DIOS GUARDE A USTED MUCHOS AÑOS…

Por María Purificación Nogueira Domínguez

Julia… sentada en la silla de su despacho, esperaba la llegada de Luisito. Tras su puerta, los obreros de la fábrica aguardaban con idéntica inquietud, porque intuían que su futuro era muy incierto. Todos ellos habían sido jóvenes trabajadores que lograron hacer de una pequeña empresa… una muy grande, y habían envejecido en ella. Ninguno de ellos tenía menos de cincuenta años.

Hacía una semana que Don Luis había fallecido y el vacío de su ausencia se respiraba en todo el pueblo. Un pequeño lugar en el que casi todos sus habitantes trabajaban en la fábrica de agua mineral “ Don Luis”. Antes que ellos habían trabajado sus abuelos y sus padres. La fábrica de agua, que fundó el abuelo Luis, la continuó su hijo Luis, y en la actualidad su nieto, el fallecido Don Luis, “ Los Luises”, era el alma de aquel pueblo y sus habitantes, a los que llevaron trabajo y bienestar. Don Luis nieto fue el mejor de todos Los Luises. Construyó una guardería anexa a la fábrica, para que los niños estuviesen cerca de sus padres mientras trabajaban. Construyó una biblioteca que dotó de un gran número de ejemplares. Pagaba sueldos estupendos y nunca dijo no a ninguna mejora para el pueblo y sus habitantes. Don Luis era un joven sencillo y muy trabajador, igual estaba en su despacho que llenaba botellas, o conducía un camión y repartía los pedidos a sus clientes.

Don Luis vio crecer a Julia en su fábrica. Su madre, que ocupó el puesto de su marido al enviudar, llevó a Julia a la fábrica al poco de nacer. Así se crio la niña, entre cajas de cartón, botellas de plástico y tapones, etiquetas… y los brazos de unos y otros, sobre todo de Don Luis, que la adoraba. La llevaba a su despacho y le contaba cuentos y dibujaba con ella, porque a aquella niña encantadora era imposible no quererla. Cuando Julia tenía doce años y salía de sus clases, corría hacía la fábrica y entraba como una loca en el despacho de Don Luis, allí pasaba las dos horas que tardaba su madre en acabar la jornada laboral, y, al tiempo que estudiaba, le ayudaba con las facturas, y le llamaba “Jefe”, porque de mayor… quería ser su secretaria.

Julia… se trasladó a la capital a estudiar secretariado de dirección, con el apoyo económico de Don Luis y la promesa de volver siendo la secretaria más portentosa del mundo. Julia estuvo cinco años estudiando, y, durante ese tiempo, Don Luis se casó y tuvo un hijo. Un niño problemático desde su nacimiento porque su madre, tras el parto, contrajo una depresión nerviosa de la que nunca se recuperó. Aquel niño, Luisito, creía que era el dueño del pueblo, de todo y de todos. Era un endiosado que entraba en el colegio dando una patada a la puerta, se peleaba con profesores y alumnos… era abominable. Un pequeño tirano que pensaba que todos le debían obediencia, hasta sus padres. Y era tan prepotente que creía que si ponía un dedo en el polo norte y otro en el polo sur, conseguiría cambiar el sentido de rotación de La Tierra. Cuando cumplió dieciséis años, su padre le envió a estudiar el extranjero.

 Julia terminó sus estudios, volvió al pueblo, y a los pocos días comenzó a trabajar en la fábrica de agua. Ella era una secretaria que hablaba por teléfono, largas horas, con los clientes, les hacía confidencias, los felicitaba en sus cumpleaños y lloraba con ellos cuando tenían algún problema. Mimaba a los obreros y siempre  estaba pendiente de sus necesidades familiares, de los bautizos, de las bodas… y de los funerales. Tanto a los obreros como a los clientes les enviaba todas los años las cestas navideñas y un décimo de lotería. Y una semana antes de las fiestas celebraban una comida en la fábrica, a la que estaban invitados los clientes y los obreros y sus familias. Ella se ocupaba de todos los asuntos de la fábrica, y, también… de la vida personal de Don Luis, al que veía sufrir por la salud de su esposa y por el comportamiento alocado de su hijo. Julia era el hombro en el que lloraba, y ella también lo hacía, cuando Don Luis no la veía, porque además de ser su  secretaria, amiga y compañera de trabajo… estaba enamorada de él. Hacía muchos años que guardaba su amor, en un sobre lacrado con un sello de alto secreto, en las carpetas de archivos y documentos… para no hacer daño a  nadie.

Don Luis enfermó el día que su esposa falleció en el hospital psiquiátrico en el que llevaba diez años internada, y no se recuperó jamás. Julia, cada día, le llevaba a su casa los documentos para firmar, y cada día lo veía morir un poquito… hasta que después de cinco meses falleció. Con la marcha de Don Luis se fue la alegría de Julia y la de todo el pueblo.

Hacía un mes que Don Luis había fallecido… y su hijo Luisito apareció en el pueblo. Venía en un impresionante Lamborghini, que se había tomado la cara molestia de traer desde Miami, lugar en el que vivía desde que terminó en la universidad, y del que no volvió … ni para las exequias de su madre. Siempre vivió del dinero que le pedía a su padre para sus “negocios”, que abría y cerraba con la misma facilidad con que entraba en prostíbulos y casinos, en fiestas… de las que muchas veces salía esposado. Su padre estaba harto de pagarle abogados y fianzas. No volvió nunca a su pueblo, pero ni su madre ni su padre, ni el propio pueblo, lo echaron de menos. Y… tras tantos años, había vuelto… a por su herencia.

Julia y los obreros lo esperaban en la entrada de la fábrica. Llevaban dos horas de incertidumbre cuando llegó Luisito. Elegantemente vestido y enjoyado de Bulgari, hasta la vulgaridad, venía acompañado de la prepotencia, de la misma ironía insana, de la maldad, que siempre le habían caracterizado. Los miró de arriba abajo con desprecio y comenzó a escupir su verborreico veneno: “ Señores y señoras, seré breve, porque quiero irme de este pueblucho, que huele a ajo y a cateto, cuanto antes.

Deben ustedes recoger sus objetos personales y entregarme las llaves de la fábrica y de los camiones, porque la fábrica se vende. Sé que mi padre les dejaba plantar en los terrenos y quedarse con las cosechas… pues bien, recojan lo que puedan, porque también se venden. Y… tú, Julita, hija no biológica adorada por mi padre, a la que siempre quiso y prestó más atención que a mí, tú, que siendo una vulgar secretaria se hizo con la dirección de esta empresa… tú eres la primera que está despedida. No sabes hablar inglés, no has visto un ordenador en tu vida, y sigues llamando a los clientes por teléfono fijo, escribiendo cartas de puño y letra, y pegando, con la lengua, sellos en los sobres. Tú, que eres una secretaria de las que se despide con un “Suya atentamente”, con un “ Siga bien”, recoge tu block de taquigrafía, tu máquina de escribir, tus carpetas de cartón marrón con tus archivos, tu vieja furgoneta… y lárgate de aquí inmediatamente. Todos vosotros a la pu… ra calle. Ya habéis comido demasiado de mi familia.”… Y se marchó… Y se marchó dejando a todos congelados y sin saber cómo templar su frío malestar. Sin duda, Luisito los odiaba profundamente… porque habían tenido el apoyo, la amistad y el cariño de su padre.

Pasada una semana del gran despido, Julia y un representante de los obreros, fueron citados en una notaría para la lectura del testamento de Don Luis… Luisito llegó tarde, los miró con sorpresa, se sentó, apoyó los codos en la enorme mesa, y lo primero que hizo fue preguntar: “¿Qué hacen estos aquí?”. En su testamento, Don Luis dejaba todos sus bienes a … ¡tachán, tachán!… a Julia. Le dejaba sus dos casas y los dos coches, así como los camiones, y una cantidad de dinero que ascendía a un millón de euros. A los obreros les dejaba sus puestos de trabajo asegurados y los de sus hijos, los campos de cultivo y sus cosechas, y la biblioteca y la guardería. Y…  a su hijo… ¡tachán, tachán!… no le dejaba nada. Y correspondía a la benevolencia de Julia, otorgarle el Lamborghini, para que dejase el pueblo en un plazo de cuarenta y ocho horas… y no volviese nunca.

Luisito… en “ su Lamborghini” aparcó delante de la fábrica. Llevaba el coche repleto de maletas, que , sin duda, contenían objetos que había “ extraído” de la casa de su padre. Se bajó del coche, colérico, cogió una piedra de la carretera y la arrojó contra la ventana del despacho de su padre… Inmediatamente, Julia se asomó por dicha ventana, y le dijo: “ Don Luisito, vea que le estoy tratando de usted… con el respeto que se merece. Váyase, váyase… antes de que me arrepienta, le quite las llaves del Lamborghini… y tenga que ir usted hasta Miami con su tabla de surf y remando con sus palos de golf. Y me despido, como buena paleta y secretaria del Jurásico que soy, con un: “ Dios guarde a usted muchos años”… ¡Ea!…

“ Nada más satisfactorio que ver cómo la vida hace al ateo deudor… pagar religiosamente”.

María Purificación Nogueira Domínguez.

Acerca de Contraposición

Un Foro de Estudios Políticos (FEP) que aspira a centrar el debate sobre los diversos temas que afectan a la sociedad desde la transversalidad, la tolerancia, la libertad de expresión y opinión. Desvinculado de corrientes políticas o ideologías organizadas, pero abierto a todas en general, desde su vocación de Librepensamiento, solo fija como límite de expresión, el respeto a las personas y a la convivencia democrática. El FEP se siente vinculado a los valores republicanos, laicos y civilistas como base de una sociedad de librepensadores sólidamente enraizada en los principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
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