
La primera impresión del acto cínico e irresponsable de la extrema derecha retorciendo un mecanismo constitucional para arañar una cuota de pantalla y colgarse de la atención ciudadana, dentro de la interminable batalla por el monopolio de la derecha del hemiciclo, es que era una absurda pérdida de tiempo cuando este es un bien escaso. Tiempo tan necesario para luchar contra la pandemia vírica y económica que sigue mostrándose intratable.
Quizás no fuese tiempo perdido si sirvió para provocar el discurso del dirigente popular D. Pablo Casado, justo es reconocerlo brillante en la forma y reconfortante en el fondo, rompiendo sin ambages con los postulados, e incluso con el líder de la formación ultraderechista. Otra cosa será que el comportamiento subsiguiente del PP se acomode a las posiciones que apuntan la intervención parlamentaria. Intervención respondida con altura política por el Vicepresidente 2º del Gobierno Sr. Iglesias con el que es difícil no coincidir en su apunte indicando que ciertamente es tarde, bastante tarde la actitud del dirigente popular resituándose en posiciones de esa derecha centrada, democrática y europeístas que tan necesaria es para estabilidad de España.
Quizás no fuese tiempo perdido si permitió comprobar la soledad absoluta del fascismo en la Cámara.
Quizás no fue tiempo perdido al poder visualizarse toda nitidez como los intereses de la ciudadanía han sufrido de forma subsidiaria el feroz enfrentamiento particular, con sufrimiento de lo público, que se abate por el dominio de una derecha que no alcanza a dibujar su identidad ni en la sociedad ni en el tiempo. Una derecha desconcertada que tras muchos años de confundir el papel de ser uno de los pivotes legítimos del Estado con la usurpación de este, se ve condenada por las urnas a la periferia del poder.
La extrema derecha en esta moción de censura se desnudó totalmente con su coctel de bazofia moral nutrida por representantes ingresados con escasos filtros, que ingresan a la vida pública con ridículos méritos, salvo un claro intento de acolchonar sus vidas. Algo que su jefe en años previos practicó en el Partido Popular en el regazo de Esperanza Aguirre. Si alguna duda pudiera albergarse queda claro su objetivo de convertir al Estado en un juguete en sus manos y a su servicio. Un pendiente peligrosa, toxica, que no es anécdota miserable sino riesgo cierto en tiempos de desconcierto y donde la angustia pueda llevar a gentes de bien en su desesperación, en volver sus ojos a un camino que no tiene retorno sin un tránsito de dolor y sufrimiento como nos recuerda la historia.
Quizás no fue tiempo perdido la más descabellada y estúpida de las mociones habidas en democracia… Quizás no fue tiempo perdido al el poder ver el espantoso ridículo, el papel de la triste figura del caudillo del odio, del rencor y de la indecencia… Llegando hasta tal nivel de degradación, que incluso el propio Sr. Casado sintió vértigo…Que provoco que una de las más estrafalarias figuras de la formación popular, “aristócrata” hispano argentina, tragase sus propios sapos tras ser despojada de la portavocia de su grupo, manifestar con no poco sufrimiento, su no a la extrema derecha.
Quizás no fue tiempo perdido, al poder ver toda la purulencia del fascismo, sin tamices ni manipulación. Su ausencia de otra oferta que no sea la voluntad de callar voces ajenas, pisotear derechos y sembrar desigualdad y anacronismo.
Quizás por ello, no haya sido todo tiempo perdido… aunque el fascismo nos esté haciendo perder un tiempo precioso.
*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.