Ferrol, el presente continuo – Fernando Álvarez

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Ferrol, el presente continuo

Nacer en Ferrol es una excentricidad que uno debe asumir con sencillez durante el resto de su vida. Necesito decírmelo de vez en cuando para afrontar el difícil presente de nuestra ciudad con cierto humor. Como es sabido, Ferrol se fundó hace poco más de doscientos años, ejecutándose una extraordinaria obra de ingeniería militar, que hoy aguarda ser reconocida por la UNESCO. En aquel entonces, alcanzó una población de cuarenta mil habitantes, equivalente a la suma de las otras ciudades de Galicia. Su presente y su futuro se gestionaron desde Madrid a instancias de unos marinos educados en los nuevos postulados de la Ilustración, la mayoría masones, originando con ello las quejas de la Iglesia Gallega, dueña de tierras y hombres. Los marinos ilustrados murieron en la batalla de Trafalgar y con ellos se hundió el futuro de la Armada Española, también el ilusionante proyecto de la nueva base naval ubicada en una ría alabada por mister Pitt.

Lo sucedido a partir del desastre de Trafalgar es otra historia, que poco o nada tiene que ver con el proyecto promovido por el marqués de la Ensenada y sus ilustres colaboradores. Se construyeron notables buques de guerra y notables buques de transporte de mercancías, existió la etapa inglesa de la Vickers, antes y después de otras etapas que merecen ser estudiadas con detenimiento; pero la ciudad ya no tenía futuro, era una ciudad instalada en un presente continuo: cuando hubo barcos, el presente fue feliz; cuando no los hubo, el presente fue difícil (se pasó hambre en ciertos períodos).

La disgregación del poder central en diecisiete autonomías supuso que el poder económico de Cataluña, el País Vasco y Madrid, junto con el poder demográfico de Andalucía y la apuesta decidida por el Mediterráneo, fraccionaran España en dos: un Este con futuro y un Oeste ignorado. Ferrol se convirtió de este modo en una ciudad marginal de una región marginal de un país marginal de un continente que ha decidido suicidarse, un pensamiento tan pesimista, que incluso resulta divertido.

Ferrol es una ciudad antipática para Galicia, una excentricidad, una rareza que resulta imposible de aceptar. Por antipatía, desidia y malicia, se abortaron tantos planes de reindustrialización, que ya nadie cree en ellos. Mientras el futuro de la ciudad dependa únicamente de lo que se decida en Madrid o Santiago, sencillamente no tendrá futuro. Son los habitantes de Ferrol, los que queden, los supervivientes o como quiera que se llamen quienes deben luchar por un proyecto bien meditado. Una crisis profunda exige una catarsis. El futuro no se construye instalándose pasivamente en un presente continuo.

Fernando Álvarez, en el uno de marzo del año dieciséis.

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