
Todo imperio, al menos los existentes hasta el presente siglo, han nacido porqué unos líderes han impuesto por distintos métodos, primero a sus vecinos más próximos, y luego al resto del mundo a su alcance, por encima de intereses y derechos legítimos, los intereses de su propia familia o tribu.
Los instrumentos han sido el uso de la fuerza para extender el dominio y la religión como elemento de aceptación y control de los sometidos.
Es muy evidente que en la actualidad, el ejercicio tranquilo de la autoridad no está entre los planes de los dirigentes mundiales, no necesariamente políticos, ya que el fenómeno de la globalización ha puesto de manifiesto que el mayor poder no está en manos de los políticos, sino de financieros y especuladores, en su mayor parte desconocidos, que no están tan sometidos a la opinión pública, como lo están los políticos, en especial los elegidos democráticamente.
Conocedores de que peso de la opinión pública siempre ha sido decisivo para cambiar el rumbo de la historia, intentan que esa opinión pública deje de existir útilmente, fraccionada la sociedad en grupos discrepantes cuya fuerza de opinión quede recíprocamente anulada. Esto es muy claro en Europa, también en todas las democracias formales.
Parece que esto está siendo conscientemente buscado por los dirigentes en la sombra, para así llenar el vacío de la autoridad legítima o legitimada, por el uso de la fuerza bruta, por los estados que lideran la fabricación de armas y disponen de los ejércitos más poderosos, o por la imposición de dogmas religiosos en los ámbitos donde la demografía y la historia así lo permiten.
Sin embargo, el uso de la fuerza tiene sus límites, en algún sitio he leído que Talleyrand le dijo a Napoleón: “Con las bayonetas se puede hacer todo, menos una cosa, sentarse sobre ellas”, lo que visto en la distancia fue bien cierto, aún cuando sirvió para que las ideas a las que los dos decían servir se implantaran en el mundo, con vigencia hasta nuestro días.
Así que es posible, e incluso muy probable, que en aquellas zonas donde el dogma espiritual ha venido siendo desplazado por el conocimiento científico, se esté utilizando el método de sustituir las distintas religiones por una nueva: la del dios mercado. Por cierto en ninguno de los grandes mercados de los bienes imprescindibles para ejercer de hombres libres: alimentos, energía y últimamente información veraz, existe eso de la “libertad de mercado”. Todos ellos están intervenidos y controlados con inventos absolutamente virtuales, como lo de los mercados de futuros o las transacciones financieras.