La cultura y el miedo – Luis J. R. Novoa (Jim Alegrías)

DSCN0128 - copia (1)LA NOTA AZUL 

Las auténticas revoluciones, las más sólidas y perdurables, son aquellas que se llevan a cabo antes de que la voluntad de transformación llegue al ámbito político. Esta es solamente una consecuencia o secuela de cambios más profundos que anteriormente han tenido que ser largamente incubados mediante la educación, la cultura, el arte… así que cuando la marea de cambio llega a los parlamentos y congresos, ya sea para promover nuevas leyes o para relevarlas, lo que realmente ha sucedido es que la proyección e instalación de esos progresos sociales ya ha sido adoptada a lo largo del tiempo, y al margen de la política, por un amplio y/o representativo sector de la ciudadanía.

Alguien dijo que, por ejemplo, las grandes revoluciones en el terreno musical o literario siempre anteceden a las políticas.

Desde esta óptica, el principal y primer pilar de una democracia dada no son unas leyes o un parlamento o sus bancos, ni siquiera el libre mercantilismo; la piedra angular es la democracia cultural o la democratización de la cultura que, mediante la producción, difusión y el acceso público de los ciudadanos a los bienes y servicios culturales, garantizan la libre circulación de ideas, la participación y formación ciudadana, el progreso constante, las nuevas vías expresivas que cuestionan, impulsan y renuevan día a día el concepto de política, de sociedad y de democracia.

La democracia política, sin el hecho previo cultural y su libertad expansiva, es una vía muerta, una forma política zombie. La censura, por ejemplo, de cualquier tipo, es siempre garantía de estar ante la presencia de sistemas enfermos, propia de comunidades gravemente afectadas por el miedo, la ignorancia, la represión. Es precisamente la cultura y educación de los ciudadanos el mayor cortafuegos que existe contra la injusticia, el abuso y la tiranía, por eso se equivocan(o no, dependiendo de sus aviesas intenciones) aquellos que la minusvaloran, la coartan y amordazan o piensan que de esta crisis se puede salir solamente políticamente y sin haber adoptado antes soluciones culturales alternativas.

Una mentalidad libre no se nutre de contenidos ortodoxos políticos, de una reglamentación de valores y convicciones inflexibles y estrictas, sino de contradicciones, heterodoxia, rebeldía y demás ingredientes que generalmente son avituallados y suministrados por el bagaje cultural previo.

El miedo, a nivel social y mediático, en cambio, es un producto manufacturado en los laboratorios políticos, una forma de control social, económico y político que, generalmente, han utilizado los señores feudales, las iglesias y confesiones de todo tipo, los estados modernos, las grandes corporaciones económicas… para tratar de conservar un orden dado, una jerarquía social y de valores determinados, un escenario diseñado gracias a una normativa funcional en aras de un consenso general sin excesivas desviaciones.

Y hay que entender que desde el punto de vista sociológico esta búsqueda de homogeneidad es un elemento esencial en cualquier ordenación o comunidad humana para garantizar su estabilidad y pervivencia, pero sin olvidar que también es necesario el contrapeso de la disensión y el inconformismo para que el juego de los equilibrios y compensaciones tenga lugar y el sistema esté en constante replanteamiento y fluctuación, con ese dinamismo del que gozan los sistemas sanos, no estancados.

Las formas de ese miedo concebido como herramienta de Control Social han sido muy variadas a lo largo de la Historia de la Humanidad, tratando de proyectar política y mediáticamente determinadas sensaciones de angustia, de peligro, para así tratar de mantener cierto status quo y evitar que no suceda lo que no se espera. Así, hoy las sombras del miedo que nos proyectan los medios son Venezuela, Irán, comunismo, antisistemas, quiebra empresarial… cuando hace poco eran “los socialistas nos van a quitar la navidad” o “con ellos se irán los empresarios de España” o “son amigos de ETA y de los separatistas y quieren romper el país”.

El miedo, como estrategia de ingeniería política de la derecha dominante, que representa el orden social en el imaginario de sus simpatizantes, siempre ha jugado la baza del inmovilismo y del peligro imaginario hacia el otro, hacia la usurpación de ese poder que, de forma natural y sucesoria, le tenía que estar reservado, por Dios y por España, solamente a ellos y a sus herederos.

El peligro de estancamiento de los sistemas es real. El miedo, como herramienta de control social, juega un papel determinante en ello. La democratización cultural, la educación, el arte, las nuevas vías de comunicación y el renovado papel activo y participativo que adoptamos en ellas( de simples consumidores de información… de antiguos receptores de ortodoxia institucional de las grandes corporaciones mediático-políticas-publicitarias a emisores y generadores de ideas y contenidos propios) nos pueden y deben de blindar ante los prejuicios cognitivos, la propaganda y la programación neurolingüística que emiten sin cesar los medios de control social.

La cultura siempre antecede a la política. Es garantía de autonomía, independencia y heterodoxia y, para la gestión de lo público y el progreso social, una formación cultural sólida y libre debería de ser una condición fundamental a exigir a nuestros representantes políticos, ya que la mayoría de los actuales no pasan de los cotilleos del Hola y el Marca.

Y de esta crisis, nunca lo he dudado, saldremos mucho antes con ciudadanos y políticos más y mejor formados.

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Acerca de Contraposición

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