Cuando la coyuntura económica y sanitaria de España hace más necesario el cultivo de la ilusión y de la esperanza, la sociedad se ve condenada tras un obligado letargo de meses soportado con civismo, a un severo desasosiego sobre su futuro. Amén de las circunstancias sistémicas, algunos actores políticos parecen empeñados en quebrar las ilusiones y cegar las salidas de una situación crítica en tanto esta no sea a la medida de sus intereses particulares. Parece importarles muy poco hacer trizas la vida de la ciudadanía si en paralelo despedazan al rival político convertido en el peor de los enemigos. Y si este enemigo es el mandatado legal y constitucionalmente para dirigir el país…mejor y “mucho mejor”… Así diría un político “de cuyo nombre no quiero acordarme”…por supuesto de la derecha más nacional, bicolor y “patriota”.
Aceptando que la ilusión es una forma de vehicular el ánimo para lograr un objetivo y la confianza en que este se logre, cabe colegir que si esta decae, o se la desmotiva poniendo trabas a la consecución de objetivos necesarios, no cabe extrañarse de la aparición de desconfianza, indignación y ansiedad.
Una jueza pierde sus honorables nalgas por servir…a la justicia… El bueno de D. Arsenio Iglesias diría… “qué duda cabe”… Con presteza desconocida en el mundo de las puñetas, Su Señoría muestra acelerada diligencia para hacer la puñeta a un imputado ya des-imputado por no haber más caso que el alegre uso de los caudales públicos en encausar donde no había causa. O quizás la causa hay sido cumplida no por lo habido, sino por lo hecho…
El poder judicial, poder autónomo en el marco de poderes de la democracia, algunos pretenden con indecencia alevosa convertirlo en el brazo tonto de la política, aunque finalmente casi se configura esta, -la política-, como el brazo tonto de la justicia. Sea como sea, los brazos debieran estar en cada cuerpo y cada cuerpo debiera circular libremente por su senda sin andar por los atajos torticeros de los que buscan por terceros lo que no consiguen por sí mismos.
Otra cosa es tan execrable e inmunda, como la actitud de quienes en contra de las necesidades perentorias de la ciudadanía en la hora de reclamar y gestionar la solidaridad europea se alinean en Bruselas contra los intereses de España, poniendo palos en las ruedas. Sumándose alborozados a las tesis de los países que desprecian a la Europa del Sur. Cuya Europa es apenas zoco de mercaderes….Van de salva-patrias pero son simplemente, miserables vende-patrias.
Cuando los retos exigen grandeza de miras, anteponer lo trascendente a lo secundario, luce patética la carencia de talla política y moral cívica de una parte importante de los depositarios de una soberanía que anda más que inquieta en tan precarias manos. Y si al perro flaco le faltasen pulgas, surgen los jarrones, más que chinos de exaltada logorrea, contribuyendo a la ceremonia de la confusión.
Marchita las ilusiones compartir un mundo infectado por el peor de los virus, el tufo toxico de sujetos con forma humana…Trump, Bolsonaro, Putin, Xi Jinping, Boris Johnson, Kim Jong-uny y una larga nómina de conmilitones menores pero no menos nocivos… Espanta la vomitiva la práctica policial yankee, corrupta, racista y brutal… Pero también produce escalofríos la muerte de un menor en Almería por brutalidad coercitiva…Asquea la falta de profesionalidad, (si es que fue eso), de un jefe de la Guardia Civil y sus oficiales subordinados, funcionarios públicos a quienes confiamos la custodia de nuestras libertades y derechos elaborando informes de cuya objetividad y veracidad se debaten entre el ridículo y el esperpento.
Cosas y casos que desgarran la ilusión y la esperanza de una ciudadanía que reclama honorabilidad y decencia. Sentido de estado y compromiso con la sociedad.
Esa sociedad que en una situación extremadamente difícil, clama y exige, menos pantomimas, altercados de burdel, patriotismo de hojalata, y poner con rigor y eficacia las piedras adecuadas para reconstruir el futuro. Que se entierre el odio y renazca la esperanza.
* Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia