Durante años, Pedro Sánchez, con todos los problemas que se ha encontrado ha ganado en su empuje, su fe, su oratoria, su habilidad política y su destreza política fueron claves para cohesionar al socialismo y mantener al PSOE dentro de las fuerzas importantes, pasando de ser echado del mismo, reelegido a llegar a la Presidencia y convirtiéndose en uno de los principales líderes políticos de España.
Pero tiene que tener mucho cuidado, pues como le paso a Churchill, que fue el centro de todas las miradas. Tras la Segunda Guerra Mundial, Churchill era un gigante político, cuya popularidad traspasaba fronteras. No obstante, en las elecciones que fueron convocadas una vez concluida la guerra, en julio de 1945, Churchill fue derrotado por Clement Attlee.
Mucho tuvo que ver en ese caso el partido que representaba Churchill, que fue el que perdió las elecciones por no estar cohesionado y fue víctima de una conspiración de sus propios correligionarios.
Hemos tenido una oportunidad de oro, para intentar mejorar, quizás no tanto cambiar, el camino hacia la represión, hacia la involución, hacia estados anteriores de la democracia que el PP se había empeñado en empujarnos a todos y que unos lo han sufrido más que otros, sino que se lo pregunten a Cataluña, a los reprimidos por la Ley Mordaza que ha conseguido que haya menos libertad de expresión que en los años 80, recién estrenada la democracia, en la que un maquiavélico Rajoy quería conducirnos hacia una democracia totalitaria y no dudaba de servirse de todos los métodos y herramientas incluidas partidos políticos de reciente creación.
Churchill confió demasiado en la chistera y al final las circunstancias se lo llevaron por delante. No supo dar el giro político, a pesar de su probada habilidad, que le hubiese asegurado mantenerse al frente del gobierno en ese nuevo tiempo de paz. Le falló la perspicacia porque se mantuvo fiel al «programa» que consideraba que era un compromiso electoral que él no podía romper.
Me gustaría que Pedro Sánchez no olvidase esta mirada, que reflexionase sobre ese momento y que recapacitase sobre las actuaciones que va a acometer, que sean las correctas. Eso no quiere decir en ningún momento que lleguen a gustar , ni en el entorno de su partido, pues tiene claras tendencias encontradas, ni siquiera en su propio entorno y que quizás tiene que tomar medidas arriesgadas y valientes con vistas al futuro medio largo y no cortoplacista , especialmente en el terreno territorial en el que España tiene que variar profundamente y porque no ir hacia un Estado Federal con amplia autonomía, más si cabe que la que tienen las Comunidades Autónoma actuales.
Planteamientos arriesgados pero que pueden ser decisivos para los próximos cuarenta años, como lo fue la Carta Magna de 1978.
Ahora más que nunca solicitó al PSOE, cohesión sincera y fuerte con el que hoy está rigiendo los destinos de 42 millones de personas y como les pido a sus compañeros de viaje, que cansados de corrupción han decidido romper el círculo, seriedad, compromiso y firmeza ante los nuevos retos olvidando prejuicios y pasado, para enfrentarse juntos a nuevos retos y aquellos que quieran quedarse con la corrupción y me refiero a C,s que sepa que lo único que conseguirá es corromperse como ellos. Les recomendaría que recapacitasen y que tomasen el camino que los demás han seguido de regeneración y esperanza.
Si quieres riqueza, la vida nunca te dará riquezas, te dará la oportunidad de hacerte rico, si quieres felicidad, la vida nunca te dará la felicidad, te dará la oportunidad de ser feliz, si quieres salud, la vida nunca te dará salud, te dará la oportunidad de sanarte, si quieres un mejor empleo, la vida nunca te dará un mejor empleo, te dará la oportunidad de prepararte mejor para ello.
De esta manera es que funcionan las cosas, en el camino siempre encontrarás personas que se opongan a tus sueños, esas son personas que tuvieron la oportunidad de cumplirlos, y nunca supieron aprovecharla, entonces lo que más esperan, es que los demás fracasen en lo que ellos han fracasado.
Tenemos una oportunidad que no debemos desaprovechar ninguno de los que hoy están capitaneando un barco, el barco de la esperanza de 42 millones de personas.
*José Luis Ortiz Güell, funcionario