En los juicios y en la prensa, a menudo se hablan de actos que realmente conmueven conciencias y que son juzgados. Si hablo de esos perfiles egocéntricos, narcisistas, crueles y sin remordimientos; carentes de empatía, mentirosos, manipulador y antisocial; impulsivo, conocidos como psicópatas, figuras criminales que generan miedo y una gran repulsa por sus actos en la sociedad y mediáticamente.
En este artículo no voy a hablar de manidos temas bien de ámbito nacional o internacional, ni de macabros asesinatos, pueden estar tranquilos todos, pero de alguna manera tiene su relación y no pequeña.
La violencia se ha convertido en un problema de primer rango en la sociedad actual, desde a nivel individual, basta observar las noticias cotidianas, sino también de forma global en los Gobiernos de las diferentes naciones del mundo y en la política exterior común y diaria.
No exagero desgraciadamente los dogmas de la cordura han abandonado el ámbito de la actuación política. El seguidismo a personas y figuras políticas (Trump, Bolsonaro, Maduro, etc…) que prometiendo soluciones en tiempos de crispación y crisis han propiciado un escenario mundial en donde se instauran ideas y creencias inamovibles.
Partidos radicales de todo tipo y signo político, no son muestra más que de una civilización enferma que hace paradas en regímenes totalitarios (Venezuela, Turquía, países árabes, China, etc…) y se sitúan, en ocasiones, en marcos independentistas globales desastrosos a nivel global (Brexit).
Una nube de intereses corruptos y ocultos dentro del estamento de los Estados nos impide distinguir entre lo diferente y lo desquiciado, lo real y lo tangible frente a lo imposible.
Por eso empleo ahora las palabras a modo de arma para denunciarlo.
Turquía buscando el genocidio kurdo, que con su fuerza intentó paliar el salvajismo y la atrocidad de la ola yihadista, muros de hormigón a modos de fronteras, miles de refugiados abandonados a la suerte, etc….
Creo en la importancia de la palabra y del autor como francotirador de ese pensamiento, que asola el panorama actual, tan lesivo y peligroso y que detrás va el fantasma del totalitarismo de orden y tipo que sea en forma e ideología.
Me preocupa mucho este desorden mental que no se quien ha promovido, ni sus intenciones y lo peor su última parada.
Dicen algunos que el amor lleva a hacer locuras, eso no lo sé, pero la manipulación, el populismo, la irresponsabilidad en la que se está viviendo de forma global sí que conducen al desvarío social y colectivo que impera actualmente en un mundo subido a los lomos de la locura.
*José Luis Ortiz, funcionario