EL ESTADO-«NACIÓN» Y EL MIEDO DE MADRID.-José Ignacio Aymerich Muñoz (*)

Hace ya unos años escribí un intento de artículo para comenzar un blog. El blog quedó en una especie de limbo y el artículo ignoro si alguien lo leyó. El artículo se titulaba “El miedo de Madrid”. En esencia venía a decir que Madrid se encontraba en un proceso de vaciamiento de su poder, atacado desde arriba por la integración europea y desde abajo por la descentralización. Y que este proceso generaba miedo, no solo entre el establishment radicado en Madrid, sino también entre las clases populares, como diría Vincenç Navarro. No es que estas últimas tuviesen poder real que perder, pero si un cierto sentimiento de ser “capitalinos”.

En aquel artículo aclaraba que, aunque me refería explícitamente a Madrid por ser un ejemplo más cercano y más conocido por mí, era un proceso que se vivía en casi toda la Unión Europea.

¿En que punto nos encontramos? Respecto a la UE, los Estados, incapaces, en algunos casos, de hacer frente al terremoto económico de 2007, vieron su “teórica” soberanía todavía más recortada en la práctica. A causa de todo aquello se empezaron a buscar soluciones a los problemas, provocados por tener una moneda única sin una política económica coordinada, que la crisis había hecho evidentes. Esta coordinación, aún incipiente, institucionalizó las soluciones “de facto” que se adoptaron sobre la marcha.

Todo esto no hizo más que acrecentar el poder de la UE, y sus socios más potentes, en detrimento de la mayoría de los Estados miembros. ¿Como reaccionaron éstos? Esencialmente de dos maneras, aquellos que forman parte de la Eurozona y no pueden resistirse a las autoridades europeas, reaccionaron recentralizándose y/o eliminando niveles administrativos, con la excusa de disminuir el gasto público; los que no pertenecen a la Eurozona, lo hicieron, en algunos casos, con un creciente rechazo nacionalista a la UE. Entre estos últimos están Polonia, Hungría y el caso extremo del Reino Unido y su Brexit.

Todo esto no es más que una sobreactuación de los Estados que ven que su ciclo está culminando. De alguna manera, hay un cierto paralelismo con el final del feudalismo.

En aquella época los reyes se apoyaron en los comerciantes y financieros de las renacientes ciudades para romper  lo que quedaba del poder feudal. Actualmente la UE se apoya en las regiones y ciudades para ir minando el poder de los Estados. Las políticas de las Eurociudades y Eurorregiones transfronterizas, y las oficinas regionales de representación en Bruselas van por ese camino.

Resulta curioso observar la gran cantidad de tricentenarios que se celebran estos años. El de la Masonería moderna, el del Pacto de Unión entre Inglaterra y Escocia, el de la derrota del pretendiente de la Casa de Austria al trono de las Españas y la pérdida de los fueros de Catalunya, el de la Escuela Naval de Marín,… Es algo más que una coincidencia, hace 300 años se alcanzaba la cristalización de un proceso, comenzado unos 300 años antes, el de la creación de los Estados modernos. Aquellos Estados se crearon liquidando antiguos reinos pequeños incapaces de aguantar el ritmo histórico. En aras de la Razón en el siglo XVIII y de la unidad de mercado en el XIX, se fueron laminando las diferencias culturales para buscar una identificación, entre los nacientes Estados y las correspondientes “naciones” creadas forzada y artificialmente. Hubo dos grandes excepciones, Alemania e Italia, que llegaron más tarde a ese proceso. Quizá porque esas pequeñas unidades eran más fuertes que en otros lugares.

En cualquier caso, aquellas culturas nunca murieron del todo y ahora retornan, cuando el Estado que las contenía declina.

De ahí el miedo de ciertas capitales, sobre todo de aquellas cuya principal fuente de riqueza y crecimiento es ser capitales. Hay, según entiendo, dos tipos de ciudades, aquellas que se crean, y crecen, gracias a sus condiciones naturales, recursos y/o situación estratégica, y otras que, en general, son creaciones más o menos artificiales, fruto de decisiones políticas, para que cumplan un papel político o administrativo. Cierto es que muchas ciudades participan de ambos tipos, pero siempre prevalece uno de los dos. Ejemplos de las primeras son Vigo, Hamburgo o Burdeos, de las segundas Washington o Madrid, Barcelona participa de ambos tipos, pero predomina el componente económico.

Es probable que bastantes de las capitales, de los declinantes Estados, acaben convertidas en parques temáticos de sus pasadas glorias. Las ceremonias oficiales ya son parte de ese espectáculo. Más vistosas desde luego las monárquicas, insuperables las de la monarquía británica. Aunque algunas republicanas, a pesar de su mayor sobriedad y laicidad, también tienen su atractivo.

Creo que lo que está ocurriendo en el Estado español refleja todo esto. Madrid se percata de que ya no es lo que era; y como esas viejas actrices, cuyos encantos no han disminuido con el paso del tiempo, han desaparecido por completo (esta frase es de mis muy admirados Les Luthiers), trata furiosamente de ocultarlo sobreactuando. Intenta sentirse poderosa luciendo músculo ante los que están “por debajo”. Incluso el propio Ayuntamiento de Madrid.

Se suele decir que al que no se acompasa con la evolución histórica, la Historia acaba por arrollarlo. A mi entender el futuro político irá por algo parecido a lo expuesto en el artículo Nueve tesis a favor de la interdependencia, escrito por Florent Marcellesi.

Este futuro ya fue predicho por muchos teóricos políticos, desde el siglo XIX al menos, entre ellos Proudhon, Pi i Margall, Élisée Reclus o Fernando Garrido. Esencialmente se trata   de la articulación federal, valga decir pactada, desde los grupos más pequeños a toda la Tierra, pasando por varios niveles. Cada nivel se ocuparía de aquello que pudiese realizar por si mismo, para empeños mayores se recurriría a los superiores, y así hasta alcanzar el nivel planetario. Tenemos varios desafíos planetarios en estos momentos, como el cambio climático o la superpoblación, que ni siquiera los Estados, o Uniones de Estados, podrán resolver solos, por poderosos que sean o se sientan.

Naturalmente esto no llegará mañana. Pero el asunto va por ahí. Pienso que aquellos que como “a formiga no carreiro” (José Afonso) van en sentido contrario, el Brexit, los ultraderechistas polacos o húngaros, por citar solo a los que están en el poder, el establishment madrileño o el catalán, van a perder una oportunidad histórica (la Agencia Europea del Medicamento es un síntoma). El caso escocés es distinto, intentan desengancharse de un tren que les lleva a un desastre, que ellos ven con su proverbial inteligencia.

(*) José Ignacio Aymerich Muñoz, Licenciado en CC. Económicas (USC) y Derecho (UNED). Jubilado de NCG, Abogado ya no ejerciente y librepensador mientras el cerebro aguante.

 

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