Ante todo, un par de aclaraciones. La primera es que me refiero a la Ciudad de Berlín como tal ciudad, y no como la capital de la Bundesrepublik o la “oficiosa” de la UE. La segunda, puede que la expresión del titular no sea del todo correcta desde el punto de vista lingüistico. Si es así, pido disculpas a mi profesora de alemán. Lo que busco aquí es más un “efecto llamada” que la absoluta corrección idiomática. Por eso utilizo el verbo führen para guiar y no otras alternativas quizá más correctas. Es un verbo con connotaciones obvias, que utilizo con ironía, en mi lucha (otra ironía más) para evitar que según quien se apropie de las palabras.
Aquí la Ciudad de Berlín es un símbolo. No solo de capital de una República Federal, ahora no voy a tratar ese asunto, sino de “punta de lanza” de un movimiento de remunicipalización de servicios. En los años 90 del pasado siglo, al rebufo de la “triunfal marcha” del neoliberalismo, comenzó una privatización generalizada de servicios públicos. Lo que se vendió fue la gestión más eficaz, la creación de empleo, el abaratamiento del servicio,la disminución de la deuda pública… La panacea en una palabra. Berlín, como otras muchas ciudades, privatizó la gestión del agua potable. Más o menos 20 años más tarde el balance era desolador, no se realizaron inversiones necesarias para mantener la calidad del servicio, la empresa tenía mil empleados menos que el servicio municipal, el agua era un 30% más cara, la deuda pública se duplicó,… ¿Todo era malo? Para la Ciudad de Berlín sí, para los propietarios de la empresa no, claro.
Esta situación exasperó a muchos ciudadanos que comenzaron una recogida de firmas para lograr un referéndum municipal. Realizado, con una participación baja pero suficiente, arrojó una amplia mayoría a favor de la remunicipalización. Hoy Berlín, y otras ciudades como París, tiene un servicio municipal de aguas.
La lucha sigue, ahora están empeñados en la recuperación del parque de vivienda pública que también fue, y está en marcha todavía, privatizada. El primer paso es impedir la privatización de tres bloques de estilo soviético, construidos como viviendas populares con ciertas pretensiones de lujo, en la Karl Marx Allee (y bueno, está en la parte oriental de Berĺín). Para posteriormente recuperar las viviendas puestas en manos de grandes inmobiliarias. Supongo que a los madrileños esto les suena.
Esto último se enmarca en la lucha de muchas ciudades contra la burbuja especulativa de los alquileres.
¿Es un movimiento generalizado en la Bundesrepublik? Por desgracia, no. Es más como la aldea de los irreductibles galos de Asterix. Un ejemplo, los ferrocarriles alemanes (Deutsche Bahn), antaño modelo de eficacia, sufren desde hace años grandes retrasos. Provocados por la falta de inversión a que llevó la idolatría del “deficit cero”, conseguido con recortes del gasto público y no con aumento de los ingresos.
Se intuye una privatización, que los ingleses, esta información y el comentario están extraídos de The Guardian, contemplan con ironía preguntado si no aprendieron de la privatización de British Rail. Puedo dar fe, por haber viajado antes y después de su privatización, que el cambio ha sido espectacular. Espectacularmente malo quiero decir. El precio de disparó tanto, que a muchos ingleses les compensa más ir en avión low cost, a verse en una ciudad extranjera, que trasladarse de una ciudad inglesa a otra para visitarse. ¿Ahorra esto impuestos a los británicos? Pues tampoco por completo, porque de vez en cuando las compañias piden auxilio público.
Visto lo visto, habrá que replantearse si los servicios públicos no están mejor gestionados con visión pública que privada. Y aprender de esto una lección, un servicio público puede ser bien gestionado, pero el criterio para medir esta buena gestión no es el mismo que en la empresa privada. En la empresa privada el criterio, en última instancia, es una generación de beneficios sostenida, y creciente, en el tiempo. En la pública debe ser prestar el servicio, en las mejores condiciones posibles, a la mayor cantidad de personas posibles con los menores recursos posibles. Y si además genera ingresos directos a las arcas públicas pues mejor todavía.
Cabría preguntarse porqué esta información no suele aparecer en los grandes medios de comunicación. The Guardian quizá sea una excepción, es prolaborista y en el Reino Unido (de momento) está también resurgiendo, al calor del Brexit, este debate, vistos los resultados de la privatización de los ferrocarriles y del correo. En España no se habla del asunto, de momento. Como dice el Profesor Vicenç Navarro, los “medios de persuasión” están casi todos en manos de los partidarios de la ortodoxia neoliberal.
Por eso saco a relucir, en este momento en que la “Witch” Thatcher es “resucitada” por los partidarios del neoliberalismo, estos ejemplos de que fuera del neoliberalismo hay vía inteligente. ¿Y dentro?
*José I. Aymerich Muñoz, Licenciado en CC. Económicas (USC) y Derecho (UNED). Jubilado de NCG. Abogado ya no ejerciente y librepensador mientras el cerebro aguante.