Escuchamos y leemos términos, que luego repetimos hasta convertirlos en tópicos, aunque no conocemos su significado original. En el reciente proceso de elección de líder del PP, fue resucitada la frase pronunciada hace 28 años por Manuel Fraga, mientras rompía la carta de dimisión sin fecha de Aznar, el entonces designado presidente del partido. Volvimos ahora a escuchar en boca de varios políticos «Ni tutelas ni tutías» y la mayoría de los medios escribieron «tu tías.» Casi con total seguridad se puede afirmar que desconocían que, aparte de una frase algo rimada, tiene por significado «no hay tutor y no hay remedio.» Aunque algunos análisis ya resaltan que los políticos abusan de un lenguaje tautológico, no solemos aplicar toda la potencia de la lógica para derivar las consecuencias que se siguen de las premisas que se aseveran.
Usamos términos procedentes del árabe, como tahona, azotea o almáciga, pero ya son casi ininteligibles frases como «verde y con asas … alcarraza.» Aunque algunos filólogos encuentran muy antiguo el estudio de los étimos (del griego ἔτυμον “significados verdaderos”), sorprende cada vez más a menudo su utilidad en la vida cotidiana. La ventaja de disponer hoy de diccionarios en el ciberespacio permite encontrar respuestas a curiosidades que surgen por doquier. Claro que a ello debe unirse un mínimo de raciocinio, la facultad de «usar la razón para conocer y juzgar» (como muy bien define el DLE).
Datos:
- Tutía o atutía (tutiya, sulfato de cobre; at-tutiya el cinc o el antimonio) es un ungüento medicinal, al que se atribuían efectos maravillosos en el tratamiento de varias enfermedades de los ojos. De ahí surgió el “no hay tutía” cuando no se disponía de una poción mágica que resolviese algo. Un brillante análisis etimológico, incluido en la web del Centro Virtual Cervantes, explica eso y también que «el símbolo químico del antimonio, Sb, proviene de su nombre latino stibium, usado por los romanos para nombrar el sulfuro de antimonio.» Respecto al término antimonio (del latín antimonium), relata que «el heterodoxo alemán Basil Valentine (1565-1624), alquimista y monje benedictino en el convento de San Pedro de Erfurt, quiso revolucionar la medicina [de la época] empleando stibium como panacea universal. Es lástima que varios de los monjes de su monasterio perecieran tras ingerir la pócima [… y] el envenenamiento engendró una nueva palabra. En un latín popular y con cierto humor negro, se llamó a esta substancia antimoine (antimonje), y de aquí proviene la voz antimonio.» Esa etimología “popular” ya no se admite, derivando el nombre antimonio de una errónea latinización de la palabra árabe انتيمون (al-ithmīd), que a su vez consistía en una arabización de la palabra latina stibium.
- Alcarraza, del árabe hispano alkarráza y este del persa korāz “buche”, es una «vasija de arcilla porosa y poco cocida [que deja rezumar el agua, cuya evaporación enfría la que queda dentro]» dice el DLE.
- Tahona (originalmente atahona) del árabe hispano aṭṭaḥúna, del árabe aṭṭāḥūnah, molino de harina, extendido a sitio donde se hace el pan. Pervive en nombre de calles hoy céntricas como en A Coruña o Santiago (con la versión gallega Tafona).
- Para un aragonés o un salmantino una alfóndiga es su forma de referirse a alhóndiga, que es la casa pública destinada para la compra y venta del trigo, que en algunos pueblos sirven para compra y venta de otros comestibles. Nos informa el DLE que esa palabra, que incluyó por vez primera en 1726, «procede del árabe hispano alfúndaq, y este del árabe clásico funduq, este del arameo panduqiūm, y este del griego πανδοχεῖον ‘albergue’.» Hay un pescado similar al escacho llamado alfóndiga o alfóndega, una metonimia por el lugar donde se vendía.
- El término almunia (en gallego almuiña) nos suena como apellido pero no su etimología. Se refiere a «huerto, granja» procedente del árabe hispánico almúnya quinta (así llamada porque «los colonos solían pagar como renta la quinta parte de los frutos»). El DRAG lo define como «horta, xeralmente pequena e cerrada, na que adoita haber árbores froiteiras.»
- Conociendo su etimología podemos fijar la diferencia entre alcalde (al-qadi, el juez [1062]) y alcaide (al-qa’id, el general, el que conduce las tropas [1076]); conocer el origen de albornoz (al-burnus, el capuchón [1350]), albricias (bisara, buena noticia [1140]), alcurnia (al-kunya, el sobrenombre [1604]), alfoz (al-háuz, comarca [924]), arrabal (rabad, zona fuera de la ciudad [1146]), alfayate (al-jay yat, el que cose, el sastre), almáciga (al-masyara, el semillero, lugar donde se siembran y crían los vegetales que luego han de transplantarse [1513]), almadén (al-ma’din, la mina de algún metal [1243]), almohada (al-muhadda, el lugar en que se apoya la mejilla [1400]), azotea (as-sutéih, el terradillo [1406]), azulejo (az-zuléig, el ladrillito [1490]), jabalí (ǧabalí, montaraz; hinzir yabalî cerdo montés [1335]) o mengano (man kan, el que sea, cualquiera). No es casual que algarabía (al-arabyya, la lengua árabe), que ya en 1540 significaba lengua o escritura ininteligible, acabe siendo «gritería confusa, enredo, maraña.»
También es poco conocido el término chícharo (del mozárabe číčar[o], y este del latín cicĕra), no recordando ni a Cicerón ni al cícero, la unidad tipográfica derivada del cuerpo 12 empleado en una de las primeras ediciones de las obras del orador romano. Cuando se sabe que esa palabra vale por «guisante, garbanzo, judía», se puede entender el sobrenombre de un futbolista mexicano (Javier Hernández El Chicharito, hijo de El Chícharo, así apodado por sus ojos verdes). En gallego chícharo o ervella es guisante o arveja (Pisum sativum) y así se entiende en muchas partes de América Latina y en Canarias (según Méndez Ferrín, en el gallego encajado en el habla de las Islas Canarias, chícharos son hierbas.
- *José María Barja Pérez, ex rector de la UDC