fondos públicos desviados por alcantarillas putrefactas eran para saciar la codicia de los corruptos con increíble impudicia. Y que en consecuencia no dudó en golpear a la ciudadanía en crueles recortes de sus derechos económicos y sociales, dinamitando el incipiente estado de bienestar. Que desde la época de la presidencia “del padre de la contrayente”, asaltó con sedienta cleptocracia las empresas públicas para entregarlas en sustanciosas rodajas a amiguetes y compinches con la factura de los hechos de mano  del delincuente que acaba de ingresar en prisión.

Desmantelar lo público y saquearlo, esto si es un auténtico GOLPE AL ESTADO. Al estado de bienestar, al patrimonio común de la ciudadanía y a su calidad de vida. Esto debiera  saberlo el pupilo del “padre de la novia” cuando en soflama desquiciada, habla de golpismo y golpistas. Cuando perdiendo los últimos vestigios de cordura y saltándose el cortafuego que separa la dureza legítima de un debate parlamentario, pasa a la procacidad tabernaria y al comportamiento de los fondos ultras de los estadios, calificando al Sr. Presidente del Gobierno como golpista.

La miopía reaccionaria en la que se empodera abusivo el meritorio del “padre de la novia”, -lo más tosco de los postulados de una derecha que se avergüenza de ser derecha-, (moderna, democrática y europeísta), y su empeño a machamartillo de la defensa de los  privilegios por los sectores más insolidarios en lo económico, lo político y lo confesional, le conduce a una diarrea discursiva que provoca el mismo grado de vergüenza colectiva que el caso del Vicepresidente ladrón.

Uno de los datos que nos refiere el nivel de corrupción de un país reside en la conciencia de ello que tienen sus ciudadanas y ciudadanos. Aquí es la ciudadanía la que sitúa esta como primer problema tras el paro. Y no lejos en degradada credibilidad, a los políticos y las formaciones políticas. La honestidad civil es una forma de convivir que junto a la justicia, se exige como valor  indispensable para que las relaciones humanas se desenvuelvan en un ambiente de confianza y armonía.

El implementar estrategias en aras de recuperar la honestidad y la transparencia es uno de los mayores retos derivados de la moción de censura. Acometer desde un gobierno honesto, políticas de transparencia y de atender las demandas de la sociedad en la recomposición del tejido destruido de solidaridad y justicia social. Es un compromiso indeclinable que se está afrontando en el más complejo de los escenarios. Una senda nada fácil que provoca la reacción más brutal de quienes de la impunidad, la corrupción el pillaje y la rapiña hacen industria.

La corrupción produce un inmenso daño social, pues atraviesa todos los sectores. Frente  a ello solo cabe ser infatigables en fomentar la transparencia y la honradez. Devolviendo un clima de confianza y seguridad, que sean cimientos de una autentica sociedad democrática.

*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia

 

Acerca de Contraposición

Un Foro de Estudios Políticos (FEP) que aspira a centrar el debate sobre los diversos temas que afectan a la sociedad desde la transversalidad, la tolerancia, la libertad de expresión y opinión. Desvinculado de corrientes políticas o ideologías organizadas, pero abierto a todas en general, desde su vocación de Librepensamiento, solo fija como límite de expresión, el respeto a las personas y a la convivencia democrática. El FEP se siente vinculado a los valores republicanos, laicos y civilistas como base de una sociedad de librepensadores sólidamente enraizada en los principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
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