LAS AMIGAS INTELECTUALES DE… Dalia Koira Cornide*

“Pienso, luego existo”

René Descartes  (1596-1650)

 

Pocas ideas han irrumpido con tanta fuerza en la Historia de la Filosofía como esa fórmula cartesiana,  ‘Pienso, luego existo’, que hizo que Descartes ocupara un lugar único en la historia del pensamiento.  El pensador considera su hallazgo como una inapelable certeza del ‘yo que piensa’ eliminando todo escepticismo que intente negar a la razón el derecho a llegar a la verdad.

En este método cartesiano se reconoce la profundidad del sabio y su excelente capacidad de comunicador. En tres palabras —en tan simple sintagma— se encuentra la clave que es capaz de sostener la cúpula del conocimiento. La razón debía imponerse a la tradición, a la religión y a sus dogmas…

A Descartes le tocó vivir una época oscura, la primera mitad del siglo XVII,  donde una Europa dividida entre católicos y protestantes se desangraba en la guerra de los Treinta Años, una época de hambrunas y enfermedades que diezmó la población. El conflicto se finiquitó con la Paz de Westfalia y la Paz de los Pirineos, pero no solucionó los problemas, más bien marcó el no menos oscuro devenir de los siguientes dos siglos y cuyos estertores sacudieron el siglo XX el más sangriento de la historia de la humanidad.

La Europa de aquel entonces —dividida y hostil—, suponía la cárcel o la pena de muerte a cualquier innovación. El adoctrinamiento de la época —no muy diferente al que rige, en la actualidad, en algunos países— cualquiera podía ser sospechoso de ateísmo o hereje.

A pesar del adverso escenario, Descartes, aspiraba a que la razón debía ser la guía que orientara el pensamiento humano.

En 1644 el filósofo dedicó “Los principios de la Filosofía” a Isabel de Bohemia. La relación epistolar y personal fue un estímulo para ambos, tanto por su diferente estatus social como por su condición de hombre-mujer. En su correspondencia Isabel planteó a Descartes la cuestión del dualismo —relación entre alma-cuerpo—, cuya filosofía dualista, elemento fundamental del pensador francés, no convencía a la mujer y cuya influencia sobre el filósofo le ayudó a optimizar sus argumentos.

Entre 1649-1650, Descartes se instala en Estocolmo invitado por la reina Cristina, pero sigue en contacto con Isabel y escribe “El tratado de las pasiones”, como respuesta a las cuestiones planteadas por ella a través de la interacción entre la ‘res cogitans’ y la ‘res extensa’ —mente y materia—.

Cristina de Suecia, fue una mujer poco agraciada y con gustos que rompían los esquemas propios de una época difícil. Despreciaba las tareas “propiamente femeninas” —no considero que sean despreciables ciertas tareas, pero sí cuestionable que sean exclusivamente femeninas—.  Llegó a vestirse como los hombres, a tener ocupaciones propias del ‘género fuerte’. Su actitud ambigua, su proceder rebelde y provocador, su rechazo al matrimonio… le generó rumores y difamación.  Fue acusada de promiscua… y al parecer mantuvo con Descartes una afectuosa amistad.

Mujer inteligente, recibió la educación que se le otorgaría a un varón,  conocedora de varios idiomas, interesada por saberes como la Astronomía, la Filosofía, la Teología, las Ciencias… Amante y coleccionista  de Arte… Le pidió a Descartes la creación de la Academia de las Ciencias al estilo de la ‘Escuela de Atenas’, pero la prematura muerte del Filósofo frustró el proyecto.

Cristina prefirió ser libre a ser reina abdicando el 6 de junio de 1654 y se traslada a Roma.   Su palacio se convirtió en un foro de cultura y arte donde  se reunían los eruditos de la época. Una mujer intelectual y mecenas que rompió con los moldes de una época y férrea defensora de sus convicciones.

 

* Dalia Koira Cornide es Licenciada en Pedagogia

Acerca de Contraposición

Un Foro de Estudios Políticos (FEP) que aspira a centrar el debate sobre los diversos temas que afectan a la sociedad desde la transversalidad, la tolerancia, la libertad de expresión y opinión. Desvinculado de corrientes políticas o ideologías organizadas, pero abierto a todas en general, desde su vocación de Librepensamiento, solo fija como límite de expresión, el respeto a las personas y a la convivencia democrática. El FEP se siente vinculado a los valores republicanos, laicos y civilistas como base de una sociedad de librepensadores sólidamente enraizada en los principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Esta entrada fue publicada en ARTÍCULOS DE OPINIÓN. Guarda el enlace permanente.