
Si algo puede definir el periodo presidencial de D. Pedro Sánchez, sería la tormenta perfecta. Navegar en una conjunción de elementos borrascosos siempre con nave precaria y con una tripulación en no pocas ocasiones remando con ritmo distinto. En tales condiciones cabe reconocerle razonable tesón y tino manejando el timón de la nave en tan revuelta travesía.
En 2018 el sistema democrático adolecía de la inestabilidad política que suponía la agonía de un PP gobernando acosado por la corrupción que lo carcomía refrendada por duras sentencias judiciales. A la par, la insostenible posición de un presidente sin la autoridad moral requerida para el ejercicio de su magistratura. Eso fue lo que por primera vez en democracia hizo cuajar exitosamente una moción de censura contra un Presidente de Gobierno.
Se abría un periodo que gozó de todos los ingredientes posibles para un ejercicio frenético de la política. Tras dos elecciones generales a lo largo de 2019 será en enero de 2020 cuando la XIV Legislatura del Congreso de los Diputados otorgue su confianza al Sr. Sánchez por mayoría simple en la segunda votación del debate de investidura.
Tras consensuar una ruta para la legislatura conciliada con diversas formaciones de la Cámara, el PSOE y UP, superando sus diferencias, dan forma al primer Gobierno de Coalición de España. Un gobierno que surge con voluntad feminista, de progreso, transformación y dinamización de la escena política española. Una ambición compleja que en diversos momentos enfrentará a los socios en debates sobre el ritmo y la densidad de las iniciativas subyaciendo el eterno dilema entre lo deseable y lo posible. Casi siempre resueltos y casi nunca de forma fácil.
Todo ello en un escenario que aun siendo típico de las derechas españolas cuando se ven privadas de ostentar un poder que creen les corresponde por mandato divino, alcanzó cotas de crispación no vividas hasta el momento. Desde el minuto cero asoma la oposición más montaraz. Sin solución de continuidad entre la derecha la derecha extrema y la extrema derecha. Arropada por sus hooligans mediáticos, tachan sin rubor el mecanismo constitucional de la moción de censura como fórmula deslegitimada de acceder al gobierno. Agotan hasta la extenuación insultos, difamaciones, mentiras (tan burdas que provocan vergüenza ajena), calumnias… Todo ello en medio de un grotesco ruido que recuerda un equipo de futbol sin ideas cuyo único recurso es el juego sucio plagado de zancadillas y patadas.
Ante la experiencia que dejó el manejo de la Gran Estafa por la derecha, con el saqueo frontal de estado de bienestar, el deterioro de los derechos sociales, y la dolorosa brecha social dejada en herencia, produce escalofríos pensar que todas las vicisitudes habidas en estos años (superación de mancillada situación institucional, pandemia, crisis económica derivada, el desastre de La Palma una guerra en el contexto europeo con cruel impacto humano y económico), hubiese estado su gestión en manos de políticas ultra-liberales únicamente implementadas con ánimo de explotación y daño del interés común.
Las políticas sociales de todo tipo que aliviaron el tránsito por una realidad candente e inesperada vieron la luz teniendo siempre enfrente, con determinación iracunda, a la derecha extrema amalgamada y muy condicionada, por la extrema derecha.
Políticas posibles merced a la novísima experiencia de un gobierno de coalición progresista. Y sin duda, por la determinación de su presidente, que hubo de lidiar con alguna intemperancia de sus coaligados, pero también con la de muy concretos miembros de su formación política. Especialmente dolorosa por proceder de quienes cabría esperar que tras su paso por esferas de poder debieran atinar más en su comedimiento y prudencia en su situación de eméritos.
Cuatro años distintos que contemplaron fulgores y caídas. Donde el parlamentarismo que preside la política española se vio profundamente alterado en orden a la tónica de décadas anteriores. Y que debió tomar conciencia de la peligrosa ingenuidad de suponer que estábamos vacunados de la patología fascista tras haberla sufrido en los años de piedra.
Cuatro años que dejan un balance positivo en líneas generales. Donde por vía de ejemplo la consecución de fondos europeos para nuestra recuperación económica y bajar de los tres millones de desempleados por primera vez desde 2008 no es referencia menor. Pero quedan no pocos interrogantes. Y con ellos, la sospecha de que una gestión razonable no siempre premia a los actores de la misma. Y que de atender a muestras demoscópicas más o menos fiables, se podría confirmar que el hombre y la mujer, son los únicos animales capaces de tropezar dos veces en la misma piedra.
*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.