SOBRE LA SEGUNDA MODERNIDAD Y LA PROPIEDAD INTELECTUAL.-Carlos Raya (*)

No existe propiedad más ajena a la  naturaleza del hombre que la pretendida propiedad sobre las ideas. Como propiedad sabemos, por el análisis sociometafórico, que su construcción histórica se generó como analogía múltiple relacional o metáfora compleja de la propiedad sobre las cosas físicas. Ni la propiedad intelectual es una propiedad ni recae sobre los objetos que dice administrar. Ahora bien, funcionando en la práctica como si fuera una propiedad, ¿qué importa su contenido metafísico ni su imposible filosofía si el resultado es el dominio sobre las expresiones físicas del mismo? Fijémonos en la paradoja que supone que la propiedad intelectual funcione al fin como un monopolio sobre objetos físicos. Este problema lo tienen en cuenta los filósofos del Derecho que lo dan por solucionado de varias formas a cada cual más imaginativa:

1º Afirmando que se trata de una «propiedad especial» y, tanto que especial, si tiene algo de imperfecto se asume sin entrar en mayores diatribas. (Así se ve reflejado incluso en la norma positiva: En el Código Civil español se incluye en el Libro II, Título IV, «De algunas propiedades especiales», Art. 428 y 429).

2º Se dice de la propiedad intelectual que no recae sobre las ideas, sino solo sobre sus expresiones, pero como se invalida la utilidad de todas las ideas estén en las mentes de quien estén, menos las del teórico dueño, esto supone en sí la apropiación de todas ellas, lo cual es insostenible incluso para el más elemental sentido común. (Mis ideas, lo que yo pienso, es mío porque yo soy mi consciencia, En esta crítica de la propiedad intelectual coinciden desde Marx hasta Von Mises, pasando por el Presidente Jefferson o el mismísimo John Milton).

3º Se dice que la propiedad intelectual es un derecho natural.

4º Se dice que la propiedad intelectual es una propiedad porque es útil a la sociedad y que no importa lo que sea en realidad.

Como vemos la propiedad intelectual no ha encontrando un fundamento claro donde levantarse. Pero esta cuestión no le importa al Legislador que lejos de preguntarse sobre los fundamentos de la misma se dedica a aumentar y multiplicar sin límite conocido sus prerrogativas prácticas que, como ya he dicho, se expresan como meras regalías monopolísticas.

Lo que se ha pergeñado es una narración legitimadora para el gran público, narración que se inocula a través de campañas de publicidad pagadas por los erarios públicos o por las mismas entidades que se lucran con su existencia, cuando no por la coacción directa o la amenaza explicita, como esas con las que nos hacen comulgar al comienzo de cada película en los cines o en nuestros propios hogares.

La razón expuesta siempre es la misma: hay que proteger al intelectual, científico y artista, pero esto es mentira y el Legislador es conocedor de la maniobra de privatización y posterior expropiación. ¿Acaso no saben que el más del 90% de los réditos monopolísticos generados por la propiedad intelectual caen en las manos de  entidades privadas y no sobre los sabios o genios que desarrollan el saber? Parafraseando al Profesor Herbé Le Crosnier: el ciudadano medio da por supuesto que pagando royaltis protege al autor, pero realmente financia a las grandes entidades propietarias como Vivendi, Microsoft, Monsanto o Bayer.

Hablar de la Sociedad del Conocimiento es una falacia, porque no se caracteriza por que en ella todo se apreste a su desarrollo, sino porque el saber se reifica transformándose en la principal mercancía de los nuevos mercados ya no capitalistas, (industria material de alto coste marginal, intercambio de propiedad y régimen de libre competencia) sino mercados «simonitas», (industria de lo inmaterial y lo material de coste marginal cercano a cero, sin intercambio de propiedades, con pago por uso, y en régimen de monopolio). Mejor llamarla Sociedad de la Ignorancia porque es a ella que condenan a toda la Humanidad.

Pero esto que presento solo es la punta del Iceberg, sin embargo no entraré hoy a comentar las graves interacciones que dicha propiedad generará con otras instituciones y con los predecibles avances tecnológicos. Solo advertir que si la inteligencia artificial, la genética, la robótica, etc. serán las áreas principales del supuesto progreso universal, no dudemos de que la propiedad intelectual será el eje legal sobre el que éste girará. Es una ingenuidad pensar que la multiplicación exponencial de sus plazos e intensidades se dan en nuestros días por mera casualidad. ¿Coincidiendo con el advenimiento de la Segunda  Modernidad? No, es un error: la Segunda Modernidad estará profundamente marcada por el yugo de la propiedad sobre las ideas, tanto como la propiedad sobre las personas, el esclavismo, marco la Civilización Egipcia o la vida en las Polis Griegas.

¿Y qué hacer para evitar que estas amenazas y riesgos no terminen siendo una realidad? Solo nos queda la investigación, la reflexión, la denuncia, la presentación de alternativas…  ¿No consiguió la Humanidad abolir la propiedad sobre las personas? ¿Acaso no acabamos con la esclavitud? Es hoy que se montan las estructuras de un futuro que promete ser mucho menos igualitario y menos liberal que el actual. Más que nunca necesitamos adelantarnos a los acontecimientos.

 

(*) Carlos Raya de Blas, empresario, sociólogo especializado en propiedad intelectual y en Islamismo

 

Acerca de Contraposición

Un Foro de Estudios Políticos (FEP) que aspira a centrar el debate sobre los diversos temas que afectan a la sociedad desde la transversalidad, la tolerancia, la libertad de expresión y opinión. Desvinculado de corrientes políticas o ideologías organizadas, pero abierto a todas en general, desde su vocación de Librepensamiento, solo fija como límite de expresión, el respeto a las personas y a la convivencia democrática. El FEP se siente vinculado a los valores republicanos, laicos y civilistas como base de una sociedad de librepensadores sólidamente enraizada en los principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
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