Ese partido llamado VOX, al que en principio infravaloraron el resto, con posterioridad unos pretendieron aprovecharse de sus potenciales votos ignorándolo, finalmente es una realidad, incómoda que goza del nada desdeñable apoyo de algo mas de tres millones y medio de ciudadanos.
Aparentemente simples en sus propuestas, toscos en sus expresiones y antipáticos por vocación, cimentan su estrategia en el uso de la dinamita verbal y argumental, para arrasar con cualquier tipo de consensos que pudieran darse entre la diversidad política que nos caracteriza.
Pero su estrategia, no se centra solo en el uso de la dinamita verbal. El ataque directo a los tradicionales consensos en materia de violencia contra la mujer o el respeto a la diversidad sexual asi como a otros consensos mas frágiles en materia de política territorial, inmigración o la mayoría de los derechos sociales, pretende demoler el edificio democrático y sustituirlo por una construcción marcadamente autoritaria, donde la libertad individual de pensamiento, quedaría manifiestamente aniquilada.
Si como argumentan PP y Ciudadanos, Vox no forma parte de ningún gobierno, porque formalmente no detentan carteras ni cargos ejecutivos, no habría nada que temer, porque los votos de Vox solo habrían servido para determinar la constitución del gobierno, pero a continuación devendrían inútiles.
Pero tal argumento es falaz, porque cualquier gobierno, necesita del voto mayoritario del parlamento o corporación y ahí es donde la estrategia de Vox juega en su verdadera dimensión. Torpedear cualquier medida legislativo-normativa que no coincida con sus postulados, viene siendo su comportamiento habitual y no solo eso, sinó destruir cualquier consenso en forma de declaración institucional, amparándose en la convencional o normativa necesidad de unanimidad.
No quiero restar importancia numérica ni cualitativa al apoyo del que goza Vox, porque no deja de causar desasosiego que tan gran número de ciudadanos apoye a un grupo que desprecia los derechos humanos, predica el odio y se refugia en los derechos constitucionales que pretende arrasar; pero Vox será lo que los demás partidos en su conjunto quieren que sea.
En primer lugar, porque los tradicionales consensos unánimes requeridos para las declaraciones institucionales, deberían se modificados por amplias mayorías que permitiesen forjar grandes acuerdos que aislasen a Vox en sus postulados inhumanos o cuasi-delictivos.
En segundo lugar, allí donde Vox determinó la formación de gobierno, las fuerzas de oposición y en las cuestiones que Vox pretende hacerse fuerte, deberían buscar el acuerdo con la derecha gobernante, para aislar a Vox y evitar que use su poder de veto o de imposición, de modo que el terreno normativo, pudiera bloquearse su perniciosa influencia.
Se me antoja que esta podría ser una forma de patriotismo bastante mas eficiente que la retórica de abroncar a Vox públicamente, para luego permitir que se salga con la suya.
(*) Jesús Penedo Pallas, Ingeniero Técnico Industrial, Licenciado en derecho, Secretario del Patronato de la Fundación Adcor y jubilado de la Función pública.