
La sociedad española está siendo polarizada con perversa eficacia por un poderoso aparato mediático en complicidad con posicionamientos políticos reaccionarios que apenas ocultan su objetivo cardinal, derribar el Gobierno progresista. Y con ello, vengar el rencor acumulado por una moción de censura que desplazó de la Moncloa, (que no de muchos resortes del poder) a un partido anegado por la corrupción y reprochado por la Justicia, convirtiendo al Sr. M punto Rajoy en el primer presidente de la democracia expulsado de su cargo por tal motivo.
La polarización alcanza, en un escenario escaso de pulcritud en las formas, los brutales dislates conque el vicepresidente castellanoleonés de VOX debuta en el Parlamento regional en el ejercicio de sus funciones. Por cierto, limitadas a llevarse un suculento salario a casa cada fin de mes. Carga desquiciado contra los derechos civiles, la dignidad de la representación pública o contra la limitación física de una procuradora, dejando claro la textura moral de su organización y también la del presidente “popular” Sr. Mañueco y de su partido.
No contribuye a disminuir la polarización actuaciones que producen perplejidad absoluta. Una Sala del Tribunal Supremo se corrige a sí misma en una posición adoptada hace apenas cuatro meses. Aparenta la razón más sólida del cambio, su composición alterada por la salida de una de sus magistradas y la entrada de otra, provocando un vuelco en la percepción y sensibilidad de la mayoría de la Sala.
Al tratarse el tema de indultos del Gobierno referidos a unos políticos independentistas, parece difícil no constatar una acción, -que más allá de la inseguridad jurídica que dibuja-, representa menoscabo de la legitimidad del gobierno para adoptar decisiones que le son propias en favor del interés público. Semeja invasión de un poder del Estado en la funciones de otro, agraviando la separación de estos predicada por Montesquieu.
Es curioso observar como la polarización se orquesta sin el menor recato en aras de lo particular frente el interés común. Los sectores ultramontanos y los tentáculos que les apoyan en su cruzada, no dudan reabrir debates zanjados y con legado de mayores cotas de armonía.
Lo hacen justo cuando la política del gobierno del Sr. Sánchez y la propia reflexión de la sociedad catalana expresa, según registra el sondeo periódico de la Generalitat, que el respaldo a la secesión cae al 38%, su nivel más bajo desde 2014.
Con motivo de la bochornosa presencia de uno de los miembros de la dupla coronada que ocupa la Jefatura del Estado, se dijo por más de un comentarista, que Juan Carlos I, con su comportamiento, era una máquina de fabricar republicanos. Aceptando que haya mucho de cierto en ello, cabe señalar como fabrica de separatistas a los sectores políticos reaccionarios que espoleando una parte de la sociedad sensible a sus argumentos toscos y mendaces, hurgando en pulsiones viscerales. Buen ejemplo fue la presidencia de M punto Rajoy.
Algo que no es nuevo y nos llevaría a los tortuosos comportamientos ante el terrorismo de ETA, su uso tosco como arma política, y la poca claridad y lealtad de los sectores ultraconservadores en el largo camino hacia la disolución de la banda terrorista. Es doloroso para España que una derecha tan alejada de los estándares conservadores europeos y tan próxima a posiciones donde esta pierde su casto nombre, siga apostando a “cuanto peor, mejor para nosotros”. Dicho desde la convicción de que el monopolio del poder les corresponde por derecho propio, otorgado por Dios y por la Historia.
Es escalofriante observar el criterio de polarizar a la ciudadanía para sacar réditos, traicionando los intereses de España y de la sociedad. Y no menos alarmante la hipocresía meliflua del Sr Feijoo, halcón disfrazado de paloma, actuando al alimón con la halcón hembra disfrazada de paloma tabernaria y pandillera, encarnando la oferta de futuro de este país. Futuro que se cimenta en lo más oscuro e insolidario de nuestro pasado.
Esta es la alternativa a un Gobierno de Progreso. Un gobierno que sumó aciertos substantivos en medio de los peores escenarios posibles. Pero que se opaca en los desaciertos de comunicación de sus logros. Y se erosiona en escaramuzas intestinas lamentables, que arriesgan su credibilidad.
*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.