Neosocialismo- Iñaki Martínez

Chávez-Thatcher, Iglesias-AznarNEOSOCIALISMO

En los 70 Margaret Thatcher interpretó las décadas anteriores como un continuo avance de las ideologías socialistas y un retroceso de la ideología conservadora. A su entender la derecha llevaba décadas a la defensiva, retirándose, renunciando a sus posiciones, cediendo una y otra vez a las políticas socializantes y asumiendo sus postulados, como si no hubiera otra opción que dirigir la sociedad hacia un modelo más socializado. Frente a eso Thatcher proponía una reacción radical del conservadurismo, una reafirmación de sus principios y una oposición frontal a los principios políticos progresistas y socializantes que venían siendo generalmente aceptados como parte del sentido común de la sociedad de su tiempo. Frente a la cohesión, la solidaridad y la responsabilidad social, levantó la bandera del individualismo  y la supuesta eficacia de la libre empresa como principio superior y dogma, incluso afirmando que “la sociedad no existe” u ofreciendo a la ciudadanía la zanahoria del oximorónico “capitalismo popular”, un concepto exitoso que llenó las bibliotecas públicas de gente que lee la prensa económica, nuevas novelas de caballerías para encantar a nuevos quijotes.

La Sra. Thatcher tenía bastante razón en su análisis, la Europa de post-guerra se encontró con países arrasados y con una catástrofe humanitaria que volcaron a las sociedades europeas a políticas de crecimiento solidario, una búsqueda de la cohesión social y el bienestar para todos que cristalizaron en las políticas socialdemócratas y democristianas, presididas por imperativos éticos se solidaridad y compasión que se habían hecho tan perentorios, tan evidentes para las sociedades europeas, que no admitían discusión ni tan siquiera para el liberalismo más fenicio. Pero a finales de los 70 los británicos ya se sentían más seguros, más confiados en sus capacidades individuales y en que sus familias habían salido del riesgo de caer en la miseria, por lo que el giro en la tendencia social fue posible, como también fue posible en Estados Unidos (donde las tendencias socializantes habían sido mucho menores) y finalmente incluso en el la Europa continental.

Tras el punto de inflexión el avance del neoconservadurismo, apoyado en la política económica neoliberal, fue imparable, y fueron los principios neoliberales los que pasaron a ser base del “sentido común”, pasando a convertirse en puntos de vista generalmente aceptados y difícilmente cuestionables. Como antes habían cedido posiciones los conservadores, ahora las cedían los democristianos y los socialdemócratas, que fueron aceptando gradualmente como verdad los memes neoliberales. La socialdemocracia se hizo social-liberal y la democracia-cristiana se fue volatilizando. El partido dela Democracia Cristiana italiano desapareció incluso como organización mientras que otras DCs europeas, sin desaparecer formalmente, mutaron en su identidad ideológica hacia posiciones neoliberales o de conservadurismo neto. Dentro de la derecha apareció o se reforzó una corriente ideológica poco atada a la defensa de principios tradicionalistas o a las orientaciones confesionales, apareció una derecha culturalmente rupturista, casi nihilista o nietzscheana, que acoge entusiastamente y retroalimenta los valores exitosos en la cultura popular de la autoafirmación individual y la búsqueda del estatus económico mediante el triunfo personal en el gran juego de la competencia de mercado como objetivos básicos y como dinámica social hegemónica. Esto ya sin el contrapeso del tradicionalismo o el confesionalismo, orientaciones ideológicas que podían resultar limitadoras e incluso social y culturalmente opresivas, pero que también introducían cierto elemento cálido, socialmente estructurador e incluso valórico en las ideologías conservadoras clásicas.

Mientras tanto en la América latina también triunfaba el neoliberalismo, pero allí generalmente lo hacía no mediante la persuasión dentro del marco democrático de sus clases medias y trabajadoras acomodadas si no, comúnmente, mediante golpes de estado y violencia. Esta vía latinoamericana al neoliberalismo fue mucho más eficaz y directa, de manera que el camino al neoliberalismo se recorrió en estas repúblicas de manera acelerada, tomando la delantera a Europa, por lo que sus sociedades bebieron la copa del liberalismo tecnocrático hasta la hez, con graves consecuencias sociales. Habiendo experimentado antes los efectos de las políticas del nuevo liberalismo fue también en Hispanoamérica donde se articuló una contestación seria al mismo, donde se cuestionó significativa e íntegramente la cultura neoliberal y su hegemonía, donde muy posiblemente el movimiento pendular iniciado en los 70 hacia el librecambismo y la sociedad de mercado llegó al punto final de su oscilación y empezó una nueva dirección en dirección contraria, en una dirección de reafirmación de los valores de solidaridad social y de cuestionamiento de los principios mercantilistas hasta entonces hegemónicos. En Venezuela, en Ecuador y en Bolivia aparecieron movimientos de izquierda sin complejos, con vocación de transformación social e incluso de bruscos modales, como Margareth Thatcher pero al revés. Si al movimiento que empezó Thatcher se le llamó neoconservadurismo a esta nueva izquierda se le puede llamar neosocialismo.

Mientras tanto, en Europa, los efectos de corrosión social del neoliberalismo se producían más lenta y gradualmente, la creciente aparición de fenómenos de exclusión social y de precarización se compensaban con un potente aparato de persuasión mediática y con las fantasías de estatus de amplios sectores de las clases populares que habían alcanzado cierto nivel de acomodamiento. La crisis económica rompió esa situación europea, más estrepitosamente en el sur de Europa, y aparecieron iniciativas neosocialistas como Syriza y Podemos, creándose también espacios de recuperación de impulso ideológico a otras formaciones como Izquierda Unida o Anova, cortando el paso a tentaciones populistas de extrema derecha como las que se han materializado en el norte de Europa y en Grecia.

El tiempo dirá si se ha producido el final del ciclo de auge y hegemonización del liberalismo y si Europa ha entrado en un nuevo movimiento pendular hacia una cultura política más social. Sin duda aun existen amplios sectores de las clases populares que conservan sus fantasías de estatus y el liberalismo tecnocrático dispone de formidables instrumentos para hacer frente al neosocialismo.

Acerca de Contraposición

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