CONFESIONES.-Germán Castro*

He de confesar y confieso que los últimos acontecimientos me han excitado el ánimo político. Los hechos vividos suponen una tregua en un espinoso camino, el descanso en un oscuro y descabellado jadeo rutinario, tal vez un oasis en la siempre dura travesía de los pueblos cuando las desigualdades pesan y el sector de los más débiles crece y se multiplica de manera «sostenible».

He de confesar que se me habían acabado los adjetivos. Primero me ocurrió con el terrorismo etarra. Mientras ellos no se cansaban de matar, yo me hartaba de condenar. Luego llegó la corrupción, mejor no llegó sino que se destapó. Y todos los días nos desayunábamos con casos nuevos. Y sobrevino, una vez más, el desánimo. La repulsa en los espacios de opinión era una ociosidad, cargada de lugares comunes y discursos gastados. Y reinó la mentira y se inventó la posverdad para tapar la desvergüenza de aquellos que en lugar de dar ejemplo se erigían en auténticos mercaderes que, por utilizar el símil bíblico, profanaban sin desmayo el templo de la democracia, trasunto de la soberanía popular.

Hasta hace dos días vivíamos en un caos debidamente programado por los piratas de la expoliación instalados en el poder  y en las instituciones. El Gobierno, cómplice de la contumacia de los escándalos y desmanes de todo género, carecía de autoridad moral, ética y política. Las palabras sonaban hueras a la hora de formular valoraciones y construir argumentos. Y surgía la tentación de recurrir al exabrupto, se ajustaba mucho mejor para ejercitar la catarsis… pero tampoco, por dignidad y decencia.

En este maremágnum en el que se visibiliza la decadencia de valores y principios se recrudece el fenómeno de la violencia de género, auténtico vómito de una sociedad que no ha sabido hacer los deberes no para acabar con el mal, que se antoja difícil por lo impredecible del ser humano, en este caso el hombre y sus salvajes reacciones, sino para, cuando menos, mitigarlo, reducirlo, cuestión que debiera abordarse desde la escuela, con independencia de otras medidas de calado social e institucional. Y aparece la «manada» y la «nueva manada» y…lo que mal empieza mal acaba sobre todo cuando ves a este tipo de sádicos violadores perseguidos por las cámaras, micrófonos y grabadoras.

Pero el pasado 8 de marzo, las mujeres dijeron hasta aquí hemos llegado y aquellas multitudinarias movilizaciones, como nunca se había visto, me iluminaron el semblante y los pensionistas, auténtico colchón amortiguador del desempleo y otros males originados por el neocapitalismo imperante, salieron/salimos también a las calles para decir ¡basta ya! y en el Congreso de los Diputados una mayoría parlamentaria, formaciones en muchos casos de ideologías antagónicas, dió un puñetazo en la mesa y brilló la esencia del voto útil para apartar de las labores del gobierno a quienes nos hacían sentir vergüenza ajena y nos sacaban de quicio un día sí y otro también…Y, por terminar con el relato y no dejar de mano algunos reflejos de la Justicia, hasta un miembro de la familia Real ha ido a dar con sus huesos a la cárcel.

Es verdad que nos queda pendiente lo de Cataluña. Por otro lado, ya sé que los brotes de corrupción continúan en partidos de un signo y otro, pero alimento la esperanza con el hecho de que el «nuevo tiempo político» establece la tolerancia cero y lo mismo se destituye a un ministro que a un  presidente de una diputación.

He de confesar y confieso que estoy un poco más motivado, que hace unos meses, dicho lo anterior con ciertas reservas ya que los acontecimientos se producen a velocidad de vértigo y lo que hoy es, mañana no es o es otra cosa.

*Germán Castro, periodista

Acerca de Contraposición

Un Foro de Estudios Políticos (FEP) que aspira a centrar el debate sobre los diversos temas que afectan a la sociedad desde la transversalidad, la tolerancia, la libertad de expresión y opinión. Desvinculado de corrientes políticas o ideologías organizadas, pero abierto a todas en general, desde su vocación de Librepensamiento, solo fija como límite de expresión, el respeto a las personas y a la convivencia democrática. El FEP se siente vinculado a los valores republicanos, laicos y civilistas como base de una sociedad de librepensadores sólidamente enraizada en los principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
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