Valle-Inclán, autor de origen gallego, tituló como «El Ruedo Ibérico» una serie de tres trilogías de novelas. Por desgracia solo concluyó la primera, en la que satirizó sobre el reinado de Isabel II, las otras dos, que continuaban la Historia, quedaron en el tintero.
A estas alturas de la Historia, con una «fiesta» «nacional» de capa caída, nunca mejor dicho, hablar de «Ruedo» sería incomprensible para muchos jóvenes. Por eso, seamos modernos, de momento luego ya se verá, y hablemos de rotondas.
Puede parecer una rareza hablar de rotondas con el tráfico rodado casi paralizado. Pero quizá sea el momento en que el personal puede reflexionar con cierta calma sobre ciertas cuestiones.
Para empezar a entrar en materia contaré mi experiencia con las rotondas. En 1989, el siglo pasado vaya, compramos una caravana para recorrer parte de Europa. Fue en Francia, lugar de paso obligado para salir por tierra de la Península, donde vi mi primera rotonda. Afortunadamente estaba casi vacía. Iba a tomar la segunda salida y no sabía como circular. Así que apliqué la norma de «circular por la derecha, adelantar por la izquierda». Cuando estábamos haciendo pasar nuestros diez metros de vehículo, por delante de la primera salida, oímos unos sonoros bocinazos y vimos, a nuestra izquierda, un conductor francés que señalaba frenéticamente hacia el carril interior, porque quería dirigirse a la salida que bloqueábamos. La cuestión se resolvió circulando el otro vehículo alrededor de la rotonda hasta que liberamos la primera salida. Llegamos a la conclusión de que la norma general no era aplicable allí, y resolvimos observar a los conductores autóctonos.
Vimos que la norma era usar el carril derecho, el exterior, solo para acceder a la salida que se quería tomar. Mientras que el desplazamiento por la rotonda, para acceder a salidas más alejadas, debía hacerse por el carril de la izquierda, o interior. Aplicamos esa norma en el resto de países, que atravesamos esos años, sin problemas. Incluso era válida en el siempre original Reino Unido. Aunque allí había que circular en el sentido de las agujas del reloj. La cosa era tan extraña que estaba indicada con enormes, más incluso que las de las autopistas, señales de sentido obligatorio.
Creí estar preparado para circular por las rotondas después de todo este aprendizaje. Craso error. Cuando se empezaron a construir rotondas en España, a nadie se le ocurrió explicar como se circula por ellas. Y los conductores, como hice yo en su día, empezaron a aplicar la norma general. De alguna manera las rotondas quedaban inutilizadas. Lo peor es que muchos terqueaban, como buenos «mucho españoles», que es así como se circula, de nada valía mi experiencia. Parecía ser el resto de los europeos quien circulaba mal.
Observar a los, cada vez mas escasos, coches de autoescuela es deprimente. Fieles a su lema, de no complicarle excesivamente la vida a los alumnos, les hacen seguir la norma general. Con el resultado de bloquear las rotondas.
El problema no es la discusión, si no la realización práctica de la opinión errónea. La esperanza es que las policías sí circulan correctamente. Esperemos que, muy poco a poco, su ejemplo y las instrucciones que dan los programas de guía mediante GPS, vayan surtiendo efecto. Yo, por mi parte, pongo mi granito de arena circulando correctamente y explicando a otros conductores, como hace unos días a un taxista, la cuestión.
¿Y qué pinta esta explicación en un blog como éste? Pues aparte de seguir poniendo mi modesto grano de arena, llamar la atención de que muchos políticos no saben «circular por las rotondas» y, empecinados en seguir la «norma general», bloquean las salidas a los demás inutilizando las rotondas, atascando el trafico fluido. Creo que los demás deberíamos ser como aquel conductor francés, que nos indicaba el camino correcto, y explicarles que mientras no salgamos de la rotonda la «norma general» queda en suspenso.
*José I. Aymerich Muñoz, Licenciado en CC. Económicas (USC) y Máster (titulo original Licenciado) en Derecho (UNED). Jubilado de NCG, Abogado ya no ejerciente y librepensador mientras el cerebro aguante.