“Todos los seres humanos nacen libres e iguales
en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia,
deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
(Declaración Universal de los Derechos Humanos-1948)
Uno de enero de dos mil veinte, no es un día cualquiera, ni tampoco comienza con un prólogo fácil de intuir, si bien apunta a un inevitable prefacio sin prever las consecuencias. No se auguran unos ‘florecientes’ años ’20, ni los desvelos de un amante complaciente. Tal vez sea un momento para la reflexión, porque las épocas convulsas siempre lo son provocando que se diluya en horizontes poco nítidos las frágiles esperanzas.
Toca reflexionar…
Un momento para hacer inventario de un pasado insubstancial, de un presente que linda con la necedad y… ¿de qué aportación por venir?
… Reflexionar para una apertura de miras, aquietar voceríos discordantes, romper mutismos, ilustrar con luz y taquígrafos las susceptibilidades, clausurar un ciclo de divergencias y no generar más incertidumbre.
No pinta bien —se dice—. Cuánto ‘te quiero’ por conveniencia. Cuánta ambición disfrazada de equidad compone maridajes por interés. Así comienza la década de los ’20 del siglo XXI, que nos retrotrae a los felices años vente del siglo XX, esa década de prosperidad económica, en EEUU, del ‘22 al ‘29, mientas Europa intentaba incorporarse de los efectos devastadores de la Gran Guerra o I Guerra Mundial; mientras otra parte de la humanidad se debatía entre la pobreza y la miseria bajo el yugo del Imperialismo. Poco o nada ha cambiado desde entonces —éxodos provocados por hambronas, por guerras fratricidas, por totalitarismo esclavistas…—. Faltaban todavía un par de décadas para que se acuñara el término Tercer Mundo; agosto de 1952, L’Observateur publica el artículo: “Trois mondes, une planèta”, firmado por el sociólogo francés Alfred Sauvy. Décadas más tarde, el complejo devenir de la historia, muy dada a compartimentar situaciones, creó el término Cuarto Mundo (Joseph Wresinski ) para dotar de identidad a un colectivo cuyas condiciones se encuadran en la extrema pobreza.
Y después de este paréntesis… Sí, los dorados o locos años ’20, fue un ciclo económico de expansión que acabo generando una gran burbuja especulativa —Crac del ‘29—, la mayor crisis económica de la historia donde la quiebra del sistema llenó los cementerios de suicidas. La década de los ’20 del siglo XXI, que hoy comienza, es heredera de un ‘patrimonio’ de desavenencias cuyo orden es computable en parámetros de conflictos abiertos como nunca antes conoció la Historia de la Humanidad que, por relegados, no implica que no existan. Puede que este recién inaugurado período tenga mucho de ‘loco’—para los ‘patricios ’—, pero nada de dorado para la plebe. Cuando se apaguen las luces y los flashes dejen de deslumbrarnos, habrá desaparecido el glamur… y la patética realidad estallará ante las asombradas miradas como eses fuegos de artificio… del todo a la nada.
Y, a fecha de hoy, también toca pensar en el campo individual, en esa parte invisible de cada existencia.
Pensar… Preguntar… Reflexionar…
¿Cuántas veces has pronunciado ‘te quiero’ en esos 365 días que componen ese período de tiempo que llamamos año? ¿Cuántas has sido destinatario de tan breve locución?
¿Cuántos ‘adiós’ han cerrado etapas que jamás volverán? ¿Cuántos ‘hasta luego’ sin consumar?
¿Cuántas veces te han mancillado y no te han dicho ‘perdón’ o cuántas veces debías haberlo pedido y te ha faltado valor?
¿Cuántas veces lloró tu alma sin que alguien lo percibiera? ¡Cuánto llanto ahogado en las entrañas… y tu rostro dibujaba una sonrisa!
Cuántas veces te has olvidado de vivir,
de soñar,
de amarte…
y, a pesar de ello, sigues ahí con nuevas historias para contar.
FELIZ AÑO 2020
*Dalia Coria Cornide es Licenciada en Pedagogia.