Durante demasiado tiempo, hemos estado alarmados por lo que parecía inevitable que finalizara de un modo violento y hemos dado en definirlo como choque de trenes.
Eramos todos ignorantes y miopes, porque el choque de trenes, era una semejanza a todas luces benévola. La realidad ha superado a la ficción previsible y la miopía de los actores, ha conducido la situación a una espiral de evolución y consecuencias ahora imprevisibles.
Aparcar la política posibilista, la de conciliar los cauces de la presión reivindicativa, con los del diálogo constructivo desde una cierta previsibilidad de la correlación de fuerzas, para limitarse simple y llanamente a alimentar la espiral incontrolada de los propios intereses, ignorando de modo suicida las consecuencias, nos ha conducido a la situación actual, cuyo desenlace no puede presagiarse feliz, ni cabe pensar que conduzca a nada bueno.
Los errores interesados o intencionados o no, de ambas partes, nos han conducido a un escenario belicoso, donde nadie piensa en la salida del conflicto, sinó en como sacarle mayor rentabilidad para sus intereses cortoplacistas.
La mentira como instrumento descarado de burda propaganda, el desprecio del cuerpo legal que regula la convivencia, han conducido a una situación, en la que el desafío en forma de negación de las normas establecidas e incluso de los poderes por ellas instituidos, solo dejaban como posible salida, la aplicación de una medida correctora, que ha resultado ser el Artículo 155 de la Constitución.
Algunos claman cínicamente por un diálogo imposible y otros ven con la fe del carbonero, en la aplicación del 155 el medicamento peligroso, que va a reconducir todos los males al buen camino.
Yo no sería tan optimista. El inédito Artículo 155, fue como tantos otros, fruto de un voluntarioso consenso de 1978, pero susceptible de graduación e interpretación. Algún titular no demasiado ingenioso, rezaba algo así como “se acaba el conflicto legal, ahora llega la política” y yo discrepo radicalmente. La política hace mucho tiempo que está ausente y el conflicto de poder, no ha hecho mas que engordar, a cuenta de la utilización pasiva o activa del conflicto de legalidades.
Tal y como están las cosas, aquí no ha concluido nada; simplemente seguimos engordando una espiral que amenaza con no detener su giro, hasta dejar arrasado el predio. Las fuerzas nacionalistas, fieles a su estrategia, rechazan la aplicación del 155 y por no reconocer, no reconocen ni siquiera su vulneración de la legalidad constitucional; en consecuencia, amenaza con impulsar mediante sus ventrílocuos la movilización popular hasta extremos insospechados. Vamos, que la aplicación del 155, no será ni mucho menos pacífica.
Sabemos de la destreza de Zoido para manejar situaciones delicadas y eso procurará mas munición a los nacionalistas. Los pescadores de Podemos, no desperdiciarán la oportunidad para envenenar el río con el fin de incrementar su pesca. Los excesos y los errores del gobierno, echarán sal en la encarnadura del PSOE, que digiere mal el apoyo de Estado a un gobierno que no lo merece y la judicialización de lo que pase de aquí en adelante, dejará cortos los procesos precedentes.
En estas circunstancias y con la movida nacionalista motivada y excitada por la propaganda de oficio, (nos roban, coartan nuestra libertad, no nos dejan votar, nos encarcelan por razones políticas etc, etc) los objetivos de la aplicación del 155, tal vez requerirán del recurso al 116, que no solo es mas doloroso y estéticamente todavía menos vistoso, sino que a su vez realimenta más la munición nacionalista.
Clamemos para que una desgracia, o un desmán de algún exaltado o de algún policía, no conduzca a algún suceso trágico que alimente lo peor.
Espero que otro día, podamos ser mas optimistas.
(*) Jesús Penedo Pallas, Ingeniero Técnico Industrial, Licenciado en derecho, Secretario del Patronato de la Fundación Adcor y jubilado de la Función pública.