Observo emocionado la grabación de su lectura poética del Canto Primero del Infierno de Dante, “Nel mezzo del cammin di nostra vita / mi ritrovai per una selva oscura…” Hermosa voz, dicción perfecta, gestos medidos. A través del Facebook, hago llegar esta grabación a mis amigos. Quiero a Gassman, siento sincero afecto y agradecimiento hacia el hombre que puso su grandeza de actor al servicio de la gente más simple, víctimas fáciles de la codicia y la vanidad de sus semejantes.
Durante una huelga de barrenderos, Domenico y su amigo Umberto, Gassman y Tognachi, asumen sin convicción el papel de esquiroles y golpean accidentalmente a un policía, lo que los conduce a la cárcel. Mientras están en prisión, los fascistas toman el poder y liberan a los presos políticos. Arrastrados por el azar, como hojas barridas por el viento, los dos amigos se unen a la Marcha sobre Roma de Mussolini. La Historia arrastrando a los simples hacia cualquier desagüe. La película de Dini Risi, que lleva por título La Marcha sobre Roma, es de lo mejor que nos ha dado el cine italiano; pero, por inexplicables circunstancias, nunca llegó con naturalidad hacia el gran público. Hablé de este asunto con un viejo librero de la Plaza de República, en Florencia, y me dio la razón: él tampoco comprendía por qué, habiendo divulgado ampliamente tantas mediocridades, algunas incluso con el timbre oficial del Estado, esta película seguía reservada al ámbito de tipos tan raros como él y yo.
Desdichadamente, no tuve ocasión de conocer al Gassman teatral, un actor portentoso en opinión de quienes tuvieron la suerte de verlo. “Cuando subía a escena, era el más grande”, me dijo el viejo librero florentino, que sí tuvo la suerte de ver a Gassman en varias representaciones teatrales. Por eso lo admiro: porque siendo tan grande, representó magistralmente a minúsculos personajes, pícaros callejeros, criaturas desvalidas y, en ocasiones, indignas. Gassman protagonizó muchísimas películas menores, algunas ciertamente deplorables, motivo por el que muchas personas rechazan abiertamente todo su trabajo cinematográfico; pero yo soy un devoto de Gassman, ya lo dije, y hay dos películas que veo habitualmente en temporada de verano (no sé explicarme el porqué de mis propias rarezas): La Escapada y La Marcha sobre Roma, ambas dirigidas por Dino Risi.
Me gusta hablar con la gente sencilla, también con los pícaros, aunque no con quienes están enfermos de rencor, vanidad o codicia, tres defectos humanos que cada vez me resulta más difícil disculpar. Lo hago en las cafeterías, en las tiendas, en los transportes públicos, en las salas de espera y en la misma calle, cuando el azar propicia tales ocasiones. Necesito hablar y escuchar, aproximarme a los otros, comprender. Veo a Gassman en muchos de estos personajes o tal vez deba decir que las brillantes interpretaciones de Gassman me ayudan a comprenderlos, a aceptar dócilmente sus defectos y a quererlos. Porque quiero a esta gente vapuleada por la vida y me duele enormemente que quienes tienen la obligación de protegerlos los castiguen con la más cruel manifestación del odio: el desprecio. Grande Gassman, que los amó y los hizo suyos. Debemos seguir su ejemplo.
(*) Fernando Álvarez Bouza, escritor y ex directivo de Imenosa e Igape