Una mañana se despertó de su infantil sueño y descubrió que sus gafas rosas no estaban… y toda la habitación se veía de un sombrío tono gris. Entonces, miró bajo la cama, dentro del armario, tras la puerta de su cuarto… y los monstruos que tanto le asustaban habían desaparecido. Su madre no la perseguía por el pasillo con una chaqueta colgada del brazo… por si hacía frío al salir del colegio. Y no le apartaba el flequillo de la frente mientras le daba consejos, ni le apretaba las gomas de las trenzas, ya no… porque había dejado de ser una niña. Con su triste y reciente descubrimiento de la mano, salió a la calle. El cielo era de un azul plomizo, frío, desangelado… y los vio. Los monstruos estaban allí, por todas partes y un escalofrío sacudió su mente. Todo había cambiado, la vida era otra cosa, una mala cosa, y caminó con paso cauteloso por ella, esquivando a aquellos seres maléficos que habían coloreado de monocromática tristeza… la existencia. Eran los Tengo tengo tengo… y provocaban pánico.
En el extremo derecho… estaban los Tengo tengo tengo… que, desde su atril politizado, prometían que te cuidarían en la riqueza y en la pobreza… hasta que tu miserable vida te separase de su acaudalada existencia. Los que salían en todas las fotos solidarias, pero nunca iban a ninguna parte. Amigos íntimos de vampiros banqueros, que te succionaban la sangre… pero te prestaban dinero. Cómplices de empresarios que te daban trabajo con la mano izquierda y con la derecha se mofaban de tu sudor y se quedaban con tu salario. Mandatarios, dirigentes, que tenían la madurez socio política, la humanidad y la honradez… justa para llegar a mitad de mes. Políti…cicateros, psicópa…. trias de vodevil, que manejaban las crisis económicas con un mando a distancia y resolvían los conflictos con mira telescópica. Dormilones de profundas siestas de libre pensamiento, de involución fecundada, que podrían enfriar el Infierno con la tiranía y la indigente formación humanística que les sobraba. Consumidores de fanatismo, racismo, xenofobia, misoginia… y más y mucho más. “¡Tengo, tengo, tengo…!” tarareaba, con voz infantil, una mandamás castellana hija predilecta del facherío, y, tomándose una birra, contaba los grandes logros que había conseguido. Pero, un día apareció ante ella un hidalgo caballero, y le dijo: “ No es menester, mi señora, contar tantas granjerías… malogradas. Que, vuesa merced, pasó por encima de la salud de unos indefensos y pobres abuelos… para atender a los ricos herederos. Que le produce acidez el bienestar del Pueblo, pero se le abre el apetito cuando se habla de poder y dinero. No es menester, mi señora, que su egolátrica erosión y menoscabo racional tengan más tiempo de posesión… y un exorcismo se ha de llevar a cabo. Ancha es Castilla, pero se le hace pequeña abarcando tantos honores, distinciones y favores, así que tenga a bien irse a vivir a otro bastión… de sus sudores. Y, con su gesto fingido y tierno, en la barca de Caronte…¡váyase usted al Infierno!”. Eran los Tengo tengo tengo… herederos de padrinos opresores, que, durante demasiados años, condenaron al sometimiento y a la miseria intelectual a todo aquel que tuviese libertad de pensamiento, amor propio y dignidad. Propietarios de un sórdido molino de gigantescas aspas que trilló a toda mies… que no fuese harina de su costal. Eran los Tenorios, los Burladores del Pueblo, en cuyo escudo heráldico estaba impreso su árbol escatológico: “ De las cabañas salí, a los palacios subí, y en todas partes dejé… memoria amarga de mí”.
En el extremo izquierdo…“¡Tengo, tengo, tengo…!” cantaba aquel del pueblo llano, trabajador comprometido con el marxismo, repartidor de sueños del bienestar colectivo y adalid de los más desfavorecidos, pero se le apagó la solidaridad cuando su mano izquierda se iluminó con una brillante bolsa de monedas, propiedad de la ajena generosidad. Y… cuya máxima era: “ Todo lo tuyo es mío y todo lo mío… también. Y… adquirió una mansión… y le llamaron Marqués… y a los humildes abandonó, porque, habiendo dinero y poder, la filosofía era un credo obsoleto y ramplón, sí, señor. ¡Ay, qué malo era el Poder, que invocando a la luna llena, convirtió al ilustrado asno… en una salvaje hiena!… “Tengo, tengo, tengo…” decían las que se creían descubridoras de la palabra Mujer. Penélopes del Poder, que en la oscuridad deshicieron lo que otras, durante siglos, con las agujas de la lucha, el cautiverio y la muerte, tejieron. Las que, cuando había armisticio de género y apenas quedaban trincheras, llegaron y … ¡zas!, el fascismo se enquistó en sus maneras, declararon la guerra, debilitaron al feminismo auténtico… y fortalecieron al machismo. Diosas flageladoras de machos, enfermas de una misandria tan autócrata que odiaban a todo ser que tuviese próstata. Poseedoras de una extremista supremacía de género que asfixiaba a La Igualdad. Eran las que “ invitaban” a adolescentes de dieciséis y diecisiete años a dejar de tomar medidas anticonceptivas y evitar enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados. ¿Para qué molestarse?… Las Tengo tengo tengo… les ofrecieron en bandeja de hospital o ambulatorio… el aborto gratuito. No era necesario el permiso de progenitores, ni someterse a tres días de reflexión. Era tan fácil como quitarse un tampón durante la menstruación… y tan placentero como comerse una bolsa de gominolas cuando acechaba la depresión. Eran las que creían “preocupante” que las adolescentes y jóvenes prefiriesen las relaciones sexuales con hombres… a la autosatisfacción, porque eso implicaba mantener vivo al patriarcado. Las que pretendían hacer “talleres de educación sexual” para niños de tres años. Enseñarles a estimular sus genitales ( onanismo infantil) y hacerlo, también, con los de sus compañeros. Talleres infantiles de abuso y adoctrinamiento, una Disneysodomaygomorralandia de cuento. También aspiraban a educar sexualmente a mujeres de cincuenta, sesenta y setenta años… erradicar su “ penosa y frustrante” sexualidad y que aprendiesen a disfrutar de ella, entendiendo que no sabían hacerlo por el “oscurantismo” en el que habían sido adiestradas. Gran irresponsabilidad y desprecio por los derechos de la infancia y la adolescencia, a los que tendrían que educar, con muchos mayores medios, en valores sociales y cívicos. Gran falta de respeto y menosprecio hacia las mujeres “ mayores”, que gestionaban perfectamente su sexualidad… De lo que tendrían que preocuparse era de tomar medidas contundentes contra la violencia de género y la discriminación por edad. Aquellas insensatas no tenían ningún reparo en ensuciar la memoria de Concepción Arenal, de Clara Campoamor, de las Sufragistas Inglesas, y de todas las mujeres que sí lucharon, que sí cambiaron el mundo, que sí eran Feministas. Las féminas misándricas desequilibraron la balanza de género e hicieron más fuerte al que quería romperla y ocupar su lugar: el machismo más talibán. Si los fantasmas de todas las mujeres que lucharon por La Igualdad pudiesen ver la labor destructiva de aquellas irresponsables de mayoría intelectual, pero de insuficiente madurez política y social, les tirarían de las orejas “feministas”, y les dirían: “¡Se ha terminado la obra de teatro, dejad de dar saltos mortales, abandonad el escenario… y no nos toquéis los ovarios!”. Aquellos y aquellas Tengo tengo tengo… se coaligaron con la izquierda que sabía más por vieja que, también, por sabia, la demócrata, la auténticamente libre, igualitaria y solidaria, para defender los intereses del Pueblo, pero se endiosaron, avariciaron, y pensaron que la política era un Juego de Tronos. Y pusieron obstáculos a aquellos que les tendieron la mano… con la intención de anularlos y tener el primer puesto de mando. Y opacaron las buenas políticas de la otra izquierda… en beneficio propio, y alimentaron sus delirios de grandeza, sin importarles el daño que causaban… ni la tristeza. Qué difícil se lo pusieron a la izquierda moderada, la democrática… la buena. Y qué fácil se lo dejaron al fascismo, el extremo, el totalitario, el de las ratas… el de toda la vida de Dios y la Patria. ¡Era lo malo de asociarse con el Diablo, que cuando hacía un gesto tierno… era para arrastrarte al Infierno! Caminando por la calle de la Vida, la mujer, entendió lo benevolentes que habían sido los monstruos de su infancia, que a pesar de sus afilados dientes… nunca hicieron daño a ningún durmiente. Y eran peccata minuta comparados con aquellos engendros, que horrorizaban a los vivos y a sus ancestros. Aquellos, aquellos, sí que eran malvados de manual, aquellos sí que asustaban con su mediocridad, su avaricia, su promiscua ética y moral, falta de tolerancia y de formación humana y social. Tenían que desaparecer. Fue justa y necesaria la voz del Pueblo que gritó, uno a uno, a los Tengo tengo tengo: “ ¡Tú no tienes nada!”… Y, ante tal desacato y falta de sumisión, aquellos divinizados entraron en pánico y, en la carrera por un abisal pasillo, el grito del calvo cadavérico de Munch, les persiguió sin descanso. Y… al final de la huida, tras una enorme puerta negra, les esperó Beethoven, con una afilada batuta, dirigiendo “ El Destino” : “¡Tan ta ta chan, tan ta ta chan!” Y… en los bises del concierto, Mozart, interpretó al piano su Réquiem, acompañado por un coro de ángeles caídos, que entonaron: “¡Kyrie eleison, Criste eleison!”. Y… para dar por finalizadas las exequias, con lágrimas de Lacoste, cual suprema plañidera, Lola Flores cantó: “¡Ay, pena, penita, pena!” . Y… el bendito y justiciero Karma se puso de parte del Pueblo. “ Los extremos no son buenos. En la Democracia está la perfección, lo demás es mal agüero”, dijo un noble hidalgo a su escudero. (Esta es una historia de ficción y cualquier parecido con la realidad es pura… ¿coincidencia?). María Purificación Nogueira Domínguez
