LA OTAN Y LA PAZ. EL TIEMPO Y LA DESNUDEZ.-Jesús Penedo Pallas*

En la memoria de quienes peinamos o no a saber que tipo de melenas, todavía suena aquel mantra “OTAN no, bases fuera”. Resulta inevitable después de unas décadas y a la vista de los tristes acontecimientos de Ucrania, revisar aquel movimiento de la década de los sesenta del siglo pasado y evaluar con el prisma y la distancia del tiempo, las decisiones gubernamentales y el sentido de la oposición a ellas.

Aquel lema, partía de algunas ideas preconcebidas, seguramente razonables en lo inmediato, pero a las que el tiempo se encargó de colocar entre el interrogante de la duda razonable.

La retórica occidental de postguerra, estaba construida sobre el equilibrio establecido en Yalta por las potencias vencedoras, que a pesar de su unidad de acción contra Hitler, mantenían visiones del mundo y por ello intereses, divergentes.

Nacen en 1949 el Tratado del Atlántico Norte (OTAN) englobando al llamado bloque de occidente y en 1955 el llamado Pacto de Varsovia, englobando a los paises bajo la órbita soviética, retóricamente denominados bloque comunista.

Para la izquierda europea y singularmente para la española de la postguerra y el franquismo, la OTAN era una organización imperialista y anticomunista, por tanto diabólica, en tanto que el Pacto de Varsovia, respondía a una reacción defensiva de la patria soviética, la pretendida patria ideal de los trabajadores.

Con tal esquema retórico, llegamos a los años ochenta, en los que España salida de la dictadura y tratando de resituarse en el concierto internacional, necesita tejer alianzas de futuro. Tal es el contexto en el que se plantea el ingreso en la OTAN. (Lo de “bases fuera”, lo dejamos para otra ocasión).

¿En la situación geopolítica de España, cabía desde el punto de vista estratégico otra posición que no fuera la de alinearse con los países conocidos como democracias occidentales? Naturalmente que cabría, pero la debilidad de partida de nuestras relaciones y nuestra imagen y credibilidad, dejaban poco margen para la elección. Téngase en cuenta que la neutralidad anhelada por algunos, es un estatus fruto solo del concierto internacional y me da que no era el caso.

Durante la guerra fría, que duraría hasta el final de la década de los ochenta, la OTAN cumplió su función disuasoria y es en los noventa cuando ya colapsada la Unión Soviética, tampoco hemos querido entender las razones estratégicas ni los pretextos humanitarios que se argumentaban para intervenir en la desmembrada Yugoeslavia. Aquí, los veinticinco años de distancia, son suficientes para evaluar la importancia estratégica de aquella intervención.

Es cierto que durante un tiempo, la OTAN era argumentalmente el instrumento contra el comunismo, identificando el comunismo, con el modelo de estado totalitario instaurado por Estalin. Pero ni aquello era el comunismo, ni ahora el hipotético comunismo es el ideológico. En todo caso, la inmensa mayoría occidental abdicó del comunismo, en favor de los valores democráticos.

Los atentados de New York, París, Londres, Madrid etc, la situación de Afganistán, Siria, Irán, Yemen o el Sahel africano, nos ofrecen ejemplos de que a los viejos problemas del esquema de la guerra fría se suman otros nuevos de compleja solución.

Hoy el verdadero peligro para la libertad, es otro. Lo es un Putin disfrazado con argumentos y liturgia del Siglo XVII, poseedor de un potencial nuclear capaz de destruir el mundo y firmemente determinado a destruir el modelo de orden internacional instaurado después de la Segunda guerra mundial. También esa China convertida en superpotencia económica y militar, que desprecia profundamente los valores sobre los que se asienta el modelo que defienden las democracias occidentales. Como lo son los regímenes integristas exportadores de terrorismo, incluidas las petromonarquías.

Desde que en 2014 el gobierno ruso se anexionó Crimea, la trayectoria de Putin y las respuestas de occidente, se asemejan sobremanera a lo ocurrido en los años treinta bajo el triste protagonismo de Hitler y las potencias que se dejaron engañar reiteradamente hasta que la realidad se impuso. Había precedentes, Georgia, Kazajistan, Bielorrusia, Moldavia. La misma megalomanía, el mismo desprecio por el orden internacional y los mismos engaños reiterados a sus interlocutores. Es como un retroceso en el tiempo de tres o cuatro siglos, con la bendición de la iglesia ortodoxa.

A dia de hoy, aquel equilibrio relativamente estable, basado en la capacidad de destrucción mútua ha sido roto por una de las partes, rompiendo todas las reglas y amenazando abiertamente, con hacer uso inmediato de esa capacidad de destruir a cualquier adversario.

La OTAN, nunca fue una organización perfecta, pero si fue y sigue siendo una organización multilateral bajo la dirección de un conjunto de países mayoritariamente democráticos.

Si Putin se lanza al desafío de romper el orden internacional, de invadir militarmente un país de mas de cuarenta y cinco millones de habitantes y amenazar directamente a países de la Europa occidental si tienen la ocurrencia de tomar decisiones que resulten no convenientes a Putin, ¿podemos imaginarnos cual sería la situación si no existiese la OTAN?

Hay algo mas, la OTAN, es hoy por hoy el único clavo al que se agarra Europa frente a la amenaza de un Putin envalentonado y enfebrecido por la ambición de recuperar el poder imperial de otros zares; pero aun asi, la ciudadanía europea, deberá replantearse si el pacifismo ingenuo, el NO A LA GUERRA, no es una dejación de responsabilidad que con vecinos del patio trasero como Putin podemos pagarla muy cara en términos de pérdida de libertad.

Aprovechando la reflexión, deberíamos pensar también, que los Estados Unidos vienen apuntando la necesidad de que Europa se implique mas en la defensa, llegando incluso el presidente Trumph a amenazar con amenazar con reducir las tropas en Europa. Europa nunca será una auténtica potencia global, ni tendrá una política exterior creible, mientras no tenga un sistema de defensa propio, capaz de afrontar los retos estratégicos de situaciones como la generada por la invasión de Ucrania. Sistema que nada impide que sea cooperativo con el de los Estados Unidos.

Sacrificar a Ucrania y a su ciudadanía, no parece que calme las ambiciones de Putin, que mas bien parece utilizar la invasión como demostración de fuerza y como el ensayo para evaluar hasta donde está dispuesto a llegar occidente en defensa del orden internacional.

No es fácil proponer soluciones para la situación actual; pero si de aquí emerge un acuerdo de defensa de la Unión Europea, que goce de la comprensión de la ciudadanía, enviaríamos un mensaje al sátrapa ruso, justo en el momento en que está explotando la división de los países comunitarios y el chantaje del abastecimiento energético.

No se si a los europeos occidentales nos irá la vida en ello, quién lo sabe. De lo que podemos estar seguros es de que nos va en ello la libertad. Al menos merece la pena pensarlo, digo yo.

*Jesús Penedo Pallas, Ingeniero Industrial, Licenciado en Derecho, Secretario General de la Fundación Adcor y jubilado de la función pública.

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