En el asfalto.
En la carretera.
En la acera gris.
En la calle, con sombra,
¡no es fácil sobrevivir!
Arboles de acero
con luces rojas y verdes;
florecen en el desierto,
señales de lo prohibido,
ríos de alcantarillas,
todo tubos, y tuberías,
ensombrecen sus días.
Brillantes escaparates.
Todo se vende y se alquila,
con el cartel de: “se traspasa la vida”.
Todo corre no camina.
Pisos que son nichos
cajas metálicas
que suben y bajan
llenas, de mudos bichos,
ni un buenos días.
Amanece de noche
y nunca es de día;
el día es la oficina
oscura y mezquina.
Suburbios de mentira
paredes de papel
viviendas, de cartón piedra
enmohecidas y negras.
Barriadas de lujo
jardines de azotea,
para que nadie les vea.
La vida en las afueras,
en los barrios pobres
a diario
muerta se queda.
Cajeros automáticos,
casas de vagabundos
en metros profundos
en parques temáticos,
y aromas, a neumáticos.
Centros comerciales,
voraces e insaciables;
grandes superficies
grandes, y superficiales,
con sus hipermercados,
de pasillos, feos y largos.
En mareas humanas, de ciudad
se ahoga su gente, en soledad.
Ciudadanos ilustres,
difuminados,
sin lustre
devorados
por ella,
por el gran dorado,
hacinados;
concentrados
sin campos;
campos de concentración,
hordas de legiones,
para cumplir el horario
de un hostil calendario;
estaciones
de buses, trenes y aviones:
primaveras sin flores,
otoños sin hojas
inviernos sin soles
veranos a la sombra de los rascacielos,
jaulas, cárceles.
Imágenes.