
Hay un grupo determinado de periodistas y tertulianos que pululan en medios de comunicación al servicio de los poderes políticos, económicos y confesionales cuya representación parlamentaria e institucional se articula a través de formaciones de la derecha extrema y la extrema derecha cuya actividad febril aparenta comienza a dar frutos.
Su tarea es incitar al odio y a la insumisión contra el gobierno democrático con bulos, mentiras y noticias falsas sin el mínimo pudor. Todo es válido al servicio del objetivo común: derrocar al gobierno democrático salido de una mayoría parlamentaria en Congreso conforme a los cánones constitucionales.
En ello se empeñan creando, – con la constancia que proponía el ministro nazi de Propaganda, Joseph Goebbels-, un estado de opinión en la ciudadanía de deterioro de las instituciones democráticas y de la acción de gobierno socavando especialmente la figura de su Presidente. En su defecto, caso de no conseguir hacer naufragar la mayoría parlamentaria, su objetivo secundario es volcar la opinión pública hacia posiciones reaccionarias condicionando el sentido del voto, apoyándose para ello en la ola de fundamentalismo que barre diversas sociedades,
La Fiscalía General del Estado debiera tener presente entre sus inquietudes, iniciando de oficio las oportunas diligencias, dentro de un exquisito respeto a la libertad de prensa como no podría ser de otra forma, contra las prácticas abiertamente dolosas, difamadoras, facinerosas e injuriantes, perfectamente comprobadas y establecidas y que son práctica cotidiana en quienes actúan como altavoces de los grupos de poder factico que los inspiran.
Bajo la sagrada libertad de prensa que ha de ser pilar fundamental de un estado democrático se emboscan comportamientos propios de la prensa y propaganda del régimen fascista. Está claro que el mayor fracaso de la Transición fue no conseguir hacer calar la democracia y el respeto a sus reglas de comportamiento en los sectores vinculados al franquismo.
Se evidenció con el transcurso del tiempo la falta de ruptura con la ideología franquista en el partido llamado a acoger una derecha y centro derecha democrática y europeítas con sentido de estado, el Partido Popular. En su seno cada día se hizo más evidente que su sector más reaccionario iba imponiendo sus postulados. Incluso del mismo se desgajó una corriente abiertamente integrada en una formación de extrema derecha muy cómoda en evidenciarse como tal. Lo cual determinó una deriva hacia posiciones abiertamente antisistema y ajenas al interés colectivo nacional y mucho menos a las demandas populares.
Esta derecha española nacida de manos de dirigentes franquistas ha sido incapaz de romper sus lazos con la dictadura, a diferencia de países sometidos en el pasado a la bota fascista como Alemania, Italia o Portugal. Incluso dentro del ámbito de autonomías con partidos de derecha conservadora en su territorio, carecen de cualquier ligazón con la dictadura aunque algunos de sus miembros hayan tenido en algún momento vinculación a ella.
Hoy en España, como sucede en varios países occidentales incluyendo a EE.UU tiene un problema de regresión de los valores democráticos por intereses de poderes económicos sin escrúpulos dispuestos a todo por sus mantener actividad especuladora.
Es desolador ver en Francia el protagonismo de Marine Le Pen, en Italia con Fratelli d’Italia, en EEUU con el evidente ascenso de Trump, sin perder de vista a Boris Johnson, el todavía primer ministro británico y su presunta sucesora.
Una alarma justificada cuando para poner final a una democracia representativa no son necesarios carros de combate en las calles ni piquetes de soldados. Llega con la manipulación de los mercados, un buen sistema informático, la incuria o el comportamiento sesgado del poder judicial y una maquinaria mediática debidamente engrasada y tenaz.
*Jesus Pedreira Mirás ha sido concejal en el Concello de Ordenes.