Cómo explicarle al mundo que sobrevive por debajo del umbral de pobreza —absoluta o relativa, conceptos que también deben ser explicados y entendidos para que no nos confundan—, que en 48 horas se recauden más 800 millones de euros para reconstruir una iglesia…La polémica está servida… El mundo rico —de Francia— se ha sensibilizado con la catástrofe de Nôtre Damme.
El mundo entero se sintió desolado ante el siniestro… Después de las masivas condolencias, con lagrimeo incluido, se levantan las voces críticas y recuerdan el altruismo, la generosidad, la caridad… que movió las conciencias para volcarse en donaciones y sin embargo permanecen impasibles ante tragedias como la de Mozambique, situaciones como la de los refugiados que en la huída de países en guerra —que por longevas nos parecen olvidadas— perdieron cuanto poseían y arriesgan la vida por rutas peligrosas y hacinados en campos de refugiados; hambronas que provocan el éxodo de África hacía Europa en busca de un vida mejor y encuentran —en lugar del paraíso soñado— la sepultura en el Mare Nostrum o —en el mejor de los casos—, una vez rescatados no los recibe ningún país; crueles atentados en nombre no sé de qué dios siembran el terror y la muerte de inocentes que nada tienen que ver con fanatismos religiosos e ideologías totalitarias…
Ante esas voces que denuncian todas estas injusticias, nadie se puede inhibir, pero surge una pregunta… La eterna pregunta que me llevo haciendo desde que tengo uso de razón: ¿Es la solución de la pobreza que asola el mundo LA CARIDAD, aunque estemos hablando de más 800 millones de euros?
Entre los 800 y mil millones de seres humanos, según las fuentes, pasan hambre en el mundo. ¿Está la solución en la caridad? ¿Qué necesidad paliarían esos 800 millones de € recaudados en 48 horas distribuidos sobre cualquier territorio hambriento de la África Ecuatorial en forma de cereales o leche en polvo? Estaríamos ante el dicho de ‘pan para hoy y hambre para mañana’, un mañana inmediato que se hace indefinido en el tiempo.
La solución del hambre es fácil de identificar y difícil de llevar a cabo, una sola palabra basta para definirlo: DESARROLLO.
Tres factores son los principales causantes de la tragedia en este momento, sin necesidad de retroceder a la salvaje colonización y al posterior y nefasto neocolonialismo. Las catástrofes naturales son impredecibles, pero sí se podrían evitar las guerras y erradicar la corrupción siempre de la mano de gobiernos tiranos y totalitarios.
Nuestra memoria es frágil. Somos lo que somos y sabemos lo que sabemos porque recorremos la misma senda que aquellos que nos han precedido. La historia una secuencia dramática de acontecimientos, sería importante no olvidar el pasado para evitar repetirlo.
¿Utopía? Sí. Porque las guerras las hacen necesarias aquellos países productores de artilugios bélicos para expandir un poder ideológico y expoliar los recursos, un especial interés de usurpación que está por encima de cualquier acto humanitario.
Se vertieron lágrimas mientras el fuego devoraba la tercera catedral gótica más grande del mundo después de la de Colonia y Milán, posiblemente de la misma manera que mueve la conciencia de muchos millones de personas en el mundo ante las dolorosas imágenes que cada día nos ofrecen los medios de comunicación y millones de personas anónimas aportan su grano de arena para que ONG’s puedan hacer una labor altruista nunca valorada en su justa medida, y esas nunca salen en medio alguno. Claro que no se puede hablar de donaciones millonarias de toda una población y, aún si ese fuera el caso, la solución no estaría en la caridad, en proporcionar el pan cocido, sino en crear la infraestructura, proporcionar los medios para que puedan abastecerse de lo necesario y medios para producir y elaborar sus productos, erradicar el analfabetismo —construir escuelas— para poder realizarse como personas libres y ser dueñas de su propio destino, que sería algo tan maravilloso y gratificante de ser admirado como maravilloso es admirar una expresión artística, algo desconocido por unos y todavía mal apreciado por otros, levantando críticas opiniones hacia una arquitectura monumental —arte— que prefieren ver demolida, como si con ello se borraran las iniquidades e infortunios soportados por los pueblos en un momento histórico.
La caridad y la solidaridad son vocablos llenos de humanidad, pero no son sinónimos. ¿Es la caridad un instrumento de humillación y degradación —limosna—… un acto de ricos hacia los más desfavorecidos para lavar conciencias? Nada más irónico y humillante que la caridad vista desde esta perspectiva.
Nôtre Damme fue el escenario elegido por Víctor Hugo para escribir la entrañable historia de Quasimodo. El escritor muy sensibilizado por las negativas apreciaciones que se tenían hacia el arte gótico en el París de la época, donde se promovían las demoliciones de fachadas de la época medieval, se implicó en defensa de dicha arquitectura para que se preservara el patrimonio artístico. Cuando recibió el encargo de escribir una novela aprovechó la oportunidad para plasmar su preocupación y el deber de proteger el patrimonio. Víctor Hugo creó una historia de personajes desdichados y marginales ubicados en el París del Medievo, plasmando en la novela importantes descripciones de la catedral gótica escenario de su historia. No es una novela escrita para engrandecimiento de la catedral, es la historia de un pueblo personificado en la figura de una catedral como testigo y protagonista silencioso de la Historia, donde la vida y el tiempo atrapan a los personajes.
Quasimodo, personaje deforme, es una magnífica creación salida de la magia de Víctor Hugo. Frollo —archidiácono/arcediano—, padre adoptivo del Jorobado, lo condena a vivir en el campanario.
El final trágico de la historia nos deja espacio para la imaginación, en la tumba de Esmeralda, la protagonista femenina de la novela, se encuentran dos esqueletos: el del Jorobado abrazado a una mujer.
*Dalia Coira Cornide es Licenciada en Pedagogia