LAS ESPAÑA  DE LAS CACEROLAS, CERRADO Y SACRISTÍA…Antonio Campos Romay*

Ante lo que estamos viviendo cabría evocar a Baudelaire, para mentes bienpensantes el poeta maldito, “Sobre el fondo de mis noches, Dios, con su dedo sabio, /dibuja una pesadilla multiforme y sin tregua”…

La corono-pijería con el riñón cubierto esgrime las cacerolas, reclamando libertad para cercenar la libertad. La cursilería de insolidaridad brutal, los cutres fantoches con bandera de cruzada y fanfarria de granaderos, surgen como polichinelas apergaminados en el fascismo más rancio. Replicantes zafios de las caceroladas con que los barrios altos de Santiago de Chile a principios de los setenta batían con partitura de la CIA contra Salvador Allende… La “alta sociedad”  orquestaban con sus cacerolas  el primer asalto contra el gobierno de coalición chileno…Rugían como hienas contra las medidas gubernamentales, mientras sus alacenas y neveras rebosaban en medio del desabastecimiento provocado por acaparadores. Por cierto aquel proceso terminó con el escueto comunicado de un militar traidor al felón Pinochet: “Misión cumplida. Moneda tomada. Presidente muerto”.

Mientras rompen la solidaridad social frente a la pandemia, propician con irresponsable indiferencia la expansión del virus, “un ratito por la tarde”, con la bendición e incitación de la autoridad, por supuesto “popular”… Mientras “la milla de oro madrileña” defiende desquiciada sus privilegios y granjerías, sus rencores y clasismo, la mesocracia se desliza con silenciosa dignidad herida por una oscura pendiente hacia los comedores sociales, donde ya los más desfavorecidos  hacen cola…

Las palabras en ciertas bocas pierden su valor balsámico. Dejan de ser herramientas para construir espacios de encuentro. De mecanismo para plasmar de forma racional emociones y sentimientos, de don con capacidad de brindar fragancia y poesía, se convierte en bocas infames, en espacio para el odio, la difamación y la injuria. Energúmenos que la usan, no para exponer sus tesis, sino para despreciar  cualquier tesis de un gobierno que odian más que el virus. Su cruzada no es contra la pandemia, es contra la solidaridad y quien pueda objetivamente proponerla.

Se usa la palabra de forma torticera para arrojar un gobierno de su camino. Un camino arduo, complejo, trazado para frenar los efectos de la pandemia, intentando paliar ante todo los dramas sociales que de ella se derivan, evitando que nadie se quede atrás.

Se usa la palabra para mentir y calumniar diciendo que en España no hay libertad. Que se sustrae el derecho a la información. Que la libertad de prensa está en riesgo. Incluso la de la práctica de cultos. Que se gesta una dictadura desde el gobierno. Que se violentan los derechos de la ciudadanía. Lo dicen los que quieren reescribir la historia, robar la memoria y obtener desde sus conjuraciones en las sombras con sus altavoces mediáticos y poderes fácticos, lo que las urnas llevan negándole tras varias elecciones.

Son aquellos a los que solo les guía el histerismo de su ansia turbia, de oponerse a una política de progreso y equidad social. Anhelan resucitar la “operación Armada” vestida de gobierno de concentración nacional. Los que sabiendo lo invendible de una drástica solución Franco en tiempos de UE y redes sociales, se conformarían con un sinuoso primo-riverismo actualizado y con similar “patronazgo” al de 1923.

Frente a la amenaza de los fantasmas de un pasado tenebroso, solo cabe confiar en la España solidaria y de la idea. Capaz de alborear un horizonte de esperanza e incluyente ante un estado de postración y angustia.

 

*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia

 

Acerca de Contraposición

Un Foro de Estudios Políticos (FEP) que aspira a centrar el debate sobre los diversos temas que afectan a la sociedad desde la transversalidad, la tolerancia, la libertad de expresión y opinión. Desvinculado de corrientes políticas o ideologías organizadas, pero abierto a todas en general, desde su vocación de Librepensamiento, solo fija como límite de expresión, el respeto a las personas y a la convivencia democrática. El FEP se siente vinculado a los valores republicanos, laicos y civilistas como base de una sociedad de librepensadores sólidamente enraizada en los principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
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