Úrsula K. LeGuin es una autora de ciencia ficción muy reconocida pero que no goza del éxito comercial de otros autores de esos géneros quizá con menos méritos, puede ser porque en los relatos de LeGuin hay reflexiones sociales y existenciales menos populares y porque recurre poco a clichés de la ficción de aventura. Sin embargo es una autora muy imitada. En la saga de los Vorkósigan de la escritora de ciencia ficción Lois McMaster Bujold el choque cultural entre los planetas de los padres del protagonista Miles Vorkosigan, Colonia Beta y Barrayar, tiene una gran similitud al de los planetas Anarres y Urras de “Los desposeidos”, de LeGuin, si bien Bujold evita los aspectos políticos y se centra en lo cultural, o de política postmoderna si se quiere, en una novela más sencilla. De la misma manera en la saga de Harry Potter, de la premio Príncipe de Asturias Joanne K. Rowling, parece que recicla muchos elementos de “El mago de Terramar” de LeGuin.
“El mago de Terramar” trata de la vida del mago Gavilán, desde su infancia hasta alcanzar la edad adulta. El personaje vive en un mundo de grandes islas en una época indeterminada, con una cultura entre medieval y pre-romana. Gavilán aprende sus primeras nociones de magia en su propia aldea pero, tras ser descubierto por un mago importante, es enviado a una escuela de magia en otra isla más sofisticada.
La magia concebida por LeGuin para su novela es una magia basada en el lenguaje. En la novela se explica que cada cosa tiene un nombre real distinto al que recibe en las lenguas humanas, un nombre perteneciente a una lengua primigenia, consustancial a la propia realidad y que determina esa misma realidad. De alguna manera la magia de Terramar consiste en hablar a las cosas en la lengua que realmente pueden entender y manipular la realidad mediante el lenguaje. Se puede hacer que una cosa se convierta en otra atribuyéndole, mediante las fórmulas mágicas adecuadas, el nombre de otra cosa. Un mago se puede convertir en un animal mediante este tipo de manipulaciones de la realidad mediante el lenguaje.
Explicado así parecería que la realidad, en el mundo de Terramar, es lingüística, sin una sustancia propia y objetiva, de la misma manera que en la novela “1984” de Orwell el personaje O´Brien “explica” (muy persuasivamente) al protagonista Winston que no existe una realidad fuera del pensamiento, que si el Partido consigue que todo el mundo piense que algo es de determinada manera eso es real, pues no hay ninguna realidad fuera de la mente. Esta postura del O´Brien de “1984” es muy semejante a ciertos puntos de vista típicos de la cultura posmoderna, que llegan a afirmar en sus versiones más extremas que el universo existe porque lo percibimos, que la ciencia empírica es solo un relato equivalente a los relatos mitológicos, o que podemos modificar la realidad física mediante el pensamiento, como afirma la autora ocultista Rhonda Byrne.
Sin embargo LeGuin escapa de esa visión de la realidad. En determinado momento preguntan a Gavilán por qué no convierte piedras en pan para poder comer y Gavilán responde que no lo hace porque las piedras no alimentan. También se alerta del peligro que corre un mago al convertirse largo tiempo en un animal, pues puede acabar siendo ese animal permanentemente, de la misma manera que en la realidad asumir un rol que de entrada nonos es propio, puede acabar moldeando nuestra personalidad e ideas. Se diría que la conexión que se describe en la novela entre realidad física y lenguaje es una metáfora de cómo funciona nuestra mente y nuestra percepción del mundo físico y externo, pues esta percepción si que se ve influida e incluso moldeada por el lenguaje.
En “El mago de Terramar”, Gavilán ha de enfrentarse a una peligrosa criatura de naturaleza misteriosa que le empujará a una serie de viajes y reflexiones. No voy a dar muchos detalles por no estropear el suspense de la novela pero creo que si puedo decir que toda la persecución de la criatura tiene un fuerte sentido alegórico filosófico, muy vinculado a ciertos pensamientos de Nietzche, en particular el condensado en su famosa frase: “Cuando miras el Abismo, el Abismo te devuelve la mirada”. La novela “El mago de Terramar” es toda una reflexión sobre la naturaleza humana y sobre que se ha de entender por un ser humano completo.
“Jonathan Strange y el señor Norrell”
Ya que estamos recomendando novelas de magos, aprovecho para referirme a otra, “Jonathan Strange y el señor Norrel” de la autora Susanna Clarke, que publicó esta su primera novela en plena madurez. Se trata de un relato que combina géneros con gran brillantez: fantasía, con una imaginación desenfrenada; novela histórica, con una minuciosa descripción del ambiente y los personajes de la Inglaterra de principios del siglo XIX, con el fondo de las guerras napoleónicas; y humor, al estilo de P.G. Wodehouse.
La historia es larga y repleta de acontecimientos y giros, al estilo de los grandes novelones decimonónicos. En la edición original incluso imita el idioma inglés de la época. No es una novela filosófica como “El mago de Terramar” pero en cambio profundiza más en la personalidad de los personajes y en las relaciones entre ellos. Trascurre en Inglaterra, Portugal, España, Venecia y Tierra de Duendes, y los duendes que aparecen en la novela son personajes parecidísimos a los “mouros” de las leyendas gallegas.