UNA REPUBLICA PARA EL TERCER MILENIO.

En el imaginario popular, de esa parte de la ciudadanía que se deja impregnar por la lectura de la historia, se asocia la palabra república con proclamación o con pronunciamiento. Palabras estas últimas, mas propias de esa etapa histórica del Siglo XIX en la que unos cuantos generales protagonizaron “liderazgos” casi todos ellos de infausto recuerdo.

Por fortuna para las generaciones contemporáneas, un régimen de libertad ha triunfado en los últimos 45 años y en consecuencia las proclamaciones solo se producirán por mandato democrático en el Boletín oficial del estado en forma de leyes legítimas y los pronunciamientos fueron desterrados-esperemos que para siempre-después de aquel infausto y vergonzoso 23 F de 1981.

A la actual monarquía constitucional, le resultaría francamente imposible pisotear las instituciones democráticas y propiciar soluciones milagrosas en milicos sobre monturas enjaezadas. Como también lo tienen  difícil, quienes pretenden transgredir las leyes y burlar el entramado institucional para proclamar sus desvaríos no tan románticos como se empeñan groseramente en mostrarnos.

Por tanto, es posible que la monarquía constitucional no tenga demasiados adeptos y mucho menos afectos, pero como institución goza seguro del respeto de la mayoría, dispuesta a proteger el bien superior de la paz, aun con la renuncia temporal a los anhelos de una hipotética república, que ahora no puede ser posible ni como fruto de la improvisación ni mucho menos portadora de incertidumbres.

Si ha de instituirse un régimen republicano, no habrá de ser solo como una forma alternativa de provisión de la jefatura del Estado naturalmente fruto de la voluntad ciudadana legítimamente conformada y manifestada; sinó que dicha institucionalización deberá ser fruto de una reflexión colectiva presidida por el sosiego y empapada de los valores de ciudadanía que conforman la esencia republicana.

Es posible que los vientos actuales infectos de postverdad-eufemismo con el que se denominan las mentiras mas procaces-sean poco propicios para la reflexión sosegada; pero no debemos dejarnos seducir por aquellos que siempre ágiles y presurosos para lo suyo, no dejan de intentar vender crecepelos de toda la vida, como pócimas mágicas que todo lo curan.

Partiendo por fortuna de una situación democrática, la república para el tercer milenio, deberá ser sobre todo, un sólido puente hacia el futuro, que lejos de inspirarse en las románticas concepciones de experiencias pretéritas, deberían beber de aquellas experiencias, sobre todo para conjurar los errores que favorecieron su colapso.

A los demócratas, debería resultarnos perentoria la estrategia de construcción de ciudadanía, de contrarrestar estos vendavales de simplismo, que amenazan no solo la convivencia sino el mismísimo progreso, pretendiendo retrotraernos a pretéritos que creíamos irrepetibles.

Porque en la esencia de una futura república, deberían estar como pilares, como protagonistas y también como beneficiarios, esos ciudadanos conscientes, preocupados por la relación armónica y respetuosa con sus semejantes y sobre todo comprometidos con el gobierno de lo colectivo, lo que damos en llamar los asuntos públicos.

Compromiso con la libertad responsable, con la justicia ágil e imparcial, con la ejemplaridad del ejercicio de la decencia, con la ambición de alcanzar el comportamiento intachable, con la generosidad de autolimitar las ansias de acumulación personal y con el desprendimiento de colaborar al progreso colectivo. Compromiso en fin con esos valores que configuran un sentido patriótico basado en el gobierno participado de las cosas comunes, con la sobriedad alejada del boato y la pompa vacía y sobre todo con la asunción de la responsabilidad y el respeto para con el espacio común.

Desengáñense, los atajos a menudo se tornan en callejones ciegos donde anida la frustración.

Tal vez perseverando en el camino de la virtud cívica, alguna generación de este tercer milenio, pueda enorgullecerse de haber cultivado con éxito ese frondoso árbol que debería cubrirles con su abrigo generoso. Mientras tanto, en el recorrido, seguro que podemos disfrutar de ese cultivo cotidiano.

Jesús Penedo

Acerca de Contraposición

Un Foro de Estudios Políticos (FEP) que aspira a centrar el debate sobre los diversos temas que afectan a la sociedad desde la transversalidad, la tolerancia, la libertad de expresión y opinión. Desvinculado de corrientes políticas o ideologías organizadas, pero abierto a todas en general, desde su vocación de Librepensamiento, solo fija como límite de expresión, el respeto a las personas y a la convivencia democrática. El FEP se siente vinculado a los valores republicanos, laicos y civilistas como base de una sociedad de librepensadores sólidamente enraizada en los principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Esta entrada fue publicada en ARTÍCULOS DE OPINIÓN. Guarda el enlace permanente.