Las acciones terroristas, fueren estas perpetradas por grupos organizados y por ello mas o menos previsibles por la claridad de sus objetivos; o por organizaciones mas difusas y con objetivos menos identificables, son siempre un incentivo, para traer al primer plano, el debate sobre la limitación de las libertades individuales y colectivas, como el antídoto frente a las amenazas o los riesgos de tales acciones.
Para algunos, no hay duda alguna de la relación directa entre libertad y seguridad, justificando asi, que la limitación de la libertad, es garantía de una mayor seguridad.
Sin embargo, a tenor de los hechos, o bien no parece que tal relación sea facilmente verificable, o tal vez los objetivos perseguidos con la limitación de la libertad, son otros no confesados, que aprovechano la circunstancia, se cuelan en nuestro imaginario.
Veamos algunos datos constatables. Los dos años de Estado de excepción en Francia, no han tenido el efecto de evitar que siguieran produciéndose y reiterándose actos terroristas de efectos devastadores. La vinculación que por algunos se pretende de la limitación de la permeabilidad de las fronteras, con el pretexto de limitar la entrada de terroristas, casa muy malamente, con el hecho de que la inmensa mayoría de los terroristas, son ciudadanos de pleno derecho de los paises en los que se producen los atentados.
Si nos centramos en España, la actividad terrorista, fue el argumento de peso para justificar la recuperación de la cadena perpétua, bajo la denominación suigéneris de “prisión permanente revisable”; pero que en la práctica, se extiende a otros delitos, retrotrayendo nuestro modelo penal a un par de sigos atrás. Lo mismo podría decirse de la criminalización del derecho de manifestación, o de los actos vinculados al ejercicio del Derecho de huelga. Lo del derecho a la información y sus implicaciones, merecería capítulo aparte, pero también está seriamente concernido.
Desaparecido el terrorismo de base nacionalista que representaba ETA, el terrorismo actual, que es de escala planetaria en su expresión, pero de ejecución local; amenaza con volar el sistema de derechos individuales y/o colectivos inspirado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
No deja de ser una paradoja, que quienes se inspiran en la interpretación fanática y excluyente de sus propias ideas, logren limitar la libertad de quienes sostienen en la base de su pensamiento, la necesidad de garantizar la pluralidad y la libertad de creencias y de acción, sin otro límite, que los que establezcan las leyes penales.
Asi el recorte de libertades, como consecuencia de la actuación de los enemigos de la libertad, no sería mas que un triunfo de estos, sobre los ciudadanos libres. Por ello, merece la pena mantenerse alerta, para que no nos despojen impunemente, con coartadas de oportunidad. La estrategia de jugar con el miedo como instrumento de control político, es una tentación de la que tenemos mas de un ejemplo.
Hay también un recurso a la “superioridad moral”, que al menos a mi, me da que pensar. Lo digo, porque la superioridad moral, vendría en todo caso explicitada por un profundo desarrollo de los valores dominantes de nuestra sociedad, garantizando un amplio elenco de derechos de modo real y efectivo, garantizando también de modo efectivo la igualdad de oportunidades y conjurando las situaciones de grave desigualdad.
Si esto no es así, si las declaraciones de derechos, son mas formales que reales, si las situaciones de agravio entre ciudadanos, no se toman como una cuestión de orden público; en definitiva si se observa a las claras un cierto cinismo de las clases dominantes que predican la igualdad y se enriquecen a costa de la mayoría; no deberemos sorprendernos, si entre determinadas capas de la población excluida, arraigan ideas “libaradoras”, que se constituyen en la base de la violencia irracional y estéril.
Si a esto unimos los conflictos geoestratégicos con todas sus implicaciones, no deberíamos sorprendernos de que los riesgos son enormes y no se conjuran limitando derechos.
Tal vez merecería la pena que nos lo pensáramos con un poco mas de rigor. Yo apuesto por la libertad.
(*) Jesús Penedo Pallas, Ingeniero Técnico Industrial, Licenciado en derecho, Secretario del Patronato de la Fundación Adcor y jubilado de la Función pública.