PSEUDO METEOROLOGÍA.-José María Barja Pérez*

La ilusoria pretensión de la humanidad de dominar el tiempo llevó al di­seño de ciclos que ajustasen los recurrentes fenómenos astronómicos. Así los calen­darios trataban de ajustar las tareas al momen­to climático e in­cluso pre­tendían antici­par los meteoros que se van a producir en fechas inmediatas. Así aparecieron “predicciones meteorológicas”, como las temporas o las ca­bañuelas, e incluso folklorismos como el día de la marmota. La precisión no es precisamente la característica de esos pronós­ticos; se asemejan más a la paro­dia de la jerga de los analistas económicos que, ante la crisis que llegaba, rea­lizó Ma­nuel Rivas con brillante empleo del oxímoron: “Se puede decir con precisión indetermina­da que se trata de un fenómeno transitorio pero no epi­sódico, más bien superficial aunque con raices profundas. Por supuesto, su naturaleza es de una volatilidad su­mergida.”[¿Qué crisis? El País 17/ma-yo/2008].

Pues ahora ha saltado al ciberespacio la predicción de un chaval de 15 años “experto en cabañuelas”, asegurando la repetición de la gran nevada etiquetada Filomena para finales de enero de 2022. Y a muchos eso les parece más creíble que las afirmaciones de los meteorólogos, que hoy en día no tie­nen ca­pacidad de predicción efectiva de más de unos días. Claro que «un 25% de los españoles cree que el Sol gira alrededor de la Tierra

  • Sorprende la difusión  mediática de la “probabilidad” de una tormenta “calculada” por un presunto algoritmo de “expertos”. Y apenas se encuentran referencias que descri­ban la pseudociencia implicada. Como ocurra algo cercano a lo proclamado, ¡tendrán que inven­tarle cuando menos una subsecretaría !
  • En su origen, las témporas eran breves ciclos litúrgicos al  inicio de cada una de las cua­tro es­taciones del año, consagra­dos especialmente a dar gracias a Dios por los beneficios recibi­dos de la tierra y a pedirle su bendición sobre las siembras, para que produjeran co­sechas abundantes. La institución cristiana de las témporas aparece en Roma, quizá ya du­rante el siglo III, para reemplazar a los festejos paganos de las «ferias de la cosecha», «fe­rias de la vendi­mia» y «ferias de la siembra». Cada témpora comprende tres días de una misma se­mana: el miércoles, el viernes y el sábado (desde antiguo los dos primeros días eran consi­derados días de «estación», de ayuno). Según Jeró­nimo de Chaves tales jornadas eran las más luctuosas de la Pasión de Cristo: “el miércoles, porque Judas vendió a Nues­tro Reden­tor; el viernes, fue Nuestro Señor crucificado, y el sábado, porque fue su santo cuerpo se­pultado” [Cronografía o Reportorio de Tiempos 1588]. En las témporas de septiem­bre se evo­can las dos fiestas judías del séptimo mes: Yom Kippur, Expiación (Levítico 23.27) y Sucot, Ta­bernáculos (Levítico 23.42-43). Las demás témporas fueron condicionadas por algún otro ciclo litúrgico, que transforma el contenido original: por la octava de Pente­costés, las tém­poras de verano; por el Adviento, las témporas de diciembre; por la Cuares­ma, las témpo­ras de primavera.
  • Una tradición muy arraigada entre la gente del campo del Norte de España, desde el Norte de Cataluña hasta Galicia, con una incidencia especial en zonas del País Vasco, em­plea las témporas para tratar de predecir el tiempo que hará en la estación que le sigue. Se definen las témporas como el miércoles, viernes y sábado de la segunda semana de Cua­resma, las Témporas de Primavera (o Primeras); de la primera semana después de Pente­costés, las Témporas de Verano (o Segundas); los tres siguientes al 14 de septiembre, día de la Santa Cruz (si ese día cae en miércoles, se usan los de la semana siguiente; de ahí el nombre de témporas de San Mateo, 21/septiembre), Témporas de Otoño (o Terceras); los siguientes al 13 de diciembre, día de Santa Lucía (si ese día cae en miércoles, entonces los de de la sema­na siguiente), Témporas de Invierno (o Cuartas). En esos días concretos an­tes de las 00:00 h. se observa para ver que tiempo hace en ese momento, si el cielo está des­pejado, si hay nubes, hacia donde sopla el viento… Según esas observaciones, se induce que el tiempo que había el primer día de témporas será el que predomine el primer mes de la estación, el del segundo día de témporas en el segundo mes de la estación y el del tercer día de témpo­ras corresponderá al tercer mes de la estación.
  • Hoy, con una mínima hoja de cálculo, es posible calcular las fechas de las témporas para cualquier año, partiendo del cálculo de la Pascua. Se visualiza así fácilmente el amplio ran­go de fechas para las primeras y segundas témporas, mientras las terceras y cuartas pue­den variar en una semana tan solo. Los extremos se alcanzaran, entre otros años anteriores y posteriores, en 2285 y 2038. En efecto, en 2285 las témporas de primavera serán el 11, 13 y 14 de febrero y las de verano, el 13, 15 y 16 mayo; mientras en 2038, las de primavera serán el 17, 19 y 20 marzo y las de verano el 16, 18 y 19 junio.
  • La palabra cabañuelas proviene de la festividad judía de Sucot ( סֻכּוֹת , sukkōt, ‘cabañas’ o ‘tabernáculos’) que recuerda los años que pasó el pueblo judío vagando por el desierto del Sinaí. Como en esta festividad judía [este año 2022, del 9 al 16 de octubre], se realizan ri­tos referentes a la predicción meteoro­lógica, el término de ca­bañuelas adoptó en caste­llano ese significado. La observación de los primeros 24 días de agosto de cada año (unos días prefijados, y por tanto, invariables y «mágicos») se usan para pronosticar qué tiempo será el que se disfrutará en los próximos doce meses. Los pri­meros doce días pronostican los meses en orden numérico ascendente (1=agosto; 2=sep­tiembre; …) y los segundos doce días, las retornadas, replican el pronostico de los meses en orden numérico descendente (13=julio; 14=junio; …).
  • En USA durante la Candelaria, 2/febrero, hay una tradición popular, el Groundhog Day, [tí­tulo de la película Atrapado en el tiempo, dirigida en 1993 por Harold Ramis, con Bill Mu­rray y Andie MacDowell de protagonistas]. En ese día la marmota (groundhog, wood­chuck) sale de su madriguera tras una larga invernada para mirar su sombra. Si la ve, esto es, si está soleado, piensa que habrá seis semanas de mal tiempo y regresa a la madri­guera. Si el día está nublado, y por lo tanto no hay sombra, lo toma como un signo de la llegada de la primavera y permanece sobre el terreno. El dicho americano es: «If the sun shines on Groundhog Day: Half the fuel and half the hay». La evidencia estadística no está a favor de esta tradición, sino exactamente de su contraria. Vamos, mucho mejor el refrán gallego: “Se pola Candelaria chora, a metade do inverno vai fora; chore ou deixe de chorar a me­tade do inverno falta por pasar.
  • Fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro (1676-1764) tenía claro que el tiempo atmos­férico (temporal escribía él) nada tenía que ver con los ternarios, los tres días de la tém­poras: “La observación de las mudanzas de temporal, arreglada a los cuatro ternarios de días de ayuno establecidos por la Iglesia, que vulgarmente llaman Cuatro Témporas, no tiene fun­damento alguno ni en la razón ni en la experiencia; antes, la razón y la experien­cia militan contra ella. […] Aunque se quiere decir que hay alguna constitución en Astros, que deter­mina el temporal para los tres meses siguientes (lo que es una quimera) de nada servirá para el propósito; pues la disposición de la Iglesia no liga esos ternarios a tal deter­minada constitución de Astros; y así en distintos años caen debajo de aspectos muy dife­rentes” […] “Cítase a favor de aquella regla la autoridad de los Labradores, como de gran peso en esta materia, por ser los que con continua solicitud están atendiendo la duración y mudanza del temporal. A esto respondo, que así los Labradores, como todo el resto de la Plebe, dan más asenso a las patrañas que heredaron de sus mayores, que a los desenga­ñados que les ministran sus propios sentidos.” [Teatro Crítico Universal. Discursos varios en todo género de materias, para desengaño de errores comunes, Tomo V (1733) Discurso V Observa­ciones comu­nes, 11-12].
  • *José María Barja Pérez. exrector de la UDC

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