
La discriminación de personas por razón de orientación sexual, mediante su estigmatización, es un manifiesto atentado a los Derechos humanos, consagrados en la Declaración Univesal de Derechos Humanos de la ONU de 1948 (Abreviadamente DUDH).
La mayoría de los países de la Unión Europea, han ido incorporando a sus legislaciones nacionales, medidas tanto de promoción de la garantía de respeto de los derechos de las personas homosexuales, como de normalización de la integración de las personas homosexuales sin rechazos, incomprensiones o valoraciones peyorativas.
Pero la Hungría de Viktor Orban, cada vez mas próxima a los postulados de la Rusia de Putin o de la Bielorrusia de Lukashenko, amenaza con una involución en derechos, que no parecían ya tener dudas. Otro tanto amenaza a la Polonia gobernada por los ultraconservadores de Ley y Justicia.
Hungría, Polonia y las manifestaciones ultraconservadoras de sus gobiernos, podrían ser episodios aislados mas o menos pintorescos, de no ser porque la interconexión e interrelación de personas de diversos países, configura la necesidad de armonizarse, de buscar la convivencia y limitar las peculiaridades, máxime cuando se concretan el el grotesco desprecio de los derechos universales.
Y aquí entra en juego y nunca mejor dicho, el futbol. El futbol, podría pasar por ser un deporte, si no fuera porque mueve economías gigantescas, porque arrastra masas ingentes de personas, genera grandísimas pasiones y sirve de trampolín y refugio, a algún que otro dirigente canalla y las hemerotecas remito.
Las estructuras federativas y profesionales tanto estatales como supranacionales, son entramados poderosísimos no siempre manejados con la honestidad y la decencia que debería exigirse. Recuérdense los casos de corrupción grave, relacionados con la designación de sedes y los dirigentes que resultaron encausados por ello. Imagínese el dinero que se mueve en las esferas transnacionales, la opacidad y la complejidad con la que se mueve y no les resultará difícil imaginar en que manos va finalmente recalando mas o menos impunemente.
Naturalmente, sus dirigentes declaran apolíticas sus estructuras, como signo de neutralidad; una forma sutil de declarar su “negocio” inmune a la política y supongo que con ello, a la ley y siacaso a la justicia.
Este es el contexto que ilustra la negativa de la UEFA a autorizar a la municipalidad de Munich a iluminar el Allianz Arena con los colores del arco iris, reivindicando el respeto de los derechos humanos en Hungría. Negativa que por su justificación de apolítica, entra de lleno en la comprensión o connivencia de la UEFA, con la vulneración en Hungría de aquellos derechos universales.
No sorprende que los futbolistas homosexuales, se resistan a salir del armario. En las estructuras dirigentes del futbol profesional, no interesan los derechos humanos, o lo que es peor, se rechaza su promoción y su protección.
Si a nivel de estructuras orgánicas, a juzgar por los casos conocidos, es fácil intuir que están manejadas o al menos infiltradas de canallas, en el nivel de aficionados, son conocidos los grupos ultras en algunos casos mas o menos tolerados, cuando no directamente protegidos por los clubs, que a su condición de violentos suman la presencia de homofobia y modos diversos de racismo etc.
Sería bueno que cuando la ciudadanía se emociona con los colores de su equipo, ya sea este nacional o privado, pensase también el el intramundo que alberga esa auténtica canalla, tan poco ejemplar y tan perniciosa para una sociedad pacífica y democrática.
De la connivencia de los poderes públicos y de las relaciones que se traban y se manejan en los palcos VIP de los equipos ricos, hablamos otro dia. Esto es otro deporte.