
Algunas consultas demoscópicas, aún con el grado de fiabilidad que puedan merecer, auguran como la deriva anticonstitucional del PP le depara un buen posicionamiento. Obstruir a la medida de sus intereses las instituciones del Estado es una muestra. Y oportunismo, liberar parcialmente ese bloqueo. Utilizando para ello biografías que ponen en entredicho, una vez más, la hipocresía del Sr. Casado que califica a sus apadrinados de personas imparciales y que no serán factor de colonización de la Justicia.
Algo que cultivó con esmero el PP en su largo camino devaluando el orden constitucional (del que se consideran amos y custodios) fue convertir de facto en “Tercera Cámara” las más altas instancias de la Justicia, protagonizando en ello algún espectáculo vergonzoso que de no ser tétrico para la independencia que se espera de ellas, serían hilarantes por tan burdos.
El PP muestra en la forma de producirse y maniobrar, que desahucia la política fiando sus comportamientos al filibusterismo en su máxima expresión sin recato por los resortes utilizados. Con un discurso donde la verdad es ausente habitual y que carece de propuestas programáticas que merezcan la pena saberse.
Se aferran a esa “Tercera Cámara” desde la que maniobrar como punta de lanza contra la acción del gobierno de coalición, -un gobierno legítimo y democrático-, en un intento de conseguir “por puñetas”, lo no alcanzado en las urnas. Sembrando minas permanentes a la gestión política, en lo que podría entenderse en algún caso como clara injerencia entre los poderes del estado.
El último botón de muestra es el caso de D. Alberto Rodríguez, privado de su escaño en una curiosa decisión judicial cuyo sorpréndete entusiasmo no parece convencer a juristas de distinto criterio. No aparenta haya finalizado su recorrido legal, pero desde ya evidenció la escasa corrección y desprecio institucional de quien inspira la resolución al dirigirse en sus escritos al poder legislativo, en este caso a la Sra. Presidenta de la Cámara de los Diputados.
Pero sin duda más allá del horizonte legal que se derive de los recursos de apelación del interesado, el éxito para el “control remoto” reside no en la “perfecta imparcialidad” de quien imparte una Justicia que ya nos decía el ciudadano Borbón cuando adoctrinaba en el ejercicio de la Jefatura del Estado, “es igual para todos”, sino en conseguir con algo que legalmente aparenta endeble, poner palos en la ruedas de los coaligados. Y que una Sra. Ministra actué de forma impropia pronunciándose en su indignación con claro despropósito sobre otro poder del estado. Y que la confianza en la democracia y sus mecanismos se desasosiegue un poco más.
El Sr. Casado semeja tener pocos amigos, pero si capacidad de sumar el desprecio solapado de sus correligionarios más sensatos y perspicaces. Cada vez que habla lo hace con abuso de la prosopopeya y el melodrama, mostrando sus propias vergüenzas. Pero esto no es óbice para que de mano de la extrema derecha pueda llegar a La Moncloa. No por sus méritos, sino por el demerito de quienes haciendo muchas y diversas cosas bien, las muestran rematadamente mal empeñándose en la anécdota en detrimento de la categoría. Plasma el naufragio del nos colectivo en el afán del yo, con ignorancia de la servidumbre que comporta pertenecer al máximo órgano colegiado para la gobernación de los intereses del común.
Comportamientos que abren horizontes lúgubres para una sociedad que corre el riesgo de volver a ser fantasma en manos de los que esgrimiendo falacias como que el mercado libre, (como el de las empresas energéticas) es sinónimo de un país libre. Decía el malogrado John Lennon que “vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor, mientras la violencia se practica a plena luz del día”. Algo que es reflejo de cómo construir un mundo en clave de comedia bufa e hipócrita cuando realmente tiene mucho de tragedia.
Gobernar no tiene como prioridad hacer historia ni hacerse perfiles en la historia. Es servir a los que la padecen. Hay huellas de esa historia que pueden fácilmente volver a convertirse en pisadas. Al tiempo comportamientos pretéritos nos han mostrado que la ciudadanía nunca es suficientemente precavida a la hora de detectar sus enemigos.
Solo la pedagogía, el ejemplo, la sensatez del mensaje emitido son los mecanismos para contribuir a una mejor decisión. Más allá de eso, nada ni nadie puede condicionar su derecho a equivocarse. A fin de cuentas los problemas de la sociedad son un complejo rompecabezas y cada cual lo resuelve, (aun equivocándose), a la medida de sus sentimientos…Se llama libertad.
*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.