Alguien te sigue a veces en silencio.
Las cosas nunca dichas
Se transforman en actos.
Atraviesas la noche en las manos del sueño,
Pero el otro, implacable,
No te abandona: lucha
Contra la irrealidad, la falsa vida
Donde todo es ocaso.
Frágil perseguidor que eres tú mismo,
Lo has obligado a ser, en guardia siempre,
El minucioso espejo que no olvida.
© José Emilio Pacheco
Manual de urbanidad
Para qué tanta ceremonia, indirectas,
Puñaladitas bajo cuerda, gasto suntuario,
Cortina de humo o envoltura contaminante
De una desnuda frase: No puedo verte
O No te soporto.
Es decir, soy ciego
A nuestra humana luz compartida.
O bien, no resisto
El peso de otra dolencia errante agregada
A mi invencible pesadumbre.
© José Emilio Pacheco
Papel de trapos viejos
Devoro un poco más de realidad.
Y aquí estamos.
Llega noviembre y el pasado inmenso
Hace ver el futuro que me falta
Como una prenda de vestir encogida
Por el gran ajetreo en la lavadora.
Un millón de partículas o instantes
Pasaron como flechas por sus tejidos.
Desgaste.
Desgaste esos minutos o años o sobresaltos.
Aluvión de agua hirviendo
Y shock del agua helada.
Está raído el traje que iba a ponerme mañana.
No sirve la camisa recién lavada.
Ya muestra las arrugas de su provisional habitante,
El aire más bien triste aunque meritorio
De quien se acaba de servir y entonces repara
En que no sirve ya su servidumbre,
Su utilidad para encarnar el tiempo
Que habrá de descarnarlo.
Un trapo viejo el cuerpo.
Si algo de él sobrevive
Será en cajón de sastre como remiendo
De otros vestuarios.
O lo enviarán al molino
En que de trapos viejos, cartones sucios
Se hace el papel en blanco.
© José Emilio Pacheco
