
Nada mejor que el título de la novela de Gabriel García Márquez para definir la crónica de lo acaecido en Andalucía. Un drama desencadenado en el tiempo y que desembocó en una Noche Triste para la izquierda convertido el Palacio de San Telmo en Tenochtitlan.
Como Hernán Cortés los líderes de la izquierda habrán buscado su añejo ahuehuete como el ubicado en la calzada de Tacuba que conduce a la soñada Ciudad de México, para frente a él verter sus lágrimas de derrota. Curiosamente no estarán solos en su desazón. De seguro en la Villa y Corte dama habrá que ruja colérica cuando con angustiado histerismo pregunte, espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino? …y este, le conteste con sorna…Por supuesto bonita,…Juanma Moreno.
El Sr. Espadas llegó a un avispero para zanjar un pleito doméstico y a la vez a disputar la presidencia de la Junta a su titular quien mostró extrema habilidad para sortear sus carencias y una gestión más que cuestionable. Que supo vender una idílica imagen y un talante educado cuando la grosería y los malos modos eran estilo usual. Si la labor interna del Sr. Espadas fue fructífera se verá si supera los próximos meses. Sin duda es un personaje interesante. Sólido y corredor de fondo. Solvente, sin estridencias y ponderado. Portó con estoicismo en su mochila algunos aspectos adversos heredados. Sin duda tras cuatro años será un poderoso candidato. Otra cosa es si se da el caso ante la devoradora inmediatez de la política, más atenta a salvar el suceso que a mirar el futuro.
Deja varios apuntes la “Noche Triste” andaluza. En primer lugar, pudo haber sido mucho más triste, si la extrema derecha hubiera puesto sus pies en el gobierno andaluz. Afortunadamente la chabacana actitud de la Sra. Olona fue eficaz antídoto y la extrema derecha se estancó en un crecimiento vegetativo. Lo que permitió al Sr. Moreno tras haber escondido como pudo su origen viciado al amparo de Vox, evitar el trance de hacer un “Mañueco” para sentar sus posaderas en la Junta, porque más allá de sus hipócritas proclamas, (siempre a media voz), siempre tuvo claro -aunque fuese obscuro en decirlo-, que San Telmo bien vale un Vox.
Por si quedaba duda, el motor de la izquierda es el PSOE. Si se debilita, cualquier opción de progreso está condenada a ser un estéril deseo. La fragmentación de las formaciones que se afirman a la izquierda del PSOE semejan avanzar hacia una fragilidad que reduce a mínimos su operatividad. Las disensiones internas de sus diversas sensibilidades a la vez confunden y desangran su interlocución con la ciudadanía. Lo que indirectamente crea alarma en un electorado que ve con recelo un gobierno compuesto por ocho colectivos con dificultad de entendimiento y un socio mayoritario pero no suficientemente sólido. Incluso no cabe soslayar que ciertas actitudes en el gobierno progresista del Estado, mostrando poca cultura de coalición, haya tenido efectos negativos en la percepción del elector.
Ciudadanos pasó por el Registro Civil para recoger su certificado de defunción. Pero esta ya estaba descontada desde hace unos años cuando el Sr. Rivera, (lo más necio, inepto y nefasto que produjo la etapa democrática), sin haber sabido nunca lo que quería ser de mayor, enloqueció con 57 escaños en sus manos. Queriendo convertirse en el rey del mambo, terminó como payaso de feria.
La Sra. Gamarra poniendo voz al sentir de “Génova” reclama el efecto nacional (también conocido como efecto Feijoo) en el tablero político. Hace pocas semanas hablaban de estar solo ante unas elecciones autonómicas. Ante los resultados lo olvidaron tan rápido como aquello tan del gusto del PP, del “gobierno de la lista más votada”.
Sería ridículo ignorar que este severo varapalo a la izquierda en tierras andaluzas no advierta de nublados en el horizonte para posiciones progresistas en el Estado. Y muy temerario si el gobierno de coalición progresista no hiciera propósito de enmienda de algunos comportamientos que empañan una gestión global, que cabría calificar de muy positiva.
Haría bien el PSOE en hacer legibles para propios y ajenos actitudes puntuales que tan poco concilian con su labor impulsora del gabinete con valiosos frutos. Actitudes que además casan poco con la ausencia de dialogo con los grupos, sobre todo cuando este es esencial en una realidad parlamentaria tan volátil. Y desde luego ambos socios deben alcanzar y poner en práctica el convencimiento de que el rival a batir hasta el proceso electoral no está en el Consejo de Ministros.
Algo que también vale para alguno de los socios parlamentarios de la investidura.
*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia
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