… en unas sonrisas, que parecían, más bien muecas esbozadas en ojos vacíos.
… en la voz del silencio, en lo indescifrable de cada misterio de la vida que insufla luz a la esperanza y también nos advierte de lo fugaz de la existencia.
Pienso… Pensaba…
… en el sol que cada mañana ilumina el horizonte e impregnaba un alma solitaria.
… en la niebla que desciende desde la colina y como polvo blanquecino ‘asolaga’ todo lo bello que portaba un alma.
Pienso… Pensaba…
… en las amenazantes sombras que desdibujan la realidad y perturban aquel sueño que era mi sueño.
… cómo espantar los fantasmas que enturbiaban los momentos de júbilo.
Pienso…
… que conocer es recordar lo que habita en cada alma: las ideas.
… en cada idea antes de ser atrapada por el mundo sensible.
Pienso…
… en el misterio que encierra cada noche,
… en el poder de lo ingrávido…
… en el viento que acaricia la piel
… en el fuego que arde en cada corazón…
Pienso…
… en la mirada envolvente de unos traviesos ojos,
… en las caricias de unas manos
… en el abrazo tierno que encerró mi cuerpo
… en unos labios cálidos que buscan el beso cómplice…
Pienso…
¡Cómo no pensar!
“EL NIÑO QUE LLEVAMOS DENTRO”
Pienso en el niño que todos llevamos dentro y que el tiempo lo ha adormecido…
Pienso en los días oscuros y en los momentos por vivir…
Pienso en el soplo divino que aviva el fuego sagrado en un alma confundida…
Pienso en el renacer de la ternura —que un infausto día— asfixió la ensueño y extinguió el deseo…
Pienso en la resurrección de lo que parecía fenecido y solo había languidecido…
Pienso en el desafío… en los universos que se acercan… en las almas que aman…
Pienso que podrán encarcelar mi cuerpo, pero nunca mi mente…
Pienso… siento… vivo…
PIENSA… ¡Y AMARÁS!
Piensa… y no recuerdes cuando tu alma encadenada sangró por última vez.
Piensa… y no recuerdes cuando se apagó la llama del amor en tu alma.
Piensa… y no recuerdes cuando dejaste de existir, pese a seguir con vida.
Piensa… y no recuerdes el momento en el que tu existencia se hubo perdido en el laberinto del olvido.
Piensa… y no recuerdes ese lugar indefinido donde la mente no discierne si es una tarde sin luz o si es una noche caprichosa que todo lo desordena.
Piensa… y no recuerdes cuando luces y sombras jugaban con sentimientos de un incierto presente hacia un destino sin futuro.
Piensa… y no recuerdes una tarde con lluvia que se confunde con las lágrimas que surcan las mejillas y se pierden en la comisura de la boca… volviendo el dulce sabor del beso en amargo tormento.
Piensa…y no recuerdes los últimos e inútiles intentos de ser feliz y en la frustración implícita de sentirse atrapado en un ensueño.
Piensa en la duda que se esconde en ese rincón del alma —al que nadie pretende llegar— y te hace dudar y buscar respuestas a la duda.
Piensa, que una noche cualquiera, en la calma que incita a la soledad, en el desasosiego que provoca la tempestad… llegará… y llamará —contra todo pronóstico— un Ruiseñor a tu ventana… ¡Llamará!
Piensa… —que contra todo pronóstico— abrirás la ventana, tanto tiempo cerrada, y recibirás… el rocío de la noche… en tus labios sedientos, en tus senos yermos…, renacerá el fuego que, como maná, alimentará el alma.
Piensa, que despertarás del letargo…, se licuará el hielo que encorsetó la pasión —aunque, con el alma lacerada— ¡Amarás!
Piensa en que la víspera se ha ido, el día llegará y puntual será la cita… ¡Acudirás!, pese a la duda…, acudirás.
Piensa… ¡Y amarás!
*Licenciada en Pedagogía