Fernando Parrilla (Pintor y artista andaluz)
El otro día, me invitaron a un congreso, una reunión política donde tras mucho tiempo demorado en debatir obviedades casi nunca se aclara nada, y si por un acaso se llega a buen fin, lo habitual que acontece es que jamás se cumple lo acordado. Dije que NO a lo que allí se me ofrecía, o más sutilmente, se me sugería. En parte porque mi convicción en lo escuchado era escasa y sobre todo porque en estas historias, se van parte de los presupuestos que a algunos andaluces les hacen faltan para sobrevivir.
A lo largo de mi vida he estado invitado a muchas historias de este tipo, pero con la edad y la CRISIS, ese monstruo que ha invadido cruelmente nuestra sociedad, he retomado de mi bagaje moral y aprendido a hacer uso común una palabra que antes utilizaba, pero que posiblemente no siempre llevándola a términos tan estrictos: DIGNIDAD.
¿Con qué presupuesto se montan las cenas, los desayunos, los almuerzos de los políticos de uno y otro lado? No quiero que el jamón me sepa a sangre de parado, no quiero que un café me dé asco, no quiero unos aperitivos con olor a pobreza, tal vez porque yo era clase media y he perdido mi estatus, pero lo que no me voy a dejar en el camino son LA DIGNIDAD Y LA NOBLEZA; eso es mío, forma parte de mí acervo y de mi patrimonio como ser humano y como ciudadano, y morirán conmigo.
Hice de Rey Lagarto y me fui a una cafetería del mercado, me comí 2€ de churros, un cola-cao de los de toda la vida y me puse a pintar para ver si algún día reconocen que cada uno aporta lo mejor que puede y sabe hacer en pro de una sociedad más limpia, más transparente. Posiblemente sea un capullo que no se quiere montar en el carro de los ganadores, o tal vez, no sea un chupa-flautas por qué no sé tocarla. ES UNA OPCIÓN DE VIDA: Tratar de ser feliz con lo que tengo.
Conste que no deseo caer en la soberbia de pedir a nadie que copie mi postura, pero creo entender que si fuéramos más sencillos y nos dejáramos de lujos caprichosos, si el respeto por el dinero público y paras fines públicos fuese el debido, los ancianos tendrían más compañía, los enfermos sanarían antes ó al menos dispondrían de mejor atención, los artistas no dependeríamos del criterio de los galeristas de moda, los escritores cobrarían por crear, los bomberos no sería multados por no querer sacar a una anciana de su casa, o muchos hombres y mujeres no estarían al relente en la calle más de cien días porque los echaron de sus trabajos, ni esas personas que reunieron un dinero en un banco para tener una vejez un poco más digna habrían sido timados por la cara de un banco RESCATADO con el dinero de esos mismos estafados.
Vergüenza torera siento de ésta Españistán separatista, y sólo pido que el Socialismo vuelva a ser Obrero, que los católicos cumplan sus mandamientos y ayuden a quién no tiene, que seamos más entrañables, que nos demos más muestras de cariño, que nos apoyemos más. Se llame, Fraternidad, Solidaridad o Caridad cristiana.