LOS «ESPÍRITUS» DE LAS LEYES.-José I. Aymerich Muñoz (*)

El viejo Montesquieu usaba el singular, al hablar del Espíritu de las Leyes. ¿Por qué el plural? Pues porqué mi intención es hablar de dos concepciones de las Leyes, y, la verdad, es un título menos llamativo que el parafraseo de Montesquieu.

En los últimos tiempos se habla muy solemnemente de la Ley y su cumplimiento por todos como base del Estado de Derecho. No vamos a entrar ahora en la discusión de si el imperio de cualquier Ley es la base de un verdadero Estado de Derecho. Lo que me interesa, en este momento, es hablar de un nivel más profundo de la Ley.

Antes haremos una brevísima excursión por las dos grandes visiones filosóficas del mundo. Aunque hay otras denominaciones yo prefiero distinguir la visión naturalista y la sobrenaturalista. En esencia, una busca la explicación del Universo y sus leyes en el Universo mismo, y la otra en un Ente externo al Universo.

Puede parecer que esta excursión es algo fuera de lugar, pero, como iremos viendo, es la base en la que reposan las dos concepciones de la Ley.

Cuando estudiaba Filosofía en el Bachillerato, allá por 1972, en el libro, para explicar el origen del Poder, nos mostraban tres esquemas. En todos ellos había tres figuras, una representaba el Poder humano, otra, situada encima de las otras dos, el Poder divino, y la última, el pueblo. En el primer esquema, una flecha apuntaba desde el Poder divino al Poder humano, simbolizando la legitimación divina del Poder. El segundo cambiaba ligeramente, la flecha iba del Poder divino al pueblo y de éste al Poder humano, se resumiría en la frase “vox populi, vox Dei”. En el último, la flecha iba directamente del pueblo al Poder humano, dejando de lado al Poder divino.

Esto nos lleva a las dos concepciones de la Ley de las que pretendo hablar. Alguien las denominó republicana y monárquica. La republicana es aquella que ve la Ley comouna obra humana, fruto del pacto social, de la voluntad general, sea federal o no. Una obra perfectible, como todas las humanas, y que se mantiene mientras cumple su función de ordenar la convivencia pacífica. Cuando deja de cumplirla o lo hace de manera menos eficaz, debe renovarse a través de un nuevo pacto. En cambio la monárquica, fruto de su origen divino, hoy día disfrazado con mayor o menor fortuna, se concibe como algo sagrado, intocable e inmutable.

Por eso, cuando la convivencia pacífica se resiente, la concepción monárquica de la Ley trata el asunto como algo similar a la herejía. En lugar de tratar de buscar un nuevo pacto que reconduzca la convivencia.

No se debe identificar necesariamente la concepción monárquica de la Ley con el régimen monárquico. Hay ocasiones en que algunas monarquías, por pura supervivencia quizá, adoptan la concepción republicana de la Ley. La reforma profundamente federal de Bélgica puede ser un buen ejemplo.

Para rematar, un apunte sobre la relación entre las dos corrientes filosóficas, citadas más arriba, y las dos concepciones de la Ley. Epicuro, filósofo que vivió una época turbulenta como la actual, se dedicó a tratar de combatir los miedos de sus contemporáneos. Uno de ellos, el que más nos interesa ahora, era el miedo a los dioses. Epicuro decía: “Los dioses existen, pero están allá en los espacios que hay entre las estrellas [la explicación de porqué, los “partidarios de la teoría de los antiguos astronautas”, no utilizan esta frase está en la continuación]. Y sus asuntos son tan sumamente importantes que no se preocupan de los pequeños asuntos de los mortales”. Puede parecer más tibio que su admirador Nietzsche, que proclamó: “Dios ha muerto”. Pero Epicuro, sorteando inteligentemente la inacabable discusión de la existencia o no de los dioses, negó su intervención en los asuntos humanos. Lo que dejaba en el paro a la casta sacerdotal, e indirectamente a aquellos ungidos por ella. De ahí, es de suponer, la inquina que Epicuro despierta en ambos estamentos.

Así pues, la doctrina de Epicuro sostiene, aunque sea muy en el fondo, la más humanista concepción republicana de la Ley. Seamos pues epicúreos en el sentido más verdadero y noble del término. No en el que, los partidarios de la concepción monárquica de la Ley, quieren darle.

(*)Licenciado en CC. Económicas (USC) y Derecho (UNED). Jubilado de NCG, Abogado ya no ejerciente y librepensador mientras el cerebro aguante.

Acerca de Contraposición

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